Chile le ganó a Argentina por penales y es bicampeón de la Copa América

NUEVA YORK (EFE) -- Chile revalidó su título de Copa América al derrotar a Argentina en los penales, en un partido duro, intenso y con poco fútbol, casi calcado a la final que disputaron en 2015 y en el que ambos equipos tuvieron una expulsión en la primera mitad.

Francisco Silva anotó el gol decisivo en la tanda de penales y le dio a La Roja la segunda Copa América de su historia, la segunda seguida, todo un hito que supone una recompensa para la que es, probablemente, la mejor generación de futbolistas de este país.

Con su victoria, Chile redondeó un gran torneo en el que fue de menos a más, que comenzó con derrota ante Argentina y que culminó en forma de dulce revancha.

Para Argentina, la derrota es un nuevo golpazo, un nuevo gesto cruel del destino, la tercera final perdida en tres años, tras la del Mundial de Brasil y la Copa América de Chile, ocasiones en las que la gloria también le fue esquiva en una prórroga agónica y con penales.

Lionel Messi, siempre vigilado de cerca por varios defensores rivales, estuvo alejado del área chilena, Higuaín falló de forma estrepitosa una ocasión que podría haber cambiado el rumbo del partido y el aporte de Ángel di María fue testimonial.

Argentina fue superior en una primera parte truncada por las faltas y en la que hubo dos expulsiones con polémica, una por equipo, y Chile se hizo dueño del juego en la segunda mitad, pero ambos equipos fallaron las escasas oportunidades que tuvieron en sus pies.

En el comienzo del alargue, con dos equipos cansados, se sucedieron las ocasiones en ambas porterías, pero después ambos técnicos -Juan Antonio Pizzi más claramente- optaron por la prudencia y por jugarse el título desde los doce pasos.

A grandes rasgos, la final siguió el guión de la de Santiago del año pasado, un partido de fuerzas parejas, disputado en el centro el campo y en el que el músculo se impuso al arte.

El juego duro se tradujo en un ritmo cortado desde el comienzo y en una gran cantidad de faltas que le llevarían al árbitro, de tarjeta fácil, a expulsar a un jugador por cada equipo antes del descanso.

Fue una final con nervios a flor de piel, juego duro y mucha intensidad en la marca, un planteamiento que le convenía más a Chile y con el que era más difícil que sobresalieran las individuales.

Argentina avisó muy pronto, antes de que se hubiera cumplido el primer minuto, por medio de un tiro de Éver Banega que se desvió por muy poco del arco de Claudio Bravo.

Pero a la Albiceleste le costó un cuarto de hora comenzar a asentarse en el partido y a imponerse en el centro del campo, donde, Javier Mascherano le ganó a Arturo Vidal.

Sin la posesión, Chile no lograba meterse en el choque, la delantera estaba desconectada y la pelota sólo llegaba a los hombres de ataque por medio de algún pase largo, pero La Roja no consiguió tirar al arco hasta el minuto 56.

La ocasión más clara de la primera parte fue fruto de un error chileno, un mal control de Gary Medel que dejó el balón servido para Higuaín ante una retaguardia totalmente desguarnecida, pero el delantero falló el remate con el arco abierto de par en par.

El partido se rompió a la media hora, con la expulsión de Marcelo Díaz, hasta ese momento un puntal defensivo para Chile, por dos faltas seguidas a Messi, la primera clara y la segunda, muy discutida.

A pesar de la presión que ejerció, Argentina no aprovechó los casi quince minutos que dispuso con un hombre más y después se equilibraron las fuerzas con una rigurosa tarjeta roja a Marcos Rojo por una falta.

A raíz de esa expulsión, Mascherano retrasó su posición para reforzar la defensa y Argentina perdió el control del centro del campo, ante un Chile que jugó con más pausa e inteligencia en la segunda parte.

Pero el control no se traducía en ocasiones ante una Argentina que consiguió mantener a raya a su rival, aunque para ello, en algunos momentos se tuvo que parapetar en su propia área.

En el mejor momento de Chile, a los 79 minutos, llegó el primer tiro entre los tres palos de La Roja, en un remate raso de Eduardo Vargas, el máximo goleador de la competición, que salvó bien Romero.

En los últimos instantes, cuando Chile bajó las revoluciones por el cansancio, Argentina logró ejecutar una seguidilla de contragolpes, pero se fueron desviados los remates de Agüero, Banega o Messi.

En el alargue, con un comienzo más abierto, se sucedieron en ambos arcos dos grandes ocasiones de Vargas y de Agüero, que salvaron los porteros en ambas atajadas, pero en la recta final, Chile se replegó y llevó el partido a los penales en la que la suerte volvió a sonreír a Chile.