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Un equipo para la historia

Messi y Mascherano, dos argentinos campeones de Europa Getty Images

BUENOS AIRES -- Se hace difícil seguir escribiendo sobre el Barcelona sin arriesgarse a caer en el lugar común, la repetición y el elogio desmedido.

Pero después de la final de la Champions League y de la contundente victoria 3-1 sobre el Manchester United, es más difícil todavía no rendirle tributo a un equipo que está, sin lugar a dudas, entre los mejores de la historia del fútbol mundial.

COUP DE CHAPEAU

Abidal
Esta semana, me saco el sombrero delante de Puyol y de Xavi. Ambos le cedieron la cinta de capitán a Abidal, para que el lateral francés, quien hace apenas dos meses se operaba de un tumor en el hígado, levantara la Copa de Europa antes que nadie. Toda una muestra de espíritu colectivo, digna de aplaudir y de imitar.

Si algo le faltaba a este Barcelona de Pep Guardiola para confirmar su supremacía era la demostración de poder que ejerció ante el Manchester en la final de Wembley. Fue tanta la superioridad, que por momentos uno se olvidaba que del otro lado está el segundo mejor equipo de Europa y probablemente del mundo.

Así es este Barcelona: termina ridiculizando al adversario más poderoso que pueda existir. Hace que para el espectador común y corriente parezca sencillo jugar al fútbol y, sobre todo, hacerlo de manera colectiva.

Y eso que el partido no se le planteó fácil de arranque, por puro mérito del Manchester. Los de Ferguson salieron a buscarlo muy arriba y a apretarlo en todos lados, consiguiendo así cortar los circuitos de fútbol de los españoles.

El problema es que eso duró poco, porque es extremadamente difícil sostener ese tipo de presión a lo largo de 90 minutos. Y en cuanto la presión afloja, empiezan los problemas. Porque en cuanto se le deja la pelota y un poco de espacio y tiempo para pensar al Barcelona, se pone en funcionamiento la máquina de jugar al fútbol, lo hacen como ellos lo pretenden y se hace complicadísimo contrarrestrarlo.

El arquitecto fue Xavi, una vez más, y por eso lo destaco como el mejor del partido junto a Messi. Por él pasa la distribución de ese monopolio del balón, y con paciencia y timing él va construyendo el camino hacia el arco.

Así lo hizo en el gol que abrió el partido, yendo para un lado y para el otro y colocando una pelota genial para Pedro, que además definió con una claridad tremenda.

El gol del empate, si bien fue la culminación de un gran encuentro entre Giggs (apenas adelantado) y Rooney, se vio azaroso ante el desarrollo del juego, que indicaba una posesión que solía estar 70/30 a favor del Barcelona. Y que el primer tiempo terminara así, 1-1, hacía pensar que, quizás, el Manchester podía llegar a encontrarle la vuelta a la final.

Pero cualquier ilusión que tuviera el Manchester murió en la primera parte de la segunda etapa. Barcelona volvió a imponer su juego y, por lógica decantación, llegaron los goles.

Ambas conquistas tuvieron el valor agregado de que fueron con remates desde afuera del área, mostrando la inteligencia de un equipo que, cuando no puede meterse con pelota y todo en el arco (cosa que hace muy seguido), tiene recursos como para anotar de otra manera. Ante el enjambre de piernas que superpoblaba el área inglesa, primero Messi y luego Villa ejecutaron con maestría para así ejecutar al Manchester.

Fue en ese momento del partido que el Barcelona ejerció un dominio abrumador. La pelota iba y venía sin que los jugadores del Manchester consiguieran siquiera acercarse a ella o a las piernas de sus rivales. Y eso que los ingleses trataron hasta último momento de revertir la historia, y cayeron de pie, con todo el orgullo y la categoría de un equipo de primer nivel.

Pero eran armas muy escasas frente al tremendo poderío colectivo del Barcelona. Y ese funcionamiento de equipo tan aceitado nos obliga a recordar que más de la mitad de este equipo fue también campeón del mundo con España hace menos de un año en Sudáfrica.

Piqué, Busquets, Xavi, Iniesta, Villa y Pedro estuvieron de entrada en las dos finales. También Puyol, que esta vez entró de manera simbólica cuando se acababa el encuentro. Y Víctor Valdés fue parte del plantel campeón en Sudáfrica. Con tantos nombres repetidos, la continuidad en el juego y en el protagonismo de ambos equipos no deja de ser una consecuencia absolutamente lógica.

A eso se le suman otros tres internacionales de primer nivel, como Dani Alves, Abidal y Mascherano. Ah, y no se olviden del mejor jugador del mundo, creo ya sin ninguna discusión: Messi. En Wembley lo confirmó con su gol, siendo el mejor de la final y del torneo, del que además fue su máximo anotador, pero sobre todo, con la manera en que jugó el partido, desarmando a la defensa del Manchester cada vez que los encaró a puro amague y gambeta.

Con lo poco que me gusta dar consejos, sí hay algo que que le puedo decir a Guardiola a partir de ser mayor: que se quede a vivir en Barcelona, donde tiene un excelente grupo de jugadores, en el que todos comulgan con la misma idea futbolística y la aplican a la perfección gracias a su gran sentido colectivo. Miren si no cómo culminó la ceremonia de entrega de premios, ante la cual me saco el sombrero (ver COUP DE CHAPEAU).

Realmente, más no se puede pedir.

Felicidades.