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Hay otra final en Buenos Aires

BUENOS AIRES -- Cambio de escenario y de un protagonista. El español David Ferrer, N° 4 del mundo, y el suizo Stanislas Wawrinka (17°) fueron los que festejaron en las semifinales, en una tarde que amenazaba con lluvia y lució con un sol implacable y mucho calor, para convertirse en los finalistas del ATP 250 de Buenos Aires. El helvético cortó así la posibilidad de otra definición netamente española. Lo atípico, para la tercera escala de la gira latinoamericana de arcilla, fue que no hubo presencia de tenistas locales por primera vez desde la vuelta del circuito a Argentina, allá por 2001.

Este dato provocó una situación tan inusual que desembocó en un menor interés, lógico, para la convocatoria del público, más allá de que muchos fanáticos del tenis igual dijeron presente. Así y todo, el cielo se fue despejando y, a la hora señalada, del arranque de la primera semifinal, el sol empezó a pegar de lleno en el tradicional polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club, considerada la Catedral del tenis sudamericano.

En primer turno, fue una hora y 18 minutos el tiempo que invirtió Ferrer para instalarse otra vez en la final, al derrotar a su compatriota Tommy Robredo por 6-3 y 6-2. Ratificó, por si alguno aún tenía alguna duda, por qué es el favorito principal a repetir el título de 2012, por su ubicación en el ranking, por su altísima regularidad y por esa mentalidad inquebrantable que desgasta a sus rivales. Claro que ya no es el que supo ser en sus comienzos, un jugador basado en su magistral defensa y un admirable contraataque, y por eso está cada vez más firme en la elite, porque además de meter tantas pelotas con una intensidad tremenda también arriesga y sabe definir.

Lejos de querer conformarse con su solidez desde la base, Ferrer continúa este año dejando en claro que la versión de las temporadas previas es la que mejor le sienta y más réditos le otorga. Así es que volvió a pisar sus favoritas canchas de arcilla y lo hizo en Buenos Aires, donde ya se coronó hace 12 meses y busca repetir. Sólo en los cuartos de final contra el ídolo local David Nalbandian, que lo tuvo a maltraer en el primer set, fue que Ferrer sufrió un rato en esta semana, ya que se recuperó tras ese comienzo negativo y terminó concretando un inapelable 6-0.

Antes y después, lo de Ferrer por estas tierras fue casi un desfile de un auténtico N° 4 de la ATP, que por algo el año pasado se convirtió, por única vez en su carrera, en el tenista que más victorias (76) y más títulos (7) logró. Arribó a la semi ante Robredo, ex 5°, un conocido suyo de varios años de trotamundos, con presencia y algunos hasta pensaron que podía tener algunos problemas para sacar el boleto a la gran final. Pero eso no pasó: el de Javea, residente en Valencia, pese a un comienzo flojo, pasó por arriba a su connacional.

Robredo empezó el partido con un quiebre de saque y estiró la ventaja hasta llegar a ponerse 3-1. De ahí en más, fue todo de Ferrer, al punto de que se adjudicó cinco games consecutivos y así obtuvo el primer set por 6-3 en 41 minutos. Suele ocurrirle al gran candidato que arranca a media máquina algunos encuentros, pero cuando entra en sintonía, metiendo bolas profundas y pesadas, variando el ritmo y pasando rápida y eficazmente la transición de defensa a ataque es realmente de temer. Y vaya si lo padeció en carne propia su adversario de turno.

El presente de Ferrer pesó muchísimo más que esta etapa de recuperación de Robredo, tras una larga inactividad por una operación hace un año, en su pierna izquierda. Hoy el ex top-ten se ubica 95° en el ranking, pero no olvida su tenis prolijo y ordenado. Así y todo, sufrió algunas intermitencias y puntos que no supo cerrar por errores no forzados que le costaron muy caro. Por el campeón de Buenos Aires en 2009 no pudo con el rey de 2012. Dos quiebres de saque, en el tercer y séptimo juegos, le dieron la diferencia clara a Ferrer para llevarse un triunfo muy merecido y que el público valoró, al punto de reconocérselo con varios y extensos aplausos.

