Hiram Martínez 12y

Nuevo capítulo de Cuba en MLB

PHOENIX, Arizona -- El plan es sencillo y complicado a la vez: salir de Cuba, ya sea en un viaje de la Selección de béisbol o por la arriesgada vía marítima, pedir asilo político en un país que no sea Estados Unidos y esperar a que llegue una buena oferta de alguno de los 30 equipos para firmar un contrato multianual que te garantice varios millones.

La parte complicada de la nueva generación de peloteros cubanos es la de abandonar familiares y amigos en Cuba, adaptarse a una nueva cultura y a un nuevo sistema económico, tratar de aprender inglés y, a fin de cuentas, vivir una vida totalmente diferente fuera del terreno de juego.

"Es un cambio grande", comentó el novato Yoenis Cespedes, quien firmó un contrato de cuatro años y $36 millones con los Atléticos de Oakland. "Es difícil dejar familia, mi bebé de dos años, y llegar aquí, al desierto. Pero, cubano al fin, uno se adapta a todo. Soy una persona que cuando entro al diamante, lo bloqueo todo, bloqueo todos los problemas. Es mi sueño y mi familia, mis amigos, todos me apoyan".

Céspedes ya cumplió parte de su sueño el miércoles, cuando fue el jardinero central titular y conectó su primer hit -un doble- frente a los Marineros, en el partido inaugural de la temporada en Japón.

La otra parte recién comienza y de eso pueden dar fe Kendrys Morales y Aroldis Chapman, que iniciaron la travesía hace unos años, y todavía en distintas etapas de adaptación. Este trío encabeza una nueva oleada de peloteros cubanos en las Grandes Ligas, que si bien mantiene el estándar de calidad que le dieron Adolfo Luque, Martín Dihigo, Luis Tiant, Tany Pérez, Tony Oliva y otros grandes, viene de una realidad muy distinta a esos pioneros.

"Hay un buen grupo y creo que va a crecer en los próximos años", comentó Dagoberto Campaneris, miembro de la dinastía de los Atléticos que ganó tres Series Mundiales de 1972 a 1974. "El número de peloteros cubanos se va a triplicar, porque el talento es inagotable. Pero por ahora, los muchachos se tienen que tomar esos riesgos que se están tomando".

Cuba prohibió el béisbol profesional desde que Fidel Castro llegó al poder en 1959. Su equipo nacional aficionado de béisbol se convirtió en la principal potencia del deporte, ganando 18 titulos mundiales aficionados, tres medallas de oro olímpicas y doce cetros panamericanos. Aun con las deserciones recientes, finalizaron segundos en el Clásico Mundial de Béisbol en 2006.

Pero los aprietos económicos conocidos que enfrenta la isla y la posibilidad de probar su talento más allá de sus costas ha tentado a los peloteros a cruzar el umbral y probar suerte en el profesionalismo, una alternativa que ni siquiera se discutían en la década del 70 y 80. Después de todo, muchos tenían el talento y sabían que le podían sacar dinero. En medio de un periodo especial en 1991, Arocha fue el primero en abrir la puerta hacia las mayores.

El "shock" cultural

En mayor o menor grado, Céspedes, Morales y Chapman, han enfrentado las mismas dificultades de adaptación de todos los peloteros cubanos desde que René Arocha rompió la barrera al dejar la selección para firmar con los Cardenales de San Luis en 1991.
Pero la idea de probarse ante el mejor talento del mundo, además de las tentaciones económicas frente a la situación de carencia de recursos en la antilla mayor, los llevó a tomar la decisión sin demasiado temor al fracaso.

"Estaba con la selección desde 2003, pero el trato que recibía no era igual al de otros jugadores", comentó Céspedes. "La mala atención que me dieron fue lo que me hizo. Bastante aguanté, este año no aguanté más y decidí irme. Mi familia me apoyo. Si hubiese sabido, hubiese salido antes. Yo nací para jugar béisbol y en Cuba me estaban tronchando ese deseo".

No sólo se trata de aprender un nuevo idioma, como la mayoría de los peloteros latinoamericanos, sino enfrentar un nuevo sistema económico que de momento, les permite obtener todo lo que el dinero pueda comprar. Pero a la vez, los lleva a encarar otras situaciones a las que no estaban acostumbrados en la Isla: comprar casa, auto, pagar hipoteca, contribuciones, buscar buenas inversiones que protejan sus millones, definir qué amigos están por dinero y quiénes están por interés... todo a la vez.

"Lo más difícil es ese cambio", comentó Ariel Prieto, un ex lanzador que salió legalmente de Cuba en 1995 y jugó en las mayores por seis temporadas. "Esto es un béisbol muy organizado, que depende mucho de sus reglas, de sus fundamentos, de sus actitudes, de su disciplina... y que te presenta la garantía de que si le das agresividad en el terreno, vas a estar bien. No te piden más nada, te lo dan todo, y lo que uno tiene que hacer es dar lo mejor en el terreno".

