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Casi el equipo de Ramón

BUENOS AIRES -- El Monumental a pleno lo esperaba. El "Oy, oy, oy" estalló con su salida. Pura expectativa. El verano más el sólido triunfo en Córdoba ilusionó. Once años después Ramón Díaz volvió a su casa y, casi irracionalmente, los hinchas de River -que vienen de épocas duras- volvieron a creer. Sin más. No llegaron los refuerzos resonantes, pero con el riojano, parece que les alcanza.

Bueno, seguramente no sea así, pero hay que reconocerle un cambio casi inmediato en el equipo. No variaron tanto los nombres que tenía Matías Almeyda, pero ya hay signos de mejoría.

Como no pasaba hacía mucho (con excepciones, claro), River manejó el juego en el Monumental. Es cierto que Estudiantes fue llamativamente pasivo en el primer tiempo. Salvo por los primeros cinco minutos, donde no dejó al local salir de su campo, después se metió atrás a esperar qué proponía el conjunto de Ramón. A los de Cagna no se les cayó una idea. Cosa que a River sí, o al menos, demostró tener cabeza (o trabajo) para saber pensar alternativas. Cuando la salida con Carlos Sánchez no funcionó, buscaron el cambio de frente. A Ariel Rojas, en su función de doble cinco, le llevó un tiempo acomodarse, pero pudo acoplarse.

Cristian Ledesma puede ser una gran recuperación de Ramón si consigue llevarlo a su nivel. De todas formas, a River le faltó manejo en el medio. Manuel Lanzini fue de menor a mayor. Rodrigo Braña lo castigó todo lo que pudo, le hizo sentir todo el peso de su experiencia. Eso hay que reconocerle al equipo de Cagna: solidez defensiva. Ahí lo ahogó a River, lo dejó moverse en el resto del campo, pero en tres cuartos lo afisxió. Y Lanzini lo sufrió. Porque el joven enganche quiso meter siempre el cambio de ritmo, pero fue absorvido por la marca.

Probablemente, a Manu le falte lo que le sobra a Braña: partidos, confianza, experiencia. Lanzini tuvo rapidez y precisión (por momentos), pero falló el último toque, le faltó asociarse más con Leonel Vangioni o Rodrigo Mora. Pensó más como delantero o extremo que como enganche.

A Vangioni -el mejor contra Belgrano y de gran verano- lo perjudicó el ingreso de Rojas. Porque no lo usó como salida y se encimaron. Sólo cuando el exNewell's se lanzó solo le dio a River el vértigo que necesitaba. Carlos Sánchez, del otro lado, tuvo una noche con demasiados altibajos. Así, Mora y Trezeguet, se aburrieron de lo lindo.

Contado todo esto junto, podría pensarse que River fue un desastre, pero no. Lejos de eso. Lo anterior son aspectos a pulir. Es más, el primer tiempo lo tuvo todo bajo control. Jugó a ras del suelo, muy ordenado y con una defensa que pocas veces se encontró mal parada. Si alguien todavía tenía ganas de abuchear a Adalberto Román, el paraguayo se las quitó con su personalidad, seguridad y liderazgo. También fue bueno lo de Mercado y Bottinelli. La línea de tres funcionó, aunque claro, eso fue mientras Estudiantes casi no lo atacó. En el segundo tiempo fue otra cosa.

Lo que le faltó a River realmente fue pisar más el área, lo que podría haber conseguido si Lanzini o Vangioni lo buscaban a Mora, quien justamente sabe romper. O con centros a Trezeguet. De hecho, el franco-argentino, que casi no la había tocado, fue el autor de un golazo, con una tremenda volea dentro del área. Para eso están los goleadores, ¿no?. El delantero se retrasa, pone entrega, pero River lo necesita bien cerca del arco, que es donde mejor sabe qué hacer.

La segunda parte, el equipo de Ramón la soportó más de lo que jugó. Estudiantes despertó -o al menos quiso-, se adelantó con Iberbia, Benítez, Braña y Gastón Fernández y se hizo de la pelota. No le generó grandes problemas a Barovero, pero desemprolijó el partido. El juego se hizo más cortado, friccionado e impreciso. A River le costó mucho recuperarla. Un disparo desde afuera de Braña casi paraliza los corazones millonarios. De golpe, un déja vù del River de Almeyda. El que no podía cerrar los partidos, que los sufría hasta el final, cuando no terminaba perdiendo.

Pero Ramón encontró un revulsivo: Juan Manuel Iturbe. El juvenil de Porto con sus veloces arranques, sólo pudo ser detenido a las patadas. Una le dio una chance de gol a Mora, con un tiro libre, que se fue muy cerca. En otra, Silva evitó el segundo gol. De todas formas, los hinchas de River terminaron pidiendo la hora. Es que las heridas siguen abiertas.

El festejo del final fue más felicidad que alivio, porque River volvió a parecerse un poquito, aunque sea un tiempo y de a ratos, al River de los "buenos Díaz". A lo positivo de esta vez, se le suman las buenas sensaciones del verano, la certeza de que con Leo Ponzio (suspendido) el medio tiene otro manejo, que Vangioni puede ser más punzante, como Mora, además de seis puntos de seis... En suma, este equipo tiene crédito. Ahí ya se ve claro el primer sello de Ramón.

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