El punto del partido se dio en el momento en el que Ferrer se adelantó 4-2 en ese segundo capítulo, cuando mantuvo su servicio luego de un prolongado rally, que lo ganó con su sello, defendiendo, contragolpeando y terminando, en la definición, con un drop-shot cruzado, de revés, que dejó parado a Robredo. Sí, literalmente, fue el golpe de nocaut. Mucha gente terminó de pie, aplaudiendo por unos minutos al gladiador top-ten, en reconocimiento a su combinación de esfuerzo, garra y calidad en el cierre.

Así, Ferrer se abrió camino a una nueva final, la N° 35 de su carrera profesional, intentando conseguir este domingo su 20° título. Muy lejos quedó Robredo, que venía de ganar tres partidos al hilo por primera vez desde Indian Wells 2011, de poder dar el batacazo. El perdedor dejó la cancha cabizbajo, triste, pero seguramente, cuando se enfríe, entenderá que valió la pena su paso por Argentina en busca de recuperar sensaciones y alegrías olvidadas. Ferrer, en cambio, terminó contento, consciente de que dio otro paso valioso, aunque le falta uno más para llegar al objetivo.

Al rato llegó otro partido, con otro clima y otra situación totalmente diferente. Ya sin dos españoles en cancha, el trámite entre Wawrinka y el español Nicolás Almagro (11°) fue más veloz, con puntos mucho más cortos y buscando ambos más tiros ganadores. Y fue triunfo para el suizo por 6-3 y 7-5 en una hora y 10 minutos ante Almagro, campeón de este certamen en 2011 y que cayó en la final 2012 con Ferrer. La tarde siguió igual, con calor, pesada y un sol que no dio tregua, pero fue distinto porque hubo entredichos, cruces de palabras en más de un cambio de lado durante el segundo set y otro "cara a cara" en el desenlace.

Después de un choque tranquilo entre los protagonistas y con propuestas similares en el primer duelo, el segundo fue picante y eso le dio otro sabor y color. Sin dudas, el público lo disfrutó muchísimo más, aún con el ejemplo de superstar que dio Ferrer en la apertura, ya que Wawrinka y Almagro arriesgaron con sus saques, con derechas punzantes y reveses a una mano muy potentes y rápidos. Esos estilos de ambos también son parecidos, pero el hecho de tomar más riesgos y ver más golpes espectaculares le entregó un plus a tantos simpatizantes dolidos por la ausencia de un dueño de casa en semis.

Más firme en varios pasajes, Wawrinka dominó el choque entre ambos ex top-10 y consiguió el primer rompimiento en el 8° juego, para ponerse 5-3 y apretar el puño. Acto seguido, se metió ese primer parcial en el bolsillo y ahí se empezó a notar fastidio y molestia en los gestos de Almagro, porque un ball-boy no entregaba una pelota rápido, porque no podía ganar los puntos como pretendía, porque su adversario estaba encendido... Todo fue perjudicando al español, que trató de centrarse en su juego, pero que siguió conectado con otras cuestiones.

Partido de puntos mucho más cortos que la otra semi, con grandes saques, derechas y sobre todo reveses a una mano por parte de ambos. Sufrió Wawrinka para mantener su servicio en el 8° game y, ya con la gente de su lado, alentándolo y festejando algunas fallas del español, logró quebrarle a Almagro en el 11° para conseguir la mínima y clave distancia. Lo cerró enseguida, lo celebró con el puño derecho bien apretado y, a la hora de saludar al árbitro, se tomó unos minutos para ir a hablar con Almagro. Al fin de cuentas, hubo caras serias y todo terminó con el brazo extendido de ambas y las manos estrechadas.

Así, Wawrinka se dio paso a su final N° 10 en el circuito ATP, en el que solamente ganó tres campeonatos. Esta definición en suelo argentino representa para el compañero de dobles olímpico del gran Roger Federer recién la primera que jugará en más de dos años, ya que su última vez data de Chennai 2011, cuando terminó con la copa más grande en sus manos. Por eso, el escenario es otro, ya sin otra final entre integrantes de la Armada española en Buenos Aires y con al aire fresco que aporta la personalidad y el tenis agresivo de un Wawrinka que quiere dar el golpe. Igual, sabe perfectamente que contra Ferrer tendrá que jugar impecable y aún así no hay garantía de triunfo.

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