"Fuera del terreno, es otra historia", agregó Prieto. "Hay otro proceso de adaptación, un sistema de vida nuevo, dejar a su familia... Pero ese es el sueño de ellos, tienen mucho deseo y mucha hambre y eso los ayuda a tener éxito".

Prieto, quien ahora es coach en la organización de los Atléticos, tomó un camino distinto al del resto de los jugadores de la nueva generación. Al salir legalmente hacia Estados Unidos, pasó a formar parte del sorteo de jugadores y fue seleccionado en el quinto turno de la primera ronda por los Atléticos en 1995. Firmó a finales de junio y a principios de julio ya debutó en las mayores.

Sin embargo, sus problemas de adaptación fueron los mismos que enfrentan todos los cubanos.

"Llegar aquí es un 'shock' para todos", indicó Prieto, quien sirve de traductor a Céspedes. "De repente, estás en el béisbol de Grandes Ligas. Yo llegué en medio de la temporada y Yoenis llegó en entrenamiento primaveral, pero sé por lo que está pasando en términos de adaptación y sé que no es fácil. Por otro lado, en Cuba no hay una Clase A corta, ni doble A, ni Triple A. Los muchachos a los 17 años ya están jugando con veteranos y juegan un béisbol más creativo. Por lo tanto, llegan con una buena experiencia".

Morales, quien salió de Cuba después de varios intentos, considera que la adaptación en el terreno es mucho más fácil que la que le espera en el nuevo sistema. No obstante, encontrarse de pronto con la opulencia de las Grandes Ligas, con gente que les carga las maletas, los hoteles de lujo y dinero para todo, puede resultar ser una navaja de doble filo.

"Hay varios obstáculos que pasar. El idioma, el sistema de vida es más espléndido, el capitalismo es muy diferente al socialismo y hay que ajustarse bastante bien", explicó el inicialista, quien no quiso hablar de cómo salió de su país. "Uno llega aquí y ve los viajes en aviones, las cosas que ponen en el 'clubhouse', cómo se manifiestan las cosas y eso le choca a uno. Tiene que ser bastante fuerte mentalmente para que eso a uno no lo afecte".

Chapman, quien firmó un contrato de seis años y $30 millones con los Rojos de Cincinnati a los pocos meses de abandonar la selección en Holanda, considera que lo menos complicado es jugar béisbol.

"En el terreno, yo no he hecho nada distinto de lo que hacía en Cuba, incluso en los entrenamientos", comentó Chapman. "Lo más difícil es la adaptación, todo lo que implica vivir en Estados Unidos. La clave es adaptarse lo más rápido posible y que eso no le afecte a uno en el terreno".

Chapman intentó salir por primera ocasión en 2008, lo que le ganó una suspensión del torneo nacional y del equipo que jugó en los Juegos Olímpícos de Beijing. Reapareció en el Clásico Mundial de Béisbol, pero logró su objetivo durante una gira con el equipo por Holanda.

"Después fui a España, pero terminé en Andorra, porque era más fácil llenar los papeles y todo el procedimiento", comentó.
En Cuba, dejó a sus padres y a una hija recién nacida.

Cuba, potencia dormida

Luego de que René Arocha diera el salto a las mayores, le siguió una rotación completa de lanzadores cubanos. En busca de sus pasos, salieron Prieto, Osvaldo Fernández, Rolando Arrojo y los hermanos Liván y Orlando "El Duque" Hernández. El campocorto Rey Ordóñez cortó la cadena de lanzadores en 1993. "En parte, fuimos los lanzadores los que nos volvimos locos", recuerda Prieto.

En 1970, habían 30 cubanos activos en las mayores, entre los que estaban Campaneris y superestrellas como Luis Tiant, Miguel Cuéllar, Tony Oliva y un futuro miembro del Salón de la Fama, Tany Pérez. En 1986, el último de Pérez, el número se redujo a tres, y en 1991, antes de la primera oleada de lanzadores, sólo había cuatro nacidos en Cuba: Nelson Santovenia, José Canseco, Rafael Palmeiro y Tony Fossas.

Los éxitos del equipo nacional aficionado daban una buena pista de que Cuba era una cantera escondida que resultaba una tentación para los escuchas de todas las organizaciones. La mejor prueba fue la victoria del conjunto cubano en dos partidos de exhibición frente a los Orioles de Baltimore en 1999. Pero siempre quedó la duda de cuán exitosos pudieron haber sido Orestes Kindelán, Omar Linares, Antonio Muñoz, Antonio Pacheco, Omar Ajete, Germán y Víctor Mesa en el béisbol de las mayores en su época de gloria.

La nueva generación no quiere quedarse con las dudas. El año pasado, 18 cubanos estuvieron en rosters de Grandes Ligas. Se espera que la cantidad de cubanos se acerque nuevamente a la treintena este año.

"Hay mucho talento, y hay mucho deseo", señaló Prieto. "No soy de política, creo en la unidad a través del béisbol. En Cuba hay mucho talento y muchos que saben que pueden llegar a este nivel. Es cuestión de que reciban la oportunidad".

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