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Gallego contra los prejuicios

BUENOS AIRES -- "Si se tiene que ir Independiente al descenso, que se vaya. Fueron muy injustos. (El ex presidente Julio) Comparada quiso ocultar sus cagadas haciéndole creer a la gente que yo los perjudicaba". La frase, en boca de Julio Grondona (la pronunció en una entrevista con el diario Popular), tiene un corte siciliano.

Más que declararse prescindente y aventar sospechas sobre una posible injerencia para salvar al club en el que se formó como directivo, Grondona suena despechado. Es decir, dispuesto a meter la cola para tomarse desquite.

Calculo que la frase habrá erizado los pelos de los responsables e hinchas de Independiente. Habrán mensurado más crudamente la complejidad del cuadro. A la emergencia deportiva declarada por un promedio exiguo, parece sumarse la adversidad política.

Y la antipatía proviene nada menos que del presidente de la AFA, amo y señor del fútbol argentino.

Más acá de esta novedosa presión, las señales de Independiente en la cancha han sido más que favorables. Y así lo entendió el público, que aplaudió el empate ante Tigre (un resultado que no ayuda mucho) como un gesto inequívoco de adhesión al camino elegido.

No se trata sólo de la actitud para pelearlas todas, para no deprimirse por el marcador en contra, sino de la voluntad clara de remontar la cuesta privilegiando el buen juego.

A los jugadores hábiles, de probada técnica, esos que a pesar de moverla como los dioses alguna vez han sido alcanzados por el estúpido mote de "pecho frío" como el Rolfi Montenegro.

Un entrenador más vacilante o tribunero que Américo Gallego habría apostado a la fórmula huevo-huevo. Vale decir a futbolistas que, más allá de sus prestaciones, habrían quedado justificados por su pecho caliente.

Gallego no sólo ungió al talentoso Montenegro como el gran director de los movimientos del equipo, sino que lo rodeó de chicos (hablamos de 18 años) que sintonizan con su lenguaje y que no temen expresarlo en un clima de necesidad.

Leonel Miranda, el doble enganche, Gonzalo Contrera y Martín Benitez son más que firmes promesas. Necesitan rodaje, es cierto, pero salta a la vista que la juventud no los inhibe. A la inversa, lucían estimulados por el gran escenario.

Otra verdad seriada que Gallego no parece dispuesto a comprar es aquella que dice que los chicos ganan partidos pero no campeonatos.

El DT no los llamó para sumar minutos sino para protagonizar, bajo la tutela de Montenegro y otros veteranos, la gran aventura de zafar del descenso con un fútbol de alto nivel.

Al margen de tantos detalles por pulir (alguien que haga goles, por favor) y del destino de Independiente en el presente torneo, la iniciativa es tan osada como inteligente y digna de elogio.