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Le debo mi carrera como golfista, y quizá mi existencia, a Arnold Palmer

Es muy posible que deba darle las gracias a Arnold Palmer por mi existencia. Lo recordé la noche del domingo, cuando la muerte de Palmer saltó a las primeras planas.

Todo el mundo parece tener un relato sobre el tiempo que compartieron con "El Rey". Si bien tuve la suerte de conocerlo en su campo local –Latrobe Country Club en Latrobe, Pennsylvania– durante mis días como golfista profesional, Palmer tuvo el mayor impacto indirecto en mi vida cincuenta años atrás, mucho antes de mi nacimiento.

Mi padre, Alex Álvarez, profesional de golf durante muchos años, rememoró conmigo sobre la primera vez que vio a Arnold Palmer jugar y el efecto que esto tuvo sobre su vida durante años.

Palmer jugaría en la Copa Mundial de Golf en 1967 disputada en el Club de Golf México en la Ciudad de México. Mi abuela, Mami Cuy, que amaba el golf casi más que a sus propios hijos, ansiaba verlo. Mi padre tenía 16 años y, en aquel entonces, jugaba en una selección juvenil de futbol en México. Aunque ya había jugado golf antes, no era su primer amor. De hecho, peleó con mi abuela porque lo obligó a perderse uno de sus partidos de futbol para ver a Palmer y Jack Nicklaus representar a los Estados Unidos.

Mi abuela amaba a Palmer más que nada y formaba parte del "Ejército de Arnie". Amaba su carisma y personalidad y quería que su hijo lo viera en persona. Mi padre había escuchado hablar de él, pero fue en el hoyo 13, un largo par 3, cuando mi padre vio el verdadero carácter de Palmer.

Por muy poco, Palmer no logró subirse al green y estaba poteando desde el ante-green.

"No había cuerdas en el campo. Cientos de personas rodeaban el green. Todos querían ver a Palmer y Nicklaus", dijo mi padre.

Hasta este momento, mi padre había estado siguiendo a Palmer y estaba sorprendido de ver lo mucho que el golfista se divertía.

"Se reía, felicitaba a Nicklaus y sonreía y saludaba a la multitud. Empecé a darme cuenta de que el golf no tenía que ser necesariamente un deporte aburrido".

Fascinado, mi padre se metía entre las piernas de las personas para acercarse más al green y ver a Palmer terminar el hoyo. Observó junto a él a una jovencita de unos cinco años moviéndose nerviosamente y haciendo ruido. Cuando sus padres intentaron calmarla, comenzó a llorar.

En ese momento, Palmer estaba parado ante la pelota para realizar el putt. Retrocedió, cruzó el green y le dijo a la niña, "Está bien, es solo un juego".

Terminó el hoyo y se acercó para entregarle la pelota a la pequeña niña.

"Por algún motivo, aquel momento realmente me impresionó. Nunca antes había visto semejante espíritu deportivo y el hecho de que lo hubiera llamado 'solo un juego' me hizo comprender que me tomaba las cosas demasiado en serio", dijo mi padre.

Ese día, mi padre se quedó a observar la ceremonia de entrega del trofeo, en la que Palmer se llevó reconocimientos individuales. También observó a Palmer quedarse un par de horas más para firmar autógrafos, lo cual lo impactó aún más.

Después de este torneo, mi padre decidió tomar el golf más en serio y la personalidad de Palmer influyó en gran medida. "Su reputación era todo para él, y vivió con integridad y respeto".

Ya que su madre amaba tanto a Arnie, mi padre decidió convertirse en fan de Nicklaus para que pudiera haber cierta rivalidad en casa. No obstante, mi padre decía que, aunque no era "fan" de Palmer, sí era su "admirador", lo cual tenía más valor. De hecho, cuando mi padre comenzó su blog sobre golf hace algunos años, lo tituló, "Golf is Just a Game" (Golf, es solo un juego).

Mi padre se dedicó al golf a nivel competitivo y jugó golf colegial en la Texas A&I University en Kingsville, Texas, donde finalmente conoció a mi madre.

Si miramos atrás, se puede afirmar que si mi abuela no hubiera formado parte del Ejército de Arnie, si no hubiera tomado a mi padre de la mano para obligarlo a ver golf, es muy posible que yo no hubiera nacido.

Cuando le pregunté esto a mi padre, dijo riendo: "Sabes, nunca me había puesto a pensar en ello, pero ahora que lo dices..."

Aunque, obviamente, todo esto no es más que especulación, no puedo evitar pensar que en parte es verdad.