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Yo dejé de votar

En el último par de años era evidente para mí que solo me quedaba una razón por la cual yo debía seguir votando por los candidatos al Salón de la Fama del béisbol: Es cool.

Adoraba recibir el sobre color marrón cada mes de diciembre. Adoraba tener a mis hijos a mi lado revisando los jugadores que les gustaban (y por los que yo pensaba votar de todas maneras). Y yo disfrutaba decirle a la gente que, sí, yo voto por el Salón de la Fama.

Pero hace dos años, decidí dejar de votar. No he enviado de vuelta las últimas dos boletas. El hecho de que fuera "cool" no era suficiente para superar el sinnúmero de argumentos que tenía en mi mente para renunciar a ese sagrado derecho. Simplemente no podia hacerlo más.

Este año, con la llegada de una boleta llena de jugadores que se sospecha que utilizaron esteroides, o que se confirmó que lo hicieron, varios de mis colegas en la Asociación de Cronistas de Béisbol de EEUU (BBWAA por sus siglas en inglés) se encuentran en la rara y difícil posición de juzgar a un grupo de peloteros que no puede ser juzgado por los viejos estándares.

Yo he llegado a la conclusion de que no me toca a mí resolver este problema, y que no estoy calificado para resolverlo si estuviera en dicha posición.

Me fuí.

Incluso desde antes de que el asunto de las drogas para mejorar el rendimiento (PED por sus siglas en inglés) acaparara las conversaciones anuales, yo me cuestionaba a mí mismo mi capacidad de evaluar si un jugador era merecedor de la inmortalidad. Mi única calificación, al igual que el resto de los votantes, era tener 10 años de servicio como miembro de la BBWAA. Pero nada en mis años de servir como reportero cubriendo a los Medias Blancas de Chicago y los Mets de Nueva York, y nada en mis años cubriendo el dopaje como reportero investigativo me preparó para evaluar el efecto que las PED hayan tenido sobre el legado de un jugador.

"Vetarlos a todos" no me hace sentido, a menos que intentes aplicarle el mismo estándar de forma retroactive a las varias generaciones de usuarios de anfetaminas que tuvieron el benegicio de doparse antes de que cambiara el estado de ánimo del público sobre el particular. ¿Cuál es el límite? ¿Una prueba positiva al uso de Ritalin en la última temporada de una carrera de 20 años? ¿Años de uso intenso de esteroides que podría a algunos luchadores profesionales en vergüenza? ¿Y cuál sería la razón de vetarlos? ¿Inflar de forma artificial sus números? ¿Mostrar un pobre carácter?

Si vas a eliminar a los dopados de ser considerados al Salón de la Fama por cualquiera de esos estándares, ¿debes limitarte a los jugadores que han sido atrapados? Y si un jugador los usó, ¿cómo determinas el efecto que esas drogas tuvieron sobre esos números? ¿Cuántos cuadrangulares adicionales o cuantos ponches vinieron con la ayuda de una jeringa o de una pastilla?

Barry Bonds admitió que utilizó "la crema" y "la clara," los que han sido identificados como esteroides por los fiscales, pero se cree que su uso comenzó luego de haber ganado tres de sus premios de JMV y luego de que le quitaran el cuarto (en 1991, cuando el ganador fue Terry Pendleton de los Bravos). ¿Qué tal Alex Rodríguez, que todavía se encuentra a varios años de ser considerado? Él admitió haber utilizado esteroides por un periodo de tiempo, pero no hay manera de saber si los utilizó antes o después, o si las drogas jugaron un rol en sus números para el JMV o en sus lesiones actuales.

Se ha presentado evidencia considerable de que Roger Clemens los utilizó, pero un jurado no consideró la misma lo suficientemente robusta como encontrarlo culpable de perjurio ante el Congreso. Clemens no fue a juicio por el uso de esteroides; estaba siendo juzgado por mentir sobre ello. Así que los miembros de la BBWAA han sido dejados a su propia suerte y juicio.

¿Y qué tal Mike Piazza? Él nunca falló una prueba de dopaje (lo que significa nada) y su nombre nunca fue vinculado a las investigaciones federales como le pasó a otros peloteros. Pero varios escritores han sospechado durante mucho tiempo que las drogas ayudaron a su carrera.

Un asunto tan serio como este merece respuestas a todas esas preguntas. Si la BBWAA sigue sirviendo como el cuerpo electoral de entrada al Salón, la organización deberá desarrollar guías en conjunto con el Salón de la Fama sobre como lidiar con este asunto. Noten que el carácter es un criterio que ya no es suficiente, en especial para cualquier club que incluya a Ty Cobb como miembro.

Yo sí veo una distinction entre doparse y otros problemas de carácter. Parece que hemos decidido tolerar a matones, racistas, maltratadores y ladrones en el Salón de la Fama; hay un consenso que las actuaciones feas fuera del terreno no cambian lo que haya hecho un jugador dentro del terreno. Pero las PED si cambian lo que vemos en el terreno. Un jugador que ha utilizado drogas prohibidas simplemente no decidió desgraciarse a si mismo, decidió alterarse a si mismo.

Sin embargo, si aplicamos ese argumento de forma retroactiva, nos encontramos con un gran problema. Mickey Mantle, Willie Mays, Hank Aaron y muchos otros admitieron haber utilizado anfetaminas durante sus carreras. Si las utilizaran hoy en día y fueran atrapados, serían suspendidos bajo las reglas del béisbol. No conozco a nadie que piense que se debe sacar a esos adorados jugadores de su lugar en el Salón, incluso a pesar de que uno de los pocos estudios que ha hecho sobre las PED mostró claramente que las anfetaminas mejoran el rendimiento atlético.

