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En busca del perdón

BUENOS AIRES --Mauro Icardi, en un ejemplar ejercicio de autobombo, dijo que su actuación en el calcio merece una convocatoria a la Selección. Y que Gerardo Martino debería evaluar estrictas cuestiones futbolísticas y no los avatares privados de los futbolistas.

A simple vista, no parece el mejor modo de seducir al entrenador. Al rosarino, que suscribe la discreción (la humildad inherente a las personas que, como la mayoría de los jugadores, surgen de bien abajo), es muy probable que le cueste aceptar la vida dispendiosa de la que el delantero del Inter hace gala en las revistas, donde suele posar con la princesa botinera delante de alguna nave de diseño deportivo.

Tampoco le simpatiza la conducta sentimental de Icardi y lo ha expresado con todas las letras en una entrevista con radio América, aunque, cauto como es, destacó que sus decisiones profesionales (llamarlo o no) no se rigen por estas actitudes.

Lo que Icardi haga fuera de la cancha “no lo invalida” para una eventual convocatoria. Icardi se destapa ahora con declaraciones altaneras. Es raro que un jugador se postule a sí mismo para la Selección y proclame como una injusticia que se ignore el brillo de su legajo. Sobre todo cuando en su puesto hay una fila de cracks disputando un lugar.

Por poner un caso: Gonzalo Higuaín, hoy por hoy suplente de Agüero, es el goleador del campeonato donde Icardi dice sobresalir, a años luz del resto de los delanteros (32 goles contra 16 de su escolta y 15 del propio atacante del Inter).

Martino se queja de que le preguntan diez veces más por Icardi que por Dybala, otro aspirante joven a insertarse en el lujoso plantel nacional. Claro, los periodistas persiguen el sabor del escándalo, el morbo de los enredos de alcoba.

Y todo hace pensar que, más acá de las declaraciones políticamente correctas, el malhadado romance con Wanda Nara es un obstáculo poco menos que insalvable. Para un ambiente conservador como el de los futbolistas, un tipo que le roba la mujer a un amigo es un trago imposible de digerir. La piratería clandestina se tolera y hasta se festeja según la doble moral machista.

Pero lo de Icardi es alta traición, que debe juzgarse así, sumariamente, sin atender a la complejidad de estas historias, donde nunca se recortan con nitidez los inocentes y los culpables.

Desconozco el sistema de amistades de Icardi. Pero es difícil imaginar una acogida cordial y sin reservas en el vestuario argentino. Un coto de estrellas siempre es material inflamable. Martino seguramente piensa que, con el puesto tan bien cubierto, para qué exponerse siquiera a un atisbo de conflicto.

Así y todo, Icardi es sujeto de consideración (sólo de consideración) en vistas de los Juegos Olímpicos. Una muestra de pensamiento libre al que los dichos recientes del jugador, que recargan su perfil polémico, no ayudan demasiado.