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Tan lejos y tan cerca

BUENOS AIRES -- La estruendosa llegada de Gonzalo Higuaín a la ciudad de Turín confirma que los futbolistas pertenecen al corazón del jet set.

La cálida bienvenida de los hinchas ya es un clásico. También las palabras de rigor –Higuaín es un maestro de la respuesta prefabricada–, la fotos, los saludos a la multitud.

Pero un dato desbordó la apostilla deportiva para colarse en las páginas faranduleras: el atacante argentino vivirá en un palazzo de 700 metros cuadrados, cuyas fotos rondan el mundo entero y dan cuenta de una decoración más propia de la atrofia aristocrática que de un joven futbolista.

Higuaín, que percibirá en Juventus 7,5 millones de euros por temporada y cuya cláusula de rescisión es de 90 millones, pagará por su nueva morada 30 mil euros al mes. Una fortuna para el mercado de los alquileres, pero una bicoca para un astro de la pelota.

El ex delantero del Napoli, que cambió la camiseta celeste del sur por la del enemigo del norte, integrará la dupla ofensiva con Paulo Dybala, una fórmula con la que el club aspira a ganar la Champions League.

Que Higuaín sea el futbolista del momento en Europa, y que su camiseta con el número 9 se venda como pan caliente a 140 euros, no es más que la consecuencia de su última campaña. Los 36 goles convertidos en Napoli son récord en la historia del futbol italiano y lo encumbraron como la presa más codiciada en la millonaria feria europea.

Esta secuencia tan razonable de aquel lado del océano, resulta curiosa desde la Argentina. Porque este despegue, esta consagración glamorosa de Higuaín se produce luego de que su performance en la Selección fuera sometida a serias objeciones.

La Copa América Centenario marcó una nueva decepción para el fútbol argentino en tan sólo dos años. Higuaín, como integrante estable de ese plantel que cosechó tres subcampeonatos al hilo, quedó en el ojo de la tormenta.

El caso Higuaín revela la distancia (la disociación) entre la gran vidriera europea y las competencias de selecciones, en especial las del sur del planeta. Lo que sucede en los equipos nacionales no tiene la menor influencia (ni para bien ni para mal) en el destino de quienes ejercen su profesión en el centro del mundo futbolístico.

La ligas europeas son un ecosistema que se valida a sí mismo y que muchas veces entra en colisión con el desarrollo de los torneos de selecciones. La actitud de las instituciones más importantes con respecto a la cesión de futbolista para los Juegos Olímpicos de Rio es un claro ejemplo.

De este modo, Higuaín –como Messi, como tantos otros argentinos cuestionados– salió indemne de la desazón de la Copa América y de las críticas generalizadas.

A la hora de evaluarlo (esto implica medir además su potencial comercial, su perfil como producto), lo único que cuenta es su actuación en el calcio. El resto del mundo no existe.

Mejor para Higuaín: ni los dirigentes italianos ni los tifosi se dejaron impresionar por el recelo de la hinchada argentina, que reconoce el talento del delantero, pero no lo disculpa por la sequía de títulos.