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El imborrable triunfo de Cabrera en Oakmont

BRISTOL -- Difícil tratar de explicar las sensaciones que viví en Oakmont en 2007.

Ángel Cabrera no estaba clasificado para jugar, y solo el cuarto puesto que obtuvo en Wentworth lo devolvió al Top 50 del mundo y le dio un lugar en el US Open.

Llegó el lunes solo para registrarse; el martes salió a jugar una ronda de práctica, pero el juego era muy lento por la dificultad de la cancha y él no se destaca por su amor por las largas esperas, así que decidió dar por terminado el día luego del hoyo 11.

El miércoles jugó los segundos 9 hoyos completos y el jueves jugó temprano la primera ronda. Su score de 69 era más que bueno y el viernes salió con la responsabilidad de ser uno de los punteros. Terminó el día por el hoyo 9 y de su score en el largo par 4 dependía el corte. Muchos oficiales de la USGA respiraron cuando Cabrera anotó par y con 140 quedó como líder, ya que eso significaba que los 151 no entraban.

El sábado sintió la presión de ser el puntero y su putter no lo ayudó. Los 76 golpes lo dejaron a 4 de Baddeley y a dos de Tiger, que jugaba en el grupo final con el australiano.

Temprano me encontré con Eduardo Gardino, su caddie, y luego de una breve charla me dijo: "Me gusta 69 para ganar".

Baddeley hizo 7 al 1 y desapareció del tablero, mientras que Cabrera tenía un comienzo formidable. El birdie del 11 lo puso definitivamente en la punta y ahora dependía de él. Los dos golpes en el 15 quedarán en mi memoria por siempre y el título estaba cada vez más cerca, pero llegaron los 3 putts del 16 y el fatídico bogey del 17. Seguía al frente, pero ahora empatado con Furyk que jugaba detras de él.

Llegó al 18 con una sola misión y pegó un driver como solo Cabrera puede hacerlo. El segundo golpe con el wedge fue apenas largo, pero se fue con el par y se sentó a esperar.

"Faso a Faso" tituló Olé esa semana y así fue la espera en una pequeña sala junto a su caddie, manager, y nuestro John Suttclife.

Furyk subió el 17 y no pudo bajar el 18. Solo quedaba Tiger y el Nº1 del mundo tenía un putt similar al del Pato en el 18 para empatar. Por suerte jugó mucha caída y Cabrera se transformó en campeón del US Open.

El club nos reservó un salón especial dentro del club house para una cena que duró hasta altas horas.

Hubo palabras emotivas de los amigos de Cabrera, alguna lágrima se escapó también y nos fuimos de Oakmont esa noche con la alegría de haber sido testigos de algo único.

Recién con el tiempo nos dimos cuenta lo que este cordobés había logrado.

No sabíamos que dos años más tarde nos traería otra gran alegría, pero aquella semana en Oakmont será inolvidable.