Cuando Mark McGwire apareció en la boleta, yo no vote por él. Incluso antes de que él admitiera haber usado esteroides, yo era parte de un equipo del diario New York Daily News que reportó su uso extenso en la década de los años 80 y 90, incluso detallando las drogas que un distribuidor le dio. Eso hizo las cosas más fáciles para mí: yo sabía lo que él había usado. Y si su total de jonrones fueron inflados o no, él fue un jugador unidimensional durante la mayor parte de su carrera. Ese fue el estándar que yo utilicé.

El problema es que mi voto no es uno entre 120 millones; es uno entre 575. Si MLB y el Salón de la Fama no proveen guías para lidiar con el asunto de las drogas para mejorar el rendimiento, no me hace sentido el dejar que 575 escritores apliquen 575 estándares diferentes. Yo puedo hablar solo por mí, no por nadie más, así que yo les digo adiós.

No es solo el asunto del dopaje el que me ha llevado a tomar esta decisión, a pesar que fue la razón que me llevó a decidirme. Yo entregué mi derecho al voto por otras razones pedestres adicionales.

Para comenzar, no cubro juegos de béisbol de forma regular desde 2002. Muchos votantes elegibles como yo han estado alejados del deporte por demasiado tiempo, y pienso que minamos la integridad del proceso. Cuando pasé siete temporadas cubriendo a los Medias Blancas y luego a los Mets a tiempo completo, para luego pasar tres temporadas como reporter investigatico que pasaba mucho tiempo en los estadios, creía que estaba tan calificado como cualquiera. Pero eso fue hace mucho tiempo atrás. En estos días, mis hijos ven más juegos en un año que yo.

Además, como periodista, nunca me sentí demasiado cómodo con la idea de ser participante en u proceso que se supone que cubriera. Lo disfruté inmensamente, al igual que disfruté votar por el JMV, Cy Young y todo lo demás cuando era reportero a tiempo completo. Pasé dos temporadas como presidente del capítulo de Nueva York de la BBWAA, lo que significa que fui el maestro de ceremonias de la cena anual de premiación. Eso hizo posible que mis padres, que fueron criados como fanáticos de los Dodgers de Brooklyn, vieran y escucharan a Ralph Branca y Bobby Thomson agradecerme y mencionar mi nombre ante una multitud de 1,500 personas. El rol viene con una dosis de poder que es intoxicante. Y desde el punto de vista del ego, el tener un voto al Salón de la Fama es un gran argumento para dilucidar empates en discusiones fútiles en una barra o en un estadio de Pequeñas Ligas.

Pero en demasiadas ocasiones he visto a votantes utilizar sus votos para castigar o recompensar jugadores, y no creo que los periodistas deban estar en esa posición. No veo el voto al Salón de la Fama como el equivalente de un reportero politico votando por un candidato; es más como un reportero político fungiendo en el Colegio Electoral. Me gustaba tener ese poder, pero no puedo justificarlo.

Muchos de los votantes que conozco se toman su voto en serio y emiten su voto sin miedo o favoritismo. El hecho es que, como grupo, los votantes han probado ser unos buenos guardianes de entrada al Salón de la Fama. Podemos argumentar u objetar algunas selecciones (¿Don Sutton adentro, Jack Morris afuera?), y debemos preguntarnos sobre el hecho de que ningún jugador haya sido seleccionado de forma unánime-- ni Babe Ruth, o Willie Mays, o Jackie Robinson. Pero nuestro record se sostiene bien en comparación con otros árbitros del juego. No fueron los escritores los que le dieron a Rafael Palmeiro un Guante de Oro luego de haber jugado apenas 28 partidos en la primera base en 1999; fueron los managers y coaches de MLB. Fue el Comité de Veteranos del Salón de la Fama, y no los escritores, los que dejaron morir a Marvin Miller sin haber sido exaltado, algo que considero desgraciado.

He escuchado a otros escritores decir que ellos no pueden esperar a que ciertos jugadores lleguen a la boleta para dejar sus nombres sin marcar. El nombre de Eddie Murray llegó de esa manera en más de una ocasión. Yo voté por Albert Belle porque pensé que fue uno de los jugadores más dominantes de su era. Él no recibió los suficientes votos para mantenerse en la boleta, en gran medida por la manera en la que trataba a los reporteros. A mí me maldijo muchas veces, pero también llegó a preguntarme como seguía mi abuela luego de enterarse que había sufrido un ataque cardiaco. Traté de que ninguno de esos elementos me influenciara cuando evalué su carrera; y para mí, merecía ser exaltado. Es posible que Robin Ventura haya sido mi jugador favorito cuando era reportero, tanto con los Medias Blancas como con los Mets, pero eso no fue razón suficiente para que votara por él.

Pero al final del día, el juego, el Salón y el periodismo estarían mejor servidos si la votación se limitara a un grupo selecto de veteranos, historiadores e incluso periodistas – si fueran los periodistas correctos. Columnistas y escritores nacionales que han dedicado sus carreras al deporte, no aficionados o recién llegados. Eso no resolvería el problema de como evaluar a los jugadores en la era de la química moderna, pero al menos sería el grupo correcto el que tome la decisión.

Yo seguiré teniendo mis opiniones sobre quién debe entrar o quien debe quedarse fuera, y las compartiré con cualquiera que cometa el error de preguntarme sobre el asunto. Pero esas opiniones vendrán de donde pertenecen: desde afuera.