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El merecido campeón

BUENOS AIRES -- Campeón justo, muy merecido. Por escaso margen, como se preveía, se resolvió la vibrante 100ª final de la Copa Davis y la última sonrisa fue para República Checa, en casa, en la fría Praga, que esta vez levantó mucha temperatura gracias a sus héroes Radek Stepanek y Tomas Berdych. Siempre el orden de figuración de ellos fue el inverso, pero esta vez el primero acaparó la mayor parte de los flashes al sellar el triunfo en el dramático quinto punto ante España y ganar 3-2. Y así le dio la segunda ensaladera de plata a su país, aunque la primera la ganó en 1980 bajo la bandera de Checoslovaquia.

Con aquellos ídolos que inspiraron a estos actuales sufriendo en las tribunas, con Ivan Lendl como máxima referencia, el estadio O2 de la capital terminó siendo el escenario de la esperada fiesta. República Checa logró así el hecho histórico de ser el primer país en ganar las tres copas en el mismo año, porque venía de conquistar la Hopman mixta y la Fed femenina. Además, le puso un freno a España, el defensor de la corona, que quería obtener su 6º título en la Davis, todos desde 2000. Por eso la alegría fue sólo de los anfitriones.

Qué le importa a Stepanek que justo en su triunfo sobre Nicolás Almagro quedó con marca positiva, de 12-11, en individuales coperos, en su 10º año defendiendo los colores de su nación en este certamen. Para él y para su gente se trata sólo de una simple estadística. Está claro: ahora goza junto con Berdych de la hazaña que siempre soñó, de esa proeza que tantos colegas querrían hacer realidad y que muchos, que ya colgaron la raqueta, no pudieron concretar. Por eso el largo y emotivo festejo, por eso el desahogo del final.

En la previa, desde este espacio, se dijo que los checos eran leves favoritos frente a los españoles. Eso se tradujo en la cancha rápida y bajo techo elegida especialmente para buscar incomodar a los visitantes, sobre todo a Almagro, ya que David Ferrer se fue invicto tras superar a ambos locales y sin ceder un set. El objetivo de Jaroslav Navratil, el capitán checo, estaba delineado con Berdych y Stepanek de intentar que las figuras locales ganaran el doble y los dos singles a Almagro, como finalmente se dio.

Es cierto, también, que hay ocasiones en las que los papeles se tiran a la basura, porque lo que a priori se veía de una forma se diluye y la historia se escribe de diferente manera. Esta vez, inclusive, se escucharon voces en contra de la táctica utilizada por el local, ya que se pudo cuidar al talentoso, ofensivo y versátil Stepanek (37º del ranking ATP y ex top-10) el primer día, descontando la victoria del solidísimo e incansable Ferrer (5º), habiendo puesto en el rectángulo a Lukas Rosol (71º), el que este año sorprendió a todos al eliminar en Wimbledon a Rafael Nadal (por entonces 2º, ahora 4º). Pero la jugada salió perfecta.

Precisamente, esta definición arrancó con una clara victoria de Ferrer, el hombre récord en títulos por primera vez en su vida, al lograr 7 en 2012. El español desbordó con su consistencia, una defensa magistral y una agresividad que sigue en ascenso a Stepanek, quien buscó, con sus armas, cortar los ritmos, atacar y variar, pero cuyo presente está lejos de semejante top-ten. Y luego se cerró la primera jornada con un triunfo exigido de Berdych (6º) sobre Almagro (11º), siendo el checo el que más arriesgó con sus disparos más planos y rápidos, aunque debió luchar hasta el quinto set.

La apertura dejó entonces un previsible 1-1, marcando una lógica pura, aunque con el atenuante de que Berdych corrió y pasó más horas de lo deseado en la cancha con vistas a los dos días siguientes. Ahí radica, justamente, la gran diferencia que se explicó de antemano con ambos equipos, ya que el local se sustenta en sólo dos hombres y el visitante reparte los puntos en juego entre sus cuatro integrantes. Por eso el riesgo que corrían ambos dueños de casa, sabiendo que estaban obligados cada uno a disputar tres puntos. Sin vueltas.

