Jorge Arangure Jr. 12y

La clave del éxito de Carlos González

Nota del Editor: Pueden encontrar la versión en inglés de esta nota aquí:

En la ciudad de Maracaibo, Venezuela hace algunos años, un niño pequeño observó a su hermano mayor dominar los partidos de béisbol callejero en su vecindario, y sabía que no había un pelotero mejor que él en el mundo. Casi seguramente, el niño creía, su hermano Euro, siete años mayor que él, un día jugaría en los Estados Unidos.

Pero los talentos del hermano, resulta, eran poco refinados. El sólo había jugado béisbol en las calles. Él no conocía las complejidades del deporte que son tan importantes en la competencia en equipo. En las calles, era difícil aprender sobre cómo batear en situaciones tácticas, o cómo correr las bases correctamente, o cómo conectar con el hombre de relevo. En esos juegos callejeros, solo tenías que hacerle swing a un lanzamiento y entonces correr tan rápido como pudieras para tratar de anotar. No abarcaba mucha más estrategia.

Y para cuando el padre de los niños, un mecánico que solamente tenía un interés pasajero en el deporte, llevó a su hijo mayor a jugar béisbol organizado, él niño ya tenía 12 años y era demasiado tarde. Contra chicos igualmente talentosos que habían jugado béisbol organizado desde que eran niños jóvenes, él se hallaba en desventaja con frecuencia.

Pronto, empezó a volverse evidente que Euro no tenía futuro en el béisbol profesional.

Pero él se aseguró de que su hermanito, que lo idolatraba, no siguiera el mismo camino. Euro lo llevó a conocer al entrenador de los niños de cinco años en los partidos de pequeñas ligas en Maracaibo y preguntó si el joven podía unirse al equipo. El entrenador accedió.

Fue uno de esos momentos que cambian una vida. Carlos González, no Euro, se convirtió en el hermano que jugaría béisbol profesional en los Estados Unidos, el que se convertiría en uno de los bateadores más temidos en las Grandes Ligas, el que ganaría el Guante de Oro y el Bate de Plata en apenas su tercera temporada en las mayores en el 2010, y quien representará a la Liga Nacional en el Home Run Derby el lunes y el Juego de Estrellas el martes en Kansas City.

"No tengo duda alguna que el haber jugado béisbol de Pequeñas Ligas me ayudó enormemente", González dice. "Cuando eres un niño, lo que te hace un mejor jugador es la competencia. Cuando juegas con otros chicos, puedes medir tus talentos y descubrir cómo mejorar".

A los cinco años de edad, Carlos González entró al vasto sistema de béisbol juvenil en Venezuela, y éste lo formó hasta ser una superestrella para los Rockies de Colorado.

En el día inaugural esta temporada, había 66 venezolanos en rosters de Grandes Ligas, un nuevo récord. Al inicio de la semana, 10 jugadores latinoamericanos estaban clasificados entre los mejores 25 en porcentaje de embasarse; y seis de ellos, incluyendo a González, son venezolanos. Desde el 2011, cinco venezolanos se clasificaron entre los mejores 15 en porcentaje de embasarse.

Y, según Baseball America, los mejores cuatro (y cinco de los mejores seis) agentes libres internacionales amateur elegibles para ser fichados por equipos de Grandes Ligas a partir del lunes pasado son venezolanos.

Se considera que ese país está en conflicto por el reinado de un presidente controversial, y la seguridad de jugadores y escuchas se ve amenazada frecuentemente allí. Sin embargo, los equipos de las mayores lo encuentran inevitable. En Venezuela existe una alta calidad de jugador, una cultivada por el sistema masivo de las ligas juveniles.

"No tenemos otra opción, [sino ir ahí]," dice el director de scouting internacional de los Nacionales de Washington, Johnny DiPuglia. "Debemos ir allí porque hay jugadores de Grandes Ligas allí".

Una de las razones para eso, tal vez, es que algunos de los estereotipos que se le aplican a otros bateadores latinoamericanos -- son indisciplinados al plato; son susceptibles a lanzamientos rompientes -- usualmente no aplican a los venezuelanos. Se podría plantear el argumento, por decirlo vulgarmente, de que los venezolanos son los jugadores más al estilo estadounidense, aparte de los estadounidenses.

