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El presidente del tablón

BUENOS AIRES -- Quizá el requisito más importante que debe cumplir un dirigente de fútbol es renunciar a portarse como un hincha. El fanático vive de la adrenalina e invariablemente posa una mirada sesgada (exagerada en el éxito y en el fracaso) sobre los avatares de su camiseta.

Y un directivo, sobre todo un presidente, debe medir los hechos con otra vara, tomar cada partido en perspectiva, cultivar el pensamiento estratégico y la serenidad que permite tanto hacer planes como evaluar el presente con inteligencia.

Tal vez por su reciente llegada a la alta exposición, una persona en apariencia sensata como Matías Lammens, titular de San Lorenzo, se dejó llevar por sus años de tribuna e hizo un análisis público del partido ante Boca propio de un hincha herido.

A San Lorenzo, según Lammens, le "faltaron ganas" de buscar el triunfo. Le faltó "espíritu". La canción suena conocida: la misma decepción -y en los mismos términos- expresan la popular y la platea cuando les recuerdan a los jugadores que "la camiseta se tiene que transpirar".

Porque los hinchas toleran la pobreza técnica, la torpeza, los partidos tediosos, las incomodidades de la cancha, la lluvia y el calor, entre otras insatisfacciones. Lo que no pueden soportar, bajo ninguna excusa, es la falta de huevos (y las derrotas, aunque esto último no siempre lo reconocen).

Claro que esa imputación suele ser una reacción sencilla -al tiempo que una acusación seria-, un reflejo del que no logra contener la bronca ni explicarse una derrota. Justamente lo que no puede hacer un presidente.

En lugar de ampliar el horizonte de razonamientos y soluciones, Lammens acude a la lógica elemental del hincha enojado. Prefiere echar leña al fuego antes que bajar un cambio.

El gesto, además de ser irresponsable, incurre en un olvido grave: Lammens es parte del asunto, no le sienta el rol de espectador indignado.

¿El presidente de San Lorenzo mantiene un plantel carísimo a sabiendas de que los jugadores no tienen deseos de ganar? ¿Qué modo es ese de administrar un club que para colmo ha sido diezmado?

¿No eligió el propio Lammens, para sorpresa de muchos, a Juan Antonio Pizzi como flamante entrenador? ¿No es Pizzi entonces la expresión cabal de la conducción política que encarnan Lammens y Tinelli?

¿Cómo se entiende que hayan optado -hace unos días apenas- por un DT que no consigue la disposición anímica básica de sus dirigidos? ¿Por qué eligieron un técnico que achica a sus jugadores?

Los hinchas, en las malas, suelen redoblar la acritud. Las parcialidad, precisamente, los convierte en críticos despiadados. Sus juicios por lo general caen en la inexactitud voluntaria. El desborde reproduce la dimensión del enojo.

A menos que busque torpemente una identificación demagógica (e inútil) con los muchachos del tablón, el presidente de San Lorenzo debe correrse rápidamente de ese lugar. Sobre todo porque él es, por su investidura, protagonista del problema. Y no uno más del coro que putea con cada partido perdido.