Barça somete sin problemas al PSG y está en semifinales de Champions

Jordi Blanco | Corresponsal

El Barça sacó el billete para las semifinales de la Champions con suficiencia, con una facilidad pasmosa y una tranquilidad impensable el día que se celebró el sorteo. A la exhibición de París en la ida le sumó un paseo en la vuelta, frente a un PSG derrotado de antemano, poco menos que invisible y que se entregó en un abrir y cerrar de ojos.

Luis Enrique proclamó su cautela en la previa, avisó que su equipo saldría a ganar el partido como si nada estuviera sentenciado y cumplió con la promesa sin disimulo. Presionó sin piedad al PSG, le ahogó, le aburrió y le demostró la diferencia que sigue existiendo entre ambos. Porque cuando el Barça se pone... Se pone.

Un cuarto de hora le duró la esperanza a Laurent Blanc. Se acabó cuando Iniesta recogió un balón por delante de su propia área y se fue cabalgando, con una comodidad tan curiosa como inaudita, hasta el balcón del área del PSG. Se fue como quiso de cualquiera que le salió al paso porque nadie le fue a cortar con contundencia y le regaló la asistencia a Neymar para que tras driblar a Sirigu marcó el 1-0 que enterraba cualquier duda.

En apenas 15 minutos se había acabado la historia y en los siguientes 75', hasta que el noruego Svein Oddvar Moen señaló el final, el Camp Nou asistió a un tratado de control azulgrana ante la impotencia de un rival que corría tras el balón sin ton ni son, sin convencimiento y sin esperanza ninguna.

La tocó como quiso el Barça con, noticia, Messi de simple secundario. Sin necesidad de convertirse en líder porque el juego coral se bastaba para que la película del partido fuera otra que el dominio local, sin abusar pero con una claridad meridiana. Y así poco después de la media hora un centro de Alves fue a acabar con el 2-0, cabezazo de Neymar y con David Luiz de espectador de excepción.

Sin noticias de Ibrahimovic, con Cavani desesperado, Pastore en tierra de nadie y Verratti multiplicando su desespero, el PSG era, fue, poco menos que un juguete roto en manos de un Barça dibujado a la antigua, donde el rondo se hizo mayúsculo y la imagen de los jugadores visitantes persiguiendo el balón con impotencia mientras los hombres de Luis Enrique lo movían con mimo devolvió el pasado más glorioso a la escena.

Sentenciado, acabado y finiquitado el partido y la eliminatoria al final del primer tiempo, el segundo fue un añadido inneceario. Entró Xavi por Iniesta primero, Sergi Roberto por Busquets después y Pedro por Suárez más tarde en un mensaje claro del entrenador, pendiente ya del Espanyol, de dosificar fuerzas. Algo que recogieron sus hombres, descendiendo el ritmo y dejando ya pasar los minutos con menos intensidad que en el primer acto de la noche.

El Barça volverá, y por la puerta grande, a las semifinales de la Champions al cabo de dos temporadas. Con el Camp Nou entregado a su equipo, con la esperanza en primer término, la ilusión en pleno y el PSG aplaudiendo en silencio el atropello que sufrió a manos de un rival infinitamente superior.

No hubo discusión. Porque el grupo de Luis Enrique no lo permitió y el de Laurent Blanc nunca pudo presentar la batalla que tanto se había intuido cuando arrodilló al Chelsea. Aquí no hubo historia de ningún tipo.