Entre los jugadores internacionales, los cazatalentos consideran que los venezolanos son los que se adaptan con mayor facilidad al béisbol profesional en los Estados Unidos, en parte porque vienen de un trasfondo de béisbol organizado más sólido que otros jugadores latinoamericanos. El personal de béisbol considera que los venezolanos son más educados, más orientados a la familia.

"Yo pienso que las ligas [juveniles] en Venezuela son útiles", dice Mark Newman, el vicepresidente de los Yankees de Nueva York. "Comparado con la República Dominicana, el nivel educativo de los chicos de Venezuela tiende a ser más alto y eso también es útil. Después de varios años en el mercado internacional, he llegado a valorar el impacto que tiene la educación sobre la capacidad del pelotero para crecer y desarrollarse como jugador".

Aun más importante, los jugadores venezolanos se consideran fundamentalmente sólidos y arraigados en un conocimiento del béisbol adquirido al haber jugado cientos de partidos de pequeñas ligas. Los bateadores jóvenes aprenden a reconocer lanzamientos rompientes a través de la repetición. Los lanzadores jóvenes aprenden a lanzar adaptándose a reglas que les prohíben arrojar curvas a una temprana edad.

"Lo que sucede cuando perteneces a un equipo es que hay mucha presión por rendir", dice el director de scouting de los Padres de San Diego, Chad MacDonald, quien anteriormente fue el director de scouting internacional de los Diamondbacks de Arizona.

"Uno piensa, 'No puedo decepcionar a mi equipo'. Tú tratas de cumplir con tu parte. No puedes crear ese tipo de presión a menos que hayas jugado en partidos que son significativos. ¿Cómo puedes desarrollar disciplina al plato o reconocimiento visual de los lanzamientos si no juegas partidos?"

Para cuando González había captado la atención de los escuchas a la edad de 15 años, por ejemplo, él ya había jugado en numerosos equipos estelares a nivel local, estatal y nacional y en varios torneos internacionales. Él recuerda esos partidos como competencias intensas que eran más que simplemente exhibiciones juveniles. El ambiente era tenso. Los aficionados abucheaban, vitoreaban, gritaban y estaban atentos a cada envío como si se estuviese disputando la Serie Mundial.

Afortunadamente, González casi siempre jugó bien y no escuchó abuso alguno. Pero otros chicos sí. Éstas eran condiciones bajo las cuales muchos podrían languidecer, y sí, lo hacían. Esos partidos le proveyeron a González una previa de lo que halló en el béisbol profesional en los Estados Unidos.

"En Venezuela, a la gente le encanta el béisbol y apoyar cualquier tipo de béisbol, ya sean niños jugando o la liga invernal", González dice. "Los fans venezolanos son muy exigentes. Si las cosas no van bien, escucharás las críticas. Si lo estás haciendo bien, serás adorado. Haber aprendido eso temprano en mi carrera beisbolística me ayudó a madurar como jugador. Durante los malos momentos, tienes que mantener el positivismo; y durante los buenos momentos, no puedes regodearte en la adulación. Pero yo siempre disfruté jugar en esas competencias de alta presión cuando chico. Ellos me motivaron, y como resultado, yo pienso que por eso alcancé las Grandes Ligas…."

El béisbol juvenil en Venezuela es un fenómeno altamente estructurado, de tres niveles. Una parte la maneja la federación nacional de béisbol, otra es una entidad controlada por el gobierno llamada la Corporación Criollitos, y la tercera está basada en Estados Unidos, las Pequeñas Ligas de Béisbol.

Criollitos es la liga juvenil más popular y más duradera en el país. Ha existido por más de 50 años y reúne 180 ligas, nueve mil equipos y más de 130,000 jugadores activos en los 23 estados de Venezuela. Participantes del pasado incluyen a Omar Vizquel, Andrés Galarraga y ligamayoristas actuales como Johan Santana, Asdrúbal Cabrera, Pablo Sandoval y Elvis Andrus.

La cultura venezolana en general insiste en la actividad física, como el béisbol, como parte del proceso educativo en lugar de como principal objetivo de carrera, así que el deporte no está siendo visto necesariamente como la clave al futuro de una familia tan frecuentemente como podría serlo en otros países latinos.

