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El Balón de Oro no cambia

BRISTOL -- El primer premio se lo entregaron a Stanley Mathews. Quizás un homenaje por su aporte, al más emblemático jugador inglés de ese momento y de la post guerra. Mathews estaba encaminado a su retiro. Un reconocimiento a la carrera de un mito venerado en toda Europa, aunque fuera apenas una pequeña parte del continente la que podía disfrutar de la habilidad y velocidad de un extremo, convertido en el estandarte del juego de los creadores de las reglas. Los medios no conocían aún de la explosión de la televisión como gran socio del fútbol. La memoria colectiva era construida por las imágenes que cada uno creaba después de interpretar crónicas de periódicos o relatos de radio.

En 1956, año en el que la revista francesa convoca a 16 periodistas para elegir al mejor futbolista europeo del año, Mathews tenía 41 años de edad y aún era considerado para su selección. Ese 1956 Inglaterra jugaría un año sin derrotas en nueve partidos internacionales, pero un partido de gran relevancia le daría a Mathews la notoriedad mediática que lo impulsaría a competir por el primer Balón de Oro. En mayo Inglaterra recibía a Brasil en Wembley. El Times de Londres dijo que el espectáculo fue “variado y emocionante, como pocas veces se vio en el terciopelo de su césped”.

El periódico cuenta además que Stanley Matthews apareció apenas por pequeños tramos, pero que sus intervenciones generaban peligro cada que vez que lo hacía. Nilson Santos fue quien lo sufrió. Mathews dejó su firma en cada uno de los 4 goles que dieron el triunfo inglés. Los primeros dos llegaron temprano producto de esos chispazos con los que superaba a sus marcadores. Brasil empató y Mathews tuvo que jugar más en su campo que en el ataque hasta que apareció y “llegó al rescate”. Dos centros suyos crearon los últimos de una Inglaterra inspirada por sus espasmódicas apariciones.

Stanley Mathews jugaría en tres de los nueve partidos ingleses de ese 1956. Gabriel Hanot redactó en la edición 561 de la revista France Football, el editorial en el que anunciaba a Mathews como ganador del premio al mejor jugador de aquel año. Por ese partido ante Brasil en Wembley, Hanot lo llamó el “Chaplin del futbol”. Mathews deleitaba al público por sus actuaciones, pero más por lo que estas provocaban en los contrarios. Su futbol imprevisible hacía que sus marcadores cayeran al piso en el intento de perseguirlo, acciones graciosas que hacían que la tribuna aplaudiera sus gracias. “Chaplin y Mathews” diría Hanot “dos héroes cómicos del cine mudo. Ingleses, hijos de un país con sentido del humor”.

Alfredo Di Stefano recibiría 5 votos de ganador, Mathews seis. Un par de partidos, un par de chispazos pero para France Football, Mathews fue el mejor en ese 1956. Di Stefano guió al Real Madrid al primer título europeo pero fue segundo en la votación de aquel año. Mathews con 41 años, jugaba por chispazos, pero era tan grande el ruido que hacían esos resplandores que la memoria colectiva construyó una versión mucho mejor de su juego y el inglés se quedó con el primer Balón de Oro. La construcción de imágenes basadas en interpretaciones, sigue dominando el modelo de elección del mejor jugador del mundo. Subjetividades edificadas por el consumo de chispazos.

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