Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

Un equipo de contraataque

BUENOS AIRES -- Si se tiene en cuenta que el plan maestro de la Selección consiste en construir el nido más cómodo para el mejor jugador del mundo, debemos inferir que la réplica veloz –más que la tenencia– es el lenguaje futbolístico con el que Messi se siente más cómodo.

Porque la Selección, en la recuperación que significó el triunfo en Santiago de Chile, jugó al contraataque. A la respuesta rápida, el modo en el que, al parecer, los dirigidos por Martino se sienten más eficaces.

Sin embargo, habría que hacer una salvedad fundamentalísima. Una cuestión es urdir un contragolpe corto, surgido del anticipo de una defensa adelantada, y otra muy distinta es partir al equipo en dos, con un abismo en el medio, para probar recorridos largos como contestación al dominio ajeno.

En la primera parte ante Chile –un Chile algo disminuido por las ausencias–, la Selección presionó en la salida del local. La ventaja de este equipo es que, si captura la pelota, aunque disponga de poco terreno, cuenta con futbolistas aptos para urdir una jugada de riesgo en un metro cuadrado.

Fue lo que sucedió en el primer gol. Funes Mori –que se está transformando en un enorme jugador– anticipó allá adelante. La pelota volvió de inmediato al área chilena y entre Banega y Di María tramaron la acción el empate.

Elaboración vertiginosa. Allí donde otros equipos ensayan quince pases, la Selección hace tres.

En la segunda mitad, Argentina depuso la presión y por lo tanto la hegemonía. Y se replegó por completo.

Ahí apareció su segunda versión, ciertamente incomprensible. Con siete jugadores de campo en posición defensiva y tres solitarios delanteros a la espera de una sorpresa agradable.

Son los momentos en los que Messi, centro del sistema solar, comienza a arar el gigantesco territorio que media entre las dos partes incomunicadas del equipo.

Como Leo es capaz de todo, a veces lo logra. Lleva la pelota de un domicilio a otro, a campo traviesa y saltando piernas enemigas. Pero no parece el método más fructífero para atacar. Por otra parte, el costo es un desgaste total del número diez.

¿Fue cansancio? ¿Obedeció a un plan pensado en el entretiempo? Lo cierto es que Argentina renunció al dominio y apeló a una fórmula sin beneficios (no hubo llegadas en la segunda parte salvo por patriadas individuales).

Quizá fue el modo espontáneo de adaptarse a un escenario en el que el rival, en desventaja, estaba obligado a protagonizar el argumento.

En cualquier caso, significa un gran dispendio. La Selección cuenta con un espesor de juego y una capacidad de posesión incomparables. Pero elige el camino tortuoso de aguantar cuando no resulta necesario.

El martes le toca enfrentar a Bolivia en el campo de juego maltrecho del estadio Mario Kempes, en Córdoba. Es de esperar que el seleccionado visitante juegue de manera cauta, expectante.

Todo un desafío para los de Martino, que además tendrán en las gradas un público poco habituado a verlos en vivo y que será tan entusiasta como exigente.

Se trata de una prueba necesaria para que el equipo se acostumbre a imponerse por juego, por despliegue de sus talentos, por la aplicación lisa y llana de su poder de fuego.

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