"Hoy día, muchos chicos en nuestro país tienen problemas de comportamiento", dice Orlando Becerra, presidente de la Corporación Criollitos. "Queremos que los chicos vayan a la escuela. Queremos que los chicos aprendan a ser ciudadanos buenos. Por último, queremos que ellos aprendan sobre el béisbol. No vemos a estos chicos como prospectos. Hay otras personas que manejan esa parte de su desarrollo".

Mientras que Criollitos y las Pequeñas Ligas de Béisbol son entidades separadas, la Federación Venezolana de Béisbol supervisa todas las reglas de la liga, y aprueba toda participación en torneos internacionales para asegurar que haya uniformidad.

"No hay interés privado por el béisbol juvenil aquí", comenta Edwin Zerpa, presidente de la Federación Venezolana de Béisbol. "Aquí, el apoyo al béisbol juvenil está completamente provisto por el estado".

Pero mientras Becerra dice que su organización prefiere no tratar a los chicos como materia prima del béisbol, Criollitos realiza una labor extraordinaria en cuanto a preparar a los mejores jugadores para la competencia internacional, algo a lo cual la federación venezolana le da prioridad. (Zerpa dice que la Federación aspira a ganar el próximo Clásico Mundial de Béisbol; en Venezuela, los partidos del equipo nacional importan.) Por extensión, esa preparación facilita el camino para que el mejor talento alcance una carrera en el béisbol profesional.

Criollitos con regularidad celebra clínicas para los jugadores y para los entrenadores para garantizar el mejor entrenamiento técnico, y ha establecido límites para proteger a los niños físicamente -- por ejemplo, no está permitido que chicos de 10 años lancen más de 60 envíos en un partido. Becerra estima que aproximadamente el 80 por ciento de todos los venezolanos que han jugado en las mayores en algún momento jugaron en su liga.

El país al cual se compara Venezuela más que a cualquier otro es la República Dominicana. Pero ambos sistemas no son ni remotamente iguales.

Aparte de las diferencias geográficas obvias, los niños venezolanos generalmente tienen más oportunidades de vida disponibles, y como resultado, aspiran a quedarse en la escuela más tiempo. Aproximadamente, el 67 por ciento de niños venezolanos están registrados en la escuela secundaria comparado con apenas el 51 por ciento de los dominicanos, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

"Los chicos dominicanos son especímenes físicos comparados con los chicos venezolanos", dice Abel Guerra, el otrora director de operaciones dominicanas de los Yankees y ahora representante de jugadores dominicanos y venezolanos. "Pero todo se reduce a la educación. Los chicos venezolanos responden mejor a los coaches porque han recibido una educación".

La República Dominicana sigue produciendo talento de Grandes Ligas cada año -- los rosters del día inaugural esta temporada incluyeron a 95 dominicanos, el segundo total más alto de esa isla desde que el béisbol de Grandes Ligas comenzó a medirlo (hubo 99 en el 2007) -- pero el sistema de béisbol juvenil en el país está estancado en un fango de desorganización y una falta de financiación. La Federación Dominicana de Béisbol tiene poco control sobre el béisbol juvenil; en vez, el desarrollo de jugadores le toca a preparadores físicos independientes, más comúnmente conocidos como "Buscones", un nombre que ellos detestan debido a sus connotaciones negativas. Mientras que los preparadores físicos a menudo se han pintado como los villanos en el sistema de fichajes del béisbol, ellos indudablemente han llenado un papel que el estado no ha provisto.

En la República Dominicana, se cultivan a jugadores jóvenes para firmar profesionalmente. En lugar de enfatizar los partidos y el juego en equipo, ellos pasan gran parte de su tiempo en el béisbol repitiendo ejercicios para ayudarles a batear la pelota más lejos y lanzar más rápido – destrezas diseñadas para ayudarles a brillar durante pruebas individuales para equipos que podrían pescarles a ellos, y a sus preparadores físicos, millones de dólares.

