Beisbol Experience
Marly Rivera | ESPN Digital 7y

Miguel Montero: 'Cuando vine a EE.UU., tenía una mentalidad diferente al resto'

Como parte del proyecto de Béisbol Experience, estaremos publicando una entrevista cada día desde el 15 al 25 de junio. Las podrán encontrar todas en espndeportes.espn.com/beisbol/beisbolexperience/. 

Esta entrevista se hizo en español y se tradujo al inglés. Se puede leer aquí.

Dieciseis años después que los Diamondbacks de Arizona lo firmaran como prospecto, el receptor de los Cachorros de Chicago Miguel Montero recuerda los problemas iniciales que tuvo con el dinero, su relación con su padre y lo que lo separa de otros prospectos de Latinoamérica. 

¿Qué fue lo más difícil cuando primero te mudaste de Venezuela a Estados Unidos?

La primera vez que viajé a Estados Unidos fue cuando firmé. El salario era muy pequeño y no daba para nada. No podías comer en todos los lados porque no tenías plata. No teníamos transporte a lo mejor para ir al gimnasio en la mañana, así que teníamos que agarrar taxi, pero no siempre lo podíamos pagar, así que íbamos caminando o en bicicleta. También al alquilar un apartamento, porque llegas aquí y no tienes crédito. Vivíamos seis en un apartamento, porque era lo que podíamos pagar. Y nos teníamos que ayudar para poder comer, para así poder tener plata para otras cosas.

Dame un ejemplo de algo que recuerdas de cuando tuviste que pasar mucho trabajo

Cuando comencé no tenía nada de dinero. Nada. Pero fue mi propia culpa. Me lo gasté en un par de zapatos, $60. Pensé que nos iba a dar la comida en el refrigerador. Pero cuando llegamos no había comida. Así que pasé un poquito de hambre esos tres días y me acuerdo que llamé a mi mamá. Ella me mandó dinero porque le dije que estábamos pasando hambre. Y se puso a llorar. Me dijo 'Vente [para Venezuela], no esté pasando trabajo' y mi papá le arrancó el teléfono de la mano y le dijo, 'déjalo que se haga hombre. Usted quiere ser pelotero, entonces usted se queda allá. Así que póngase los pantalones y vaya a jugar pelota que eso es lo que usted quería hacer'. Nunca más los llamé.

Esas son cosas que uno aprecia. Resolvimos porque teníamos un lanzador, Juan Carlos Ovalles, que recibió un buen bono por firmar y justamente le llegó el reembolso de su declaración de impuestos y me invitó a comer. Fuimos a McDonald's y me comí mi hamburguesita. Todavía aprecio eso.

¿Hubo algún compañero específico que te ayudó más a aprender inglés?

Un compañero que es coach de Arizona; se llama Luís Urueta. Él fue a un colegio bilingüe en Colombia. Él hablaba inglés perfecto. Él y yo éramos compañeros de cuarto en los viajes visitantes y siempre le preguntaba 'cómo se dice esto, cómo se dice aquello'. Fue una cuestión de seis meses; ya yo traducía a los latinos cuando teníamos reuniones. Era el traductor oficial. Lo sigo siendo.

Cuando yo vine a Estados Unidos, tenía una mentalidad diferente de otros peloteros. Para muchos peloteros, la meta número uno es jugar en Grandes Ligas. Mi meta número uno era aprender el idioma. Porque si sabes dos idiomas, se te pueden abrir otras puertas. Si no llegas a Grandes Ligas, se te puede abrir una puerta como cazatalentos, como coach, se te puede abrir una puerta en otro país.

¿Hubo algún momento en que te arrepentiste y que te quisiste regresar a Venezuela?

Creo que nunca estuve cerca de irme, pero siempre me cruzó por la mente.

¿Cómo has criado a tus hijos entre las dos culturas?

Hay un balance. Hay que buscar lo mejor de cada una de ellas. Me gusta la cultura de nosotros los latinos, que somos muy familiares. Eso es lo que quiero que mis hijos sean. Que sean cariñosos. No que a los 18 años se me vayan de la casa.

¿Qué opinas del llamado 'código' en MLB?

Siempre tienes que respetar el juego dondequiera que juegues. Tienes que respetar a los contrarios. Respeta para que te respeten. Pero la pasión no se debe confundir con la falta de respeto.

¿Cuál ha sido el momento más difícil hasta este momento de tu carrera?

En lo personal, cuando mi papá murió. Imagínate, yo llamaba todos los días a mi papá en la mañanita, a primera hora cuando me montaba en el carro y me iba para el estadio. Cuando murió, yo estaba en los entrenamientos primaverales. Me fui a Venezuela una semana. Regresé de Venezuela a seguir el entrenamiento y cuando arrancaba el carro se me empañaban los ojos y tenía que pararme a un lado [de la carretera] porque no podía ni ver. Agarraba el teléfono para llamarlo y luego me decía '¿a quién voy a llamar?, porque no está ahí'.

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