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'Showtime', blasfemia de la nueva era

LOS ÁNGELES -- El pasado y el presente de Los Angeles Lakers se dio la mano el viernes durante el acto de presentación de la estatua de Kareem Abdul-Jabbar.

Aquella época dorada de los ochenta y con un hueco imperecedero en la historia recibió un homenaje en conjunto a través de un honor individual vestido de bronce y en una pose de leyenda. El 'sky hook' se mantendrá como la seña de identidad no sólo de un jugador primordial en la franquicia sino del referente del momento más florido de los laguneros.

Durante el periodo comprendido entre 1979 y 1989, varios nombres propios guiados por un Pat Riley carismático y perfectamente capacitado lograron la gesta de ganar cinco campeonatos e implantar un estilo de juego propio y muy difícil de frenar.

'Magic' Johnson, el propio Abdul-Jabbar y James Worthy lideraron a un plantel creado para ganar y ofrecer un juego espectáculo sin igual.

Este viernes, el 'Showtime', el verdadero e inigualable, recibió un caluroso homenaje en un momento en que el presente lagunero vive una renovación exprés con el fin de lograr el ansiado campeonato. Las prisas están marcando el proyecto de esta temporada y las ansias por cumplir con el guión que tanto Mitch Kupchak como la familia Buss tienen en la cabeza han llevado a que las palabras no se trasladen a los hechos. Más aún, están consiguiendo que las palabras, una en concreto, la palabra, pierda su significado original. Me explico.

La llegada de Mike D´Antoni estuvo marcada por una rueda de prensa de casi una hora en la que el nuevo coach, convaleciente de una operación en la rodilla, dio las mil y una razones por las que los Lakers irán a por todas este año. La primera frase que salió de su boca fue para mencionar unas letras que están escritas en oro y púrpura: 'Showtime'.

"Queremos devolver el 'Showtime' a Los Ángeles", comentó cuando las grabadoras de las decenas de periodistas no llevaban ni un minuto funcionando.

Aquella mención que pareció pactada de antemano con Kupchak para levantar los ánimos de los aficionados y frenar las críticas de la prensa por el desastre de Mike Brown y la manera en la que se gestionó la no llegada del adorado Phil Jackson logró el efecto pretendido.

Tras la victoria ante Phoenix Suns, muchos medios de comunicación enfocaron sus crónicas en la vuelta del 'Showtime', algo no sólo prematuro e irresponsable, sino alejado de la realidad.

Las razones que llevaron a que 'Showtime' acuñara ese término tuvieron un peso tal, que resulta hasta una blasfemia el siquiera considerar que estos Lakers marcados por la ligereza podrán acercarse mínimamente a lo que se vivió en los ochenta. Las diferencias son obvias y aunque la materia prima promete, la urgencia es la peor consejera de este nuevo proyecto.

Steve Nash, Kobe Bryant, Pau Gasol, Dwight Howard y Metta World Peace son los baluartes de la ilusión lagunera, pero no nos engañemos, por muy genio ofensivo que sea D´Antoni, por muy efectivos que sean los naipes, por muy rápido que sea este juego de 'run and gun', el de los Lakers es un proyecto a corto plazo. Un año o como máximo dos.

Esta fórmula no es la más recomendable, y es que la diferencia es abismal entre un plantel joven como el que formaron un 'Magic' Johnson recién salido del draft en 1979, James Worthy, que 1985 contaba con 24 años y un Abul-Jabbar veterano pero en el mejor momento de su carrera; con estos Lakers envejecidos con Nash, 38 años de edad, Kobe, con 34 y Gasol con 32. Estamos comparando la tranquilidad temporal y la placidez de juego con la presión por llegar a ser los mejores a base de talonario y de una manera instantánea.

Es bueno mantener la ilusión y nadie sabe si los laguneros acabarán por hacerse con uno o dos campeonatos en los próximos dos años. Tampoco si serán capaces de desplegar el juego espectáculo que promete D´Antoni de una forma regular y sin que las piernas sufran demasiado. Puede que sí; puede que no.

Lo que está claro es que 'Showtime' no hay más que uno y utilizar este concepto para tratar de describir una nueva era (perecedera y con menos estatuas) es insultar a la inteligencia de los aficionados.

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