El tercer choque de toda final suele ser vital. República Checa, con sus dos emblemas, de gran experiencia y con apenas una caída formando dupla en la Davis, salió a buscar la ventaja. Stepanek vivió su mejor año en doble, siendo 4º del mundo, pero enfrente estaban Marcel Granollers y Marc López, los sorpresivos recientes campeones del Masters de Londres. Ese envión les dio un mejor impulso a los españoles, que se llevaron el set inicial y sembraron una sombra de dudas en el público. Pero la respuesta llegó y, de a poco, los anfitriones fueron llevando el trámite a su favor, con oficio y una propuesta más ofensiva y agresiva.

Berdych y Stepanek se soltaron y desplegaron un tenis más apropiado para una superficie tan rápida y bajo techo hasta imponerse en cuatro capítulos. Los pergaminos y las horas de rodaje se notaron en los instantes decisivos, esos que marcan la diferencia. No por casualidad superaron tantas batallas coperas y dejaron su foja 12-1 jugando juntos. Así las cosas, el panorama era propicio para los locales, pero no definitorio, es decir, el 2-1 les daba el margen de poder perder un partido el domingo, pero igualmente ganando uno el sueño ya sería una tangible realidad.

En contrapartida, claro, España quedó con toda la presión de tener que lograr ambos singles finales para revertir la tendencia. Hubo muchas especulaciones y de hecho los checos habían sufrido una caída frente a los españoles (con otra formación) por 3-2 luego de haber estado 2-1, en 2004. Esa dolorosa derrota la padecieron en casa, al igual que una reciente, el año pasado, ante Kazajistán. Así arribaron al crucial domingo, que iba a significar la gloria, para un equipo, y la decepción, para el otro.

El arranque de la jornada de cierre sembró más incertidumbre todavía ya que Ferrer, durísimo y sin dar margen de error para el rival, aprovechó sus virtudes y cierto cansancio acumulado -igual, no era excusa- de Berdych para superarlo en tres sets y conseguir el empate 2-2. Ahí volvieron a resurgir aquellos comentarios de la previa, de si era conveniente haberlo expuesto el viernes a Stepanek, a pocos días de cumplir 34 años, y no guardarlo para que jugara el doble y ese hipotético quinto punto, que ya a esa altura era una realidad e iba a sentenciar la gran final.

Por el lado de la visita, también hubo voces en contra de Alex Corretja, el capitán, porque se inclinó por el mejor presente, más estable, de Almagro, aún con sus conocidos vaivenes mentales y tenísticos, dejando afuera del cuarteto titular al más experimentado Feliciano López (40º). El problema es que este zurdo suele ser más irregular que Almagro y tampoco era una "garantía", pese a su mejor desempeño en canchas veloces e indoor, con un juego más apropiado para moverse en la superficie de Praga.

Y así se llegó al desenlace, que tuvo la adrenalina y la emoción típicas de una Copa Davis. Stepanek derrochó sutilezas y un estilo que ya casi no se ve en el circuito para derrotar a un Almagro más entero en el rubro físico, en especial si el partido se extendía a un quinto set, pero que careció de respuestas psicológicas para semejante instancia. Se sabe que un quinto punto se juega y se gana con la cabeza, es un duelo distinto, especial, que nada tiene que ver con uno del primer día de una eliminatoria. Vaya si eso se notó en la forma de moverse y de resolver de uno y de otro.

El ofensivo Stepanek se metió los dos primeros sets en el bolsillo, pero perdió el tercero y los españoles confiaban en la remontada de Almagro. Acto seguido, quebró el local y no volvió a ceder ante un adversario errático para terminar ganando en cuatro parciales, convirtiéndose en el héroe, llorando como un niño, haciendo estallar a su gente y a aquellos grandes que fueron la fuente de inspiración de estos nuevos ídolos. Y se transformó en el primer mayor de 30 años en obtener el quinto punto de una final en 100 años, desde que lo hiciera el británico James Parke en 1912.

A la hora del balance, vale la pena no soslayar la tarea de Berdych, figura en varios triunfos, sobre todo en la semifinal en Argentina, sobre arcilla, el piso más esquivo para los checos. Por eso, aprovechando la ausencia del lesionado Nadal, esta vez República Checa fue más que España y tuvo la determinación suficiente para marcar la diferencia y levantar la famosa y centenaria ensaladera de plata. Fue el merecido campeón, apoyado en sus dos figuras, que mostró que con unidad y compromiso el sueño de la Copa Davis es posible. Por eso, a festejar y seguir descorchando champagne.

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