Richard Durrett 11y

Una figura interesante y confusa

ARLINGTON, Texas -- Fue hace apenas seis meses cuando la popularidad de Josh Hamilton alcanzó su máximo punto histórico en el área de Dallas-Fort Worth, por no hablar de su valor.

Hamilton, cuyo historial de batallas contra la adicción a las drogas y el alcohol para llegar a las Grandes Ligas cautivó al país, había disparado cuatro jonrones increíbles en un juego a principios de mayo en el Camden Yards de Baltimore. Si nos fijamos en la rareza de la hazaña, ese es el equivalente más cercano a lanzar un juego perfecto, y Hamilton estaba en medio de una buena racha candente. Los aficionados llamaban a los programas de conversación deportiva para pedirle a la gerencia de los Vigilantes que iniciaran negociaciones a largo plazo con el toletero antes de que su precio quedara establecido en el mercado abierto. Para muchos fanáticos, unos Vigilantes de cara al futuro sin Hamilton como tercer bate de la alineación, el jugador más popular del equipo, parecía ser algo impensable.

Pero en este universo de qué-has-hecho-por-mí-últimamente en el que vivimos, la manera en que la temporada de Hamilton coincidió con un final de campaña difícil para los Vigilantes realmente ha lastimado su reputación y el valor ante los fanáticos. La campaña inconsistente del 2012 terminó con una lesión extraña, una jugada fallida y la ausencia en un juego por el comodín de la Liga Americana que hizo que algunos aficionados abuchearan al toletero en el Rangers Ballpark en Arlington.

Hamilton perdió cinco partidos grandes como visitante debido a una admitida lesión "rara" que le obligaba a ser capaz de concentrarse en un solo lugar, lo cual afecta su capacidad de jugar. Dijo que el problema era el exceso de cafeína, por lo que redujo el café y las bebidas energéticas, y se sintió mejor. Pero su bate, al igual que los de sus compañeros de equipo, estuvo desaparecido cuando más importaba. También desapareció su guante en el juego decisivo de la división.

Haz una encuesta entre los aficionados -- o simplemente revisa la lista acumulada en mi correo electrónico -- y verás que la caída de la pelota de Hamilton en el jardín central en un claro día de octubre durante el cuarto inning de un partido de empate en Oakland fue la impresión fijada de la temporada del 2012. Era un elevado de rutina, y Hamilton simplemente corrió demasiado. La pelota arañó su guante, y se anotaron dos carreras que le dieron a los Atléticos una ventaja que ya no abandonarían en el último partido de la temporada regular, para ganar la División Oeste de la Americana. Si Hamilton hubiera capturado esa pelota, la entrada habría terminado y el juego todavía habría estado empate. Oakland estaba inspirado, y pudo haber ganado el juego de todos modos, pero en ese momento fue un duro golpe a las posibilidades de los Vigilantes.

Dos días más tarde, Hamilton registró de 4-0 con dos ponches y una doble matanza en el juego por el comodín de la Liga Americana que se perdió ante Baltimore. En la octava entrada, cuando representaba la carrera del empate, se ponchó con tres lanzamientos. Ese pudo haber sido el último turno al bate de Hamilton en el uniforme de los Vigilantes.

Eso no quiere decir que los aficionados no valoran el traer de vuelta a Hamilton. Ellos saben que sus 43 jonrones y 128 carreras impulsadas son casi imposibles de reemplazar en esta temporada baja. Han visto lo que puede hacer en las bases -- anotó desde segunda base con un sencillo dentro del cuadro dos veces en una temporada. Lo han visto a lidiar con dos recaídas públicas con el alcohol y sus esfuerzos por aprender de ellas. Han visto incluso cómo hay algo diferente en el sonido de la bola que golpea su bate cuando toma prácticas de bateo. Uno termina apenado por la pelota, por la forma suave pero efectiva en que puede enviarlas a las cavernas más profundas del parque. Pero esos mismos aficionados también han visto de primera mano en la última docena de años lo que puede ocasionarle a un equipo el pago excesivo y los malos acuerdos, incluso un conjunto que ahora tiene más dinero para gastar con nuevos propietarios y un jugoso contrato de televisión.

Hamilton ha dicho que quiere volver, y yo le creo. Tiene implementado un buen sistema de apoyo y está acostumbrado a la vida en Texas, donde el escrutinio no es tan fuerte como en Boston o Nueva York u otros mercados. Pero esta también podría ser su única oportunidad de conseguir realmente un gran contrato, ya que llegó tarde a las Grandes Ligas (a la edad de 25). Buscará la mayor cantidad que pueda conseguir, y eso podría significar algo fuera del presupuesto de los Vigilantes.