Se ha lanzado un esfuerzo para cambiar esa cultura de desarrollo, pero es un proceso lento. Recientemente, varios preparadores físicos y agentes, incluyendo a Guerra, han organizado ligas en República Dominicana en las cuales prospectos elegibles para firmar, o que pronto serán elegibles para firmar, se enfrentan unos contra otros en juegos competitivos.

"Eso ya es demasiado tarde", dice un ejecutivo de equipo.

MacDonald cuenta sobre el caso de un torpedero dominicano a quien él firmó hace varios años cuando estaba en scouting internacional para los Diamondbacks. Durante las prácticas, el jugador sobresalía. Él corrió la carrera de las 60 yardas en 6.3 segundos. Él era un bateador ambidiestro con un brazo defensivo superior quien repartía líneas por todo el terreno durante la práctica de bateo. Y en su primer turno al bate en la Liga de Verano de República Dominicana, después de que Arizona lo tenía bajo contrato, el jugador conectó un imparable al jardín central.

MacDonald recuerda sonreírle al otrora ejecutivo de los Diamondbacks (y ahora gerente general de los Angelinos), Jerry DiPoto, quien estaba sentado cerca de él en las gradas. Los dos pensaron que habían encontrado una futura superestrella.

Pero una vez en primera base, al jugador se le pidió que robara. Tomando la ventaja más corta posible, él arrancó rumbo a segunda. Aun con su gran velocidad, el jugador fue puesto fuera por casi 15 pies.

"A él nunca antes le habían pedido que se robara una base", MacDonald dice. "Él tenía un gran conjunto de herramientas, pero nunca había disputado un partido de béisbol de verdad hasta el día en que lo fichamos".

Tres años después, el jugador estaba fuera del béisbol profesional.

Bajo presión por parte de los ejecutivos de los equipos para ganar rápidamente, es esencial que ellos firmen prospectos que puedan navegar el sistema de ligas menores en unos pocos años. Aquellos jugadores que carecen de experiencia de partidos usualmente requieren más dirección de los coaches y, en parte como consecuencia, más tiempo en las menores.

Los coaches juveniles le enseñan a los venezolanos a ser peloteros completos que están matizados en cada aspecto del juego. Para cuando los más talentosos de ellos alcanzan una edad para firmar y se han vinculado con un agente o preparador físico, ellos ya han jugado una cantidad importante de partidos juveniles. Los mejores jugadores, así como González, han jugado en un número de equipos nacionales.

"En Venezuela, existen academias, pero no tantas como en la República Dominicana", dice Carlos Pagán, el Director de la Oficina de Pequeñas Ligas de Latinoamérica. "Es por eso que la Federación Dominicana de Béisbol no es tan fuerte. En Venezuela, ellos compiten con frecuencia a nivel internacional. Ellos son un poder potente en torneos mundiales y en competencias regionales. En cualquier torneo donde ellos jueguen, Venezuela siempre es excelente. En la República Dominicana, ellos tienen más jugadores profesionales; pero a nivel juvenil, ellos casi ni son factor".

Desde 1994, Venezuela ha conquistado dos títulos en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas y tres títulos en la Serie Mundial Juvenil. Pagán dice que Venezuela gana regularmente al menos dos de los seis torneos regionales. Venezuela también participa en las competencias juveniles de la Federación Internacional de Béisbol (IBAF, por sus siglas en inglés).

Venezuela alcanzó las semifinales del Clásico Mundial de Béisbol del 2009, la misma competencia en la cual República Dominicana, con jugadores desacostumbrados a jugar en el equipo nacional, se apagó en la primera ronda después de dos derrotas vergonzosas ante Holanda. Sorprendentemente, ese torneo marcó la primera vez en que Pedro Martínez, quizás el mejor lanzador de la República Dominicana en la historia, representó a su país en competencia.

González fue descubierto por escuchas mientras jugaba en la Serie Mundial Juvenil del 2001 en Kissimmee, Florida. Su rendimiento allí contra equipos repletos de futuros ligamayoristas tales como el cerrador de los Nacionales, Tyler Clippard, y el futuro compañero de equipo de González con los Rockies, Troy Tulowitzki, lo convirtió en un prospecto conocido. Pese a que no era un espécimen físico -- Miguel Nava, el cazatalentos de los Diamondbacks quien lo firmó, recuerda que González era el más flaco de su equipo -- él sabía cómo jugar el béisbol. Los escuchas vaticinaron que la curva de aprendizaje no sería severa una vez él jugara a nivel profesional.

