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Cuando los Lakers quieren, pueden

La gira por la Costa Este llegó a su final tras cuatro encuentros lejos del Staples Center y el bagaje de Los Angeles Lakers fue de mal a mejor (2-2). Las expectativas previas al viaje al otro lado de EE.UU. no eran muy halagüeñas, el mes de diciembre certificó el mal momento de los laguneros con un balance de 1-4 antes de la gira y las difíciles empresas previstas no apuntaban maneras.

Al mismo tiempo, la oportunidad de remontar el vuelo era obvia, sobre todo si lograban dejar un buen sabor de boca ante los New York Knicks, equipo líder de la Conferencia Este. Nada más lejos de la realidad.

La cita ante los neoyorquinos, la misma que podría haber significado el resurgir de los angelinos, acabó por hundirles más aún, haciendo incluso más dolorosa la derrota anterior en Cleveland ante los Cavaliers.

En ambas citas, los laguneros no fueron capaces de esconder los defectos que desde el comienzo de la temporada sonrojan sus mejillas. La falta de ritmo, la lentitud, el desaliento generalizado, la poca consistencia defensiva y la falta de eficacia ofensiva fueron algunos de sus lastres, el sistema creado por y para Kobe Bryant no funcionaba y la carga de minutos al jugador parecían ser en vano. Ya son seis citas consecutivas en las que Bryant llega o supera los 40 minutos de juego.

Luego de que los neoyorquinos superaran a los californianos en todos los aspectos, a los pupilos de Mike D´Antoni ya solo les quedaba margen para la mejoría. Un día más tarde, se medían a Washington Wizards, el peor equipo de la NBA hasta el momento. Estaban obligados a conseguir la victoria, y así lo hicieron. Lo contrario hubiera desatado una tormenta de desesperanza difícil de digerir.

Vencieron, no sin sufrimiento, ni tampoco sin volver a caer en los mismos errores, pero gestaron la victoria; con altibajos y empleando a fondo a sus estrellas. La de Washington era la única cita en la que no se podía fallar y los laguneros cumplieron con el guión.

Pero la desazón sigue siendo la bandera de los Lakers. El triunfo del domingo ante un equipo harto complicado como Philadelphia 76ers ante una afición de lo más intensa fue incluso más claro que el cosechado ante los Wizards. Hacía mucho que no se veía a un equipo equilibrado capaz de brillar al unísono sin hacer de Bryant su único bastón.

Es por ello, que tras una gira de cuatro partidos en la carretera con dos tropiezos iniciales, el sentimiento de positivismo parece que va camino de recuperarse. Todavía quedan dudas sobre si lo visto en los dos últimos encuentros es otro espejismo más, un oasis finito en medio del desierto. Aunque lo cierto es quedarse con la sensación de que lo mejor está por llegar.

Hace casi un mes que los Lakers no registraban dos o más victorias al hilo. Las del viernes y el domingo rompieron una racha negativa de cuatro derrotas consecutivas y dejaron varios aspectos destacables:

Que Kobe Bryant sigue imparable, que Metta World Peace demostró estar más que capacitado para brillar cuando le plazca, que la banca va ganando enteros gracias a la presencia de Jodie Meeks y Darius Morris, que la energía de los laguneros es fundamental para hilvanar victorias, que la defensa va ganando enteros, que el ataque goza de una mayor movilidad; en definitiva, que estos Lakers, cuando quieren, pueden.