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Una decisión que no sorprende

BUENOS AIRES -- Es un quiebre. Para entender el impacto que tuvo la decisión de Juan Román Riquelme de abandonar Boca Juniors, basta con advertir cómo la noticia eclipsó la derrota en la final de la Copa Libertadores.

Quebró el semblante del protagonista, al anunciar su partida ya entrada la madrugada en el Pacaembú. Quebró también la tensa calma que existía en el club gracias a los resultados deportivos. Es un antes y un después.

El fuerte rumor sobre el adiós cobró fuerza en la previa de la segunda final contra Corinthians. "La bomba que se viene mañana (miércoles) en Brasil ni se imaginan, se mueren", alertó Sebastián Riquelme, antes de que su cuenta de Twitter desapareciera unas horas del cyberespacio.

Mientras el pequeño hermano de JR sumaba seguidores y trataba de atenuar el peso de sus dichos, crecía la bola de nieve. Tratándose de Riquelme, el posible alejamiento no podía sorprender tanto.

Sobre todo en este ambiente del fútbol, tan propenso a los egos exacerbados y a las luchas de poderes, el uso de las palabras nunca es demasiado inocente. Con el anuncio consumado, queda claro que no fue tan ingenuo el "el próximo entrenamiento es el 16 (de julio) a las 10 de la mañana" de Falcioni luego de la caída en San Pablo. El DT quiso marcar que él sí se queda en Boca.

"El que tiene a Riquelme juega con ventaja", declaró Falcioni el 2 de enero de 2011, cuando asumía en Boca. Desde entonces, mucha agua (turbia) corrió debajo del puente. El primer foco de conflicto apareció a fines de febrero, cuando Román quedó marginado de la 3ª fecha ante All Boys. "No me gusta nada no jugar", aclaró el enganche. "Me trajeron para tomar decisiones y este equipo (sin Riquelme) ha respondido", explicó el DT.

Ya en abril, después de dos goles de tiro libre en fechas consecutivas, Riquelme tiró un palito: "Quedó claro que mi rodilla está fenómeno". "Riquelme y Falcioni mucho no se quieren", blanqueó el siempre verborrágico Juan Carlos Crespi en mayo. Un mes después, el DT lo declaraba "intransferible".

En septiembre se lo pedía para la Selección. Ya en noviembre, cuando Boca se encaminaba al título en el Apertura 2011 y Riquelme faltaba por su fascitis plantar, Falcioni lo elogiaba: "Ojalá pudiéramos tener a Román, es nuestro líder y necesitamos que se recupere". Más allá del éxito conseguido, JRR mostraba autocrítica: "También hablamos con los muchachos en el vestuario algunas cosas que nos van a llevar a seguir creciendo".

Cuando el 1° de febrero de 2012, Riquelme se despachó con el "me hizo correr como un boludo" (en relación a aquella previa con All Boys), salió al cruce el flamante presidente Daniel Angelici: "Charlaremos con él para ver cómo corregimos estas declaraciones". ¿Pretender corregir a Román? Esa sí es una ingenuidad.

Apenas dos semanas después, llegó la larga noche de Barinas en la que Falcioni habría amagado con renunciar, luego de una fuerte discusión en el vestuario. "Hasta si es con el portero del club, lo quieren meter a Riquelme. El tiempo pone las cosas en su lugar", describió el 10 en tercera persona.

En mayo, en un móvil con Hablemos de Fútbol, Riquelme dejó otros títulos. "Angelici cada vez que me ve en el vestuario me pide disculpas", dijo sobre el actual presidente, quien renunció en su momento a la tesorería por no aceptar el contrato que se le haría a Román. "Creo que a nuestro entrenador (al principio) le faltó adaptarse a un club que es diferente a todos. En el 2° semestre que ganamos fue inteligente y se dio cuenta de que nosotros jugamos de una manera". Clarísimo.

Esa misma noche se mostró optimista a futuro: "Quiero que Agustín, que tiene 9 años, me vea jugar mucho tiempo acá. Voy a intentar jugar mucho tiempo más al fútbol y tengo claro que todo el tiempo que quiero jugar, quiero hacerlo acá en el club".

Algo pasó en este mes y medio. De alguna forma llegó "el vacío". Por algo adelantó que iba a ser su última final. Quizás el último round que lo desgastó haya sido la exigencia para que Roncaglia acompañe al plantel a Brasil. Y la confirmación de la continuidad de Falcioni, lo que lo llevó a acercarse a la puerta de salida.

Si las palabras no son inocentes, tampoco lo son los gestos. Esa mirada profunda de Angelici, acompañada de una mueca de fastidio, antes que Riquelme expusiera su decisión y a la vista de toda la prensa, tuvo la intención de llamar la atención.

Si Angelici piensa que "nadie está por encima del club", como declaró ante la aparición de rumor, ¿por qué buscará revertir la decisión de Riquelme de irse? Evidentemente quiere protegerse ante un reclamo popular que no tardará en llegar.

Más allá de no caminar esos pasillos, ni conocer el Mundo Boca, ni haber tratado en profundidad al protagonista, estoy convencido de que no hay marcha atrás. Su forma de actuar y sus códigos, seguramente más valiosos que su pisada, marcan la pauta.

Las verdaderas razones las conoce él y su restringido círculo. Tanto en sus renuncias a la Selección como en sus enfrentamientos con pesos pesados como Maradona o Palermo, optó más por callarse que por hablar. Se lo cuestiona por el momento que eligió para comunicárselo a sus compañeros. Difícil asegurar que su decisión haya repercutido negativamente en el equipo durante la final. Darlo por cierto es apelar al reduccionismo de analizarlo todo desde los resultados.

Se va de Boca, para muchos, el futbolista más influyente de su historia, al que le construyeron una estatua. Gustos futbolísticos al margen, es imposible no reconocerle talento. Un tipo de carácter y fuertes convicciones del que surgieron fanáticos adoradores e impiadosos detractores.

Un jugador que dejará huella en el fútbol argentino y antes que nada, en el futuro inmediato de Boca.

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