Nadie conoce mejor a Hamilton que Texas. Pero más que nada fuera del terreno, es el historial de lesiones de Hamilton lo que tendrá a Texas -- y algunos otros equipos -- reacio de ofrecerle el mismo número de años que un bateador de su calibre podría de recibir otra manera en la agencia libre. Se perdió una gran parte del 2009 con una variedad de lesiones, (tendón de Aquiles, la ingle y la espalda), no jugó la mayor parte del último mes del 2010 por tener costillas rotas y luego se perdió seis semanas a inicios del 2011, cuando un deslizamiento de cabeza hacia tercera base luego de un elevado le provocó una lesión del hombro.

Los Vigilantes deben decidir lo que les conviene en términos de años garantizados. Sólo hace falta un equipo en subasta para hacer estallar ese plan y que Hamilton se vaya a otra parte. Pero si el mercado no se remonta a los cielos por este talento único, los Vigilantes estarían a la caza como el equipo más familiar para Hamilton y su familia.

Si Hamilton se va, sin embargo, creo que los aficionados podrán vivir con esa realidad en gran parte porque hay un nivel de confianza en el gerente general Jon Daniels y su personal, que no existe por Jerry Jones y los Dallas Cowboys, por ejemplo. Si Hamilton no vuelve porque los Vigilantes no quieren pagar el precio de venta, la mayoría de los aficionados creerá que es porque Daniels está apegado a su filosofía de hacer movimientos que aseguren que la ventana competitiva del club permanecerá abierta más allá del 2013 o el 2014. Y estarán confiados de que Daniels puede al menos tratar de reemplazar el gran bate de Hamilton por otras vías.

Curiosamente, parte de esa confianza se construyó cuando el club negoció la primera vez por Hamilton. Antes de la temporada del 2008, los Vigilantes enviaron a Edinson Vólquez, uno de sus lanzadores prospectos cercano o al nivel de Grandes Ligas hacia Cincinnati a cambio de Hamilton. ¿Por qué? Debido a que los Vigilantes sentían que Hamilton tenía potencial para Jugador Más Valioso y que para obtenerlo valía la pena arriesgar una pieza valiosa de pitcheo.

Ahora, cinco años más tarde, se enfrentan con la posibilidad de perder ese talento cuando llegue a la agencia libre. Hace unos años, eso hubiera sido una pesadilla de relaciones públicas y algo capaz de causar una pequeña revuelta entre los aficionados. Ahora no tengo esa sensación. No me malinterpreten: Los fanáticos de los Vigilantes todavía aman a Hamilton. Si habla en una iglesia de la zona acerca de cómo su fe le ha ayudado a superar los momentos difíciles, será ante una multitud repleta. Si firma autógrafos, algunos fanáticos harán fila durante casi un día de antelación para asegurar que tienen la oportunidad de darle la mano y tomarse una foto con él. La disposición de Hamilton para hacer eso le ha ayudado a ganar una legión de aficionados.

¿Pero es suficiente eso, junto con sus hazañas increíbles en el terreno y la personalidad simpática, para asegurar su lugar entre la historia de las leyendas en Texas? Es demasiado pronto para decirlo. Ha tenido una carrera notable de cinco años en Arlington. Pero a partir de ahora, son sólo cinco años y no incluye un campeonato. Hamilton no tiene todos los récords ni la longevidad de Michael Young.

A diferencia de otros nombres grandes de la historia del club, la ascensión de Hamilton ha coincidido con el ascenso del club como uno de los poderes de Grandes Ligas. Hamilton no es Nolan Ryan, quien todavía es la leyenda más grande del béisbol en el área por una milla de terreno. Pero Ryan fue la atracción principal de equipos de los Vigilantes que no eran realmente contendientes. Claro, Iván Rodríguez y Juan González jugaron un papel importante entre los clubes ganadores de la División Oeste de la Liga Americana a mediados y finales de la década de 1990. Pero los Vigilantes no habían ganado una serie de postemporada -- de hecho, habían ganado sólo un partido de playoffs -- antes de que llegara Hamilton.

Juzgar a Hamilton por lo que ocurrió al final de una carrera de cinco años no es justo. ¿Hubieran llegado los Vigilantes a la Serie Mundial dos años consecutivos sin las hazañas de Hamilton en el tercer puesto de la alineación? Probablemente no. Ha aportado muchos momentos memorables -- ya sea al disparar un jonrón ganador del partido o con una sonrisa cuando firma autógrafos en la pretemporada. Pero cuando más importaba en la temporada pasada, Hamilton no jugó a la altura de los estándares que se esperaban de él.

Si se vuelve a firmar con Texas, tendrá unos cuantos años más para asegurarse de que las últimas semanas del 2012 sean sólo un recuerdo lejano de su legado. Si no vuelve a Arlington, va a ser parte de la historia de Texas. Y tal vez el tiempo dejará que los malos recuerdos desaparezcan también. Si de hecho este es el final de la carrera de Hamilton en Texas, pasará a la historia como uno de los mejores jugadores en vestir jamás un uniforme de los Vigilantes. Y como uno de los más interesantes y confusos, también.

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