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Otro ojo morado para el boxeo

LOS ÁNGELES -- Nunca antes en mis largos años cerca de los cuadriláteros de boxeo, la palabra 'robo' se repitió con tanta insistencia, con tanta sonoridad y casi como un veredicto de unanimidad, por parte de aficionados, prensa y gente relacionada con el box, luego del desenlace de la tercera confrontación entre Manny Pacquiao y Juan Manuel Márquez, la noche del pasado sábado, en el MGM de Las Vegas.

Porque nadie, o muy pocos, vieron lo que tres jueces encargados de calificar el combate, plasmaron en su hoja de anotaciones, en una decisión otra vez dividida y discutida, a más no poder, por tercera vez en igual número de pleitos entre el filipino y el mexicano.

Y tan sólo ese hecho, deja al descubierto que Pacquiao, simplemente, no ha podido plasmar su tan cacareada superioridad, su ventaja en cuanto a la edad, ni su abrumador favoritismo, sobre Márquez, a no ser porque se ha refugiado entre las faldas de los jueces para mantenerse como campeón mundial.

El controversial desenlace deja, nuevamente, un fuerte y penetrante tufillo nauseabundo que emana de un deporte criticado desde siempre, cuestionado y señalado como un refugio de fascinerosos, como una sociedad de mafiosos, donde la trampa, y las sospechas de peleas "arregladas," han sido el pan nuestro de cada día.

El 2011 ha sido prolijo, en cuanto a finales de peleas que enlodan la imagen y la credibilidad del deporte de las narices chatas y las orejas de coliflor.

Víctor Ortíz ante Floyd Mayweather hijo, Bernard Hopkins y Chad Dawson, entre las más recientes, porque no hace mucho, también se dio el escándalo en aquel pleito entre Antonio Margarito y "Sugar" Shane Mosley.

Lo sucedido el fìn de semana en el Grand Garden Arena, simplemente, deja otro ojo morado a la industria del boxeo.

Y que los organizadores de la velada y los dueños del inmueble se den por bien servidos de que la concurrencia que llenó hasta los topes la arena, con una notable mayoría de seguidores de Márquez, representaban a una clase de la parte alta de la sociedad mexicana, con aficionados pudientes, educados, que más allá del apoyo incondicional, de los cánticos, del "sí se puede" que en el episodio final pasaba a ser un "sí se pudo," convencidos todos de que solo habría un ganador, para luego finalizar con los gritos de "robo, robo," si protestaron el veredicto, pero dentro de los canales de la civilidad.

Con otro tipo de público, más apasionado, más impulsivo o explosivo, aquello pudo haber culminado en una desgracia.

"Yo no sé lo que está pasando aquí en Las Vegas. Todos ustedes vieron lo que sucedió. No es justo, Márquez le ganó toda la pelea," dijo un alteradísimo Ignacio Beristaín, apenas al bajar del cuadrilátero, frente a reporteros que captábamos sus primeras impresiones.

Y estamos totalmente de acuerdo con Don Nacho: algo muy feo está sucediento en Las Vegas, en cuanto al boxeo.

Hay quien supone que a nadie, ni a los promotores, al pay per view, ni a los casinos les venía muy bien, desde lo comercial, ver a un monarca en su apogeo, en la cúspide de la popularidad, destronado por un veterano de 38 años.

Hubiesen quedado truncados los planes para ese esperado choque entre Pacquiao y Mayweather, quien, por cierto, ya le ganó a Márquez.

Las pérdidas de las casas de apuestas hubiesen sido multimillonarias, pues la afición mexicana que invadió la ciudad de las luces sin fin, le metieron hartos dólares a esa línea que decía que apostarle uno al triunfo de Márquez, te multiplicaba el capital por diez.

Y ni qué decir de la apuesta a un nocaut de Juan Manuel, que pagaba al 12 por1, o la apuesta enlistada como la número 5905, en el MGM, que dejaba dividendos de 40 a 1, por un nocaut del mexicano sobre el filipino, en el quinto episodio,

Otro tema, son los cinco días de anticipación con los que la Organización Mundial de Boxeo, que preside Francisco "Paco" Valcárcel, nos informó que el árbitro sería Tony Weeks y los jueces, todos estadounidenses, Dave Moretti, Robert Hoyle y Glenn Trowbridge, de la Comisión Atlética de Nevada.

Otro detalle que dio mala espina, fue el largo tiempo que pasó entre el final de la pelea y el anuncio oficial del desenlace.

Son demasiados cabos sueltos, que atándolos todos, da como para pensar mal. Abre un amplio espacio para que impere la sospecha.

Por ello, es urgente que los organismos que rigen el deporte y todas las partes interesadas e involucradas en el mismo, hagan un acto de contrición y, a la voz de ya, hagan lo que sea necesario, para intentar recuperar una credibilidad que se va perdiendo.

Por mi parte, pongo un granito de arena y les dejo, ahí como algo perdido, una humilde sugerencia:

Una cartelera de boxeo con tres peleas de revancha. Hopkins-Dawson, Ortiz-Mayweather, Pacquiao-Márquez, en el Estadio de los Cowboys de Dallas, sin pay per view y con televisión abierta al mundo entero, con todas las ganancias dedicadas a la niñez, a la UNICEF, a programas en contra de la violencia contra la mujer, o contra el cáncer de mama.

Rigo Cervantez es un veterano del periodismo deportivo. Ha sido comentarista de radio para los juegos de Chivas USA y del Galaxy en la MLS. Su experiencia incluye coberturas de Copas Mundiales, Juegos Olímpicos, peleas de boxeo de campeonato mundial, Series Mundiales de Grandes Ligas y eliminatorias mundialistas.