González impresionó tanto en ese torneo que recibió un acercamiento del agente José Ortega, quien ofreció albergarlo y entrenarlo en Tampa para prepararlo para firmar contrato el siguiente mes de julio. Con el permiso de sus padres, él abandonó la escuela justo antes de su graduación y se mudó a la Florida, donde compartió un pequeño apartamento con cinco otros jugadores venezolanos -- incluyendo al futuro ligamayorista Alberto González (ningún parentesco). Bajo circunstancias que podrían haber puesto a prueba a muchos otros jugadores, González triunfó.

Su experiencia jugando en torneos juveniles en el extranjero le ayudó a adaptarse a estar distanciado de su familia. Su participación en competencias en equipo durante casi toda su vida le facilitó vivir con otros jugadores. Su vasta experiencia en acción de partidos lo preparó para todos los tipos de desafíos que Ortega le impusiera en el terreno.

González finalmente firmó en el 2002 con los Diamondbacks, quienes habían ganado la Serie Mundial el año anterior. Durante su carrera en las ligas menores, él fue canjeado dos veces y lo promovieron y lo bajaron varias veces antes de por fin ser seleccionado al Juego de Estrellas y ser un candidato a Jugador Más Valioso (él terminó tercero en la votación detrás de Joey Votto y Albert Pujols) con Colorado en el 2010. Y aunque dice que algunas veces quedaba desalentado por los eventos en su carrera, él llegó a aceptar y a aprender de las cosas negativas que habían ocurrido.

"Vine a darme cuenta que en aquellos días, yo era solamente un prospecto, simplemente una promesa de cosas futuras", González dice. "Yo no había logrado nada en las Grandes Ligas. Yo no entendía cuáles cosas yo era capaz de hacer. Y a veces, los peloteros tienen que vivir esos momentos difíciles".

Ese entendimiento también surgió de sus días en el béisbol juvenil. Mientras más tiempo jugaba béisbol, más se daba cuenta de que es un juego de fracasos. De hecho, no hay casi ningún momento importante en su carrera para el cual González no encuentre un punto de referencia en su experiencia al haberse criado con el deporte en Venezuela.

Aquellos que no jueguen podrían perderse esas lecciones. La manera en que terminó la carrera de un campocorto dominicano que había firmado con Arizona contrasta con la historia de González. Aunque los Diamondbacks le compraron un boleto para continuar su carrera en los Estados Unidos, MacDonald dice que el jugador simplemente no podía subirse al avión y enfrentar la posibilidad de más fracaso. Él nunca lo había vivido en el terreno durante las prácticas. Así que renunció.

"Los chicos venezolanos entienden mejor el juego", DiPuglia dice. "Los chicos dominicanos son muy talentosos, pero las herramientas por sí solas no te pueden dar el entendimiento de las situaciones de juego. La falta de fracasar en un partido hace daño. La falta de jugar bajo las luces les hace daño. Los chicos venezolanos sí tienen la ventaja en ese sentido. Ese tipo de factores allanan el camino hacia el fracaso y el éxito".

En el 2010, luego de muchos intentos y una batalla prolongada con el Consulado de los Estados Unidos, González al fin pudo conseguir una visa para que su hermano mayor, Euro, asistiese al partido inaugural de los Rockies. Euro nunca había visto en persona a Carlos jugar en los Estados Unidos. Fue un momento emotivo para la familia. González se echó a llorar al relatar a los reporteros sobre ello esa primavera.

Cuando era adolescente, después de que su sueño de jugar béisbol profesional había muerto, Euro utilizó algunos de sus ingresos de trabajo para comprarle un guante a Carlos. Cuando la familia no tenía suficiente dinero para un bate, un joven Carlos utilizaba la rama de un árbol y su hermano mayor le lanzaba la práctica de bateo con una pelota de calcetín. Euro le dio todo eso, e inspiró su amor por el deporte.

Pero el mejor regalo que Euro jamás le dio a Carlos fue una introducción al béisbol organizado venezolano. Fue el momento que cambió su vida.

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