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El primer gran triunfo argentino

El 15 de marzo de 1938, hace ya 75 años, fue una de esas fechas que cambian el curso de la historia. De las que tuercen un camino y estimulan a desandar rumbos hasta allí desconocidos.

Aquel primer triunfo de un equipo de básquetbol argentino sobre uno de los Estados Unidos, el logrado por el combinado de la Asociación Buenos Aires sobre un seleccionado norteamericano de la Unión Atlética Amateur en el Luna Park por 46-33, encerró todos los disparadores que una actividad necesita, como lo necesitaba entonces el básquetbol argentino, para crecer.

Resultó estimulante, por que el rival era el inventor de ese deporte, el gran maestro y la gran potencia.

¿Qué poderío tenía el equipo norteamericano? Era un seleccionado de la Unión Atlética Amateur, la competencia que reunía a todas las universidades (el Torneo de la NCAA, recién se crearía al año siguiente), y que realizó una gira por Sudamérica.

Por ejemplo, un seleccionado con el mismo origen había presentado Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, donde arrasó con todos los rivales en su camino hacia la medalla de oro.

El equipo que realizó la gira por Sudamérica estaba compuesto por: Williard Youngblood (Universidad Comercial de General Electric Company), Frank Rosenbloom y Sidney Rabin (U. New York), Sidney Glickman e Irving Schneider (U. Brooklyn), Citor Probst (U. Baltimore), Carroll Shore (U. Georgetown) y Robert Chapman (U. Temple).

También al ser la primera vez que un conjunto de los Estados Unidos pisaba la Argentina terminó siendo una experiencia reveladora. Es que los norteamericanos hicieron sus entrenamientos previos en la cancha de Ateneo de la Juventud y gran cantidad de público se acercó a verlos. Eran toda una novedad.

Y el impacto no pudo ser mayor. Por primera vez en Argentina se vio un estilo desconocido hasta ese momento: los visitantes jugaban 5 contra 5 en toda la cancha. ¡Iban y venían los cinco!

Ese detalle era fundamental, ya que en Argentina y Sudamerica se jugaba con delanteros y defensores, siendo que estos apenas si llegaban, como apoyo, hasta la mitad de cancha, y los ataques eran responsabilidad solo de los tres forwards.

Esto conmocionó a los fanáticos de este deporte y cambiaría de manera abrupta la forma de juego del básquetbol argentino, porque comenzaba la era del juego integral, de todo el equipo, con la participación de sus cinco hombres en los dos lados de la cancha.

Otro dato novedoso descubierto por los criollos en esas prácticas de los estadounidenses fue el pase de pique, que las crónicas de la época definían así: "consiste especialmente en pasar la pelota por debajo de los jugadores rivales y en forma indirecta, mediante un pique corto contra el suelo". Ingenuamente brillante.

Siempre es bueno poner todo en contexto. El básquetbol de la Capital Federal y sus alrededores se había dividido un año antes, cuando los clubes que tenían fútbol profesional, y que no veían con malos ojos un básquetbol también rentado, se separaron de la Federación Argentina (FABB, fundada en 1921), que se oponía crudamente al ingreso del dinero al deporte.

Boca Jrs, River Plate, San Lorenzo, Independiente y Racing de Avellaneda, Estudiantes de La Plata y Lanús estuvieron entre los fundadores de la Asociación del Basketball de Buenos Aires, a los que más tarde se le sumaron Atlanta, Quilmes, Platense, Ferro y Almagro, entre otros.

Entre ambas entidades se desató una marcada competencia no solo por mostrar quién tenía el mejor nivel deportivo, si no por la forma en que se lo alcanzaba. La lucha entre profesionalismo y amateurismo, y las divisiones que provocó, se extendió durante casi 40 años, y retardó la evolución del básquetbol porteño y eso repercutió hacia todo el país.

Cuando se acordó la gira de los norteamericanos se dispuso que enfrentara a un combinado de la Federación, a otro de la Asociación ("la Buenos Aires", como se la denominaba habitualmente) y al seleccionado argentino, que 20 días antes había sido segundo en el Sudamericano de Lima, ganándole a Uruguay, Brasil y Ecuador y cayendo ante Perú.

Como era habitual en esa época, el plantel de cualquier combinado porteño lo elegían los dirigentes de la Asociación, ya que si bien se designó un entrenador, el platense Eulogio Fernández, este solo estaba a cargo de las prácticas previas, porque el reglamento de aquel entonces le prohibía dar indicaciones durante el partido y ni siquiera podía sentarse en el banco de los suplentes (esto se modificó en 1948).

El equipo de la Asociación Buenos Aires quedó conformado por Pedro Aizcorbe, Roberto Contini y Víctor Di Vita (Boca Jrs.), Eulogio Gandolfo y Humberto Barbaglia (River Plate, campeón del año anterior), Angel Andrés (Lanús), Carlos Orlando (Estudiantes de La Plata) y Francisco del Río, Alberto Alzúa y Orestes Arbó (Sportivo Barracas).

Como si no alcanzara con el antecedente de las 5 victorias del equipo de la UAA en Brasil, el debut en Buenos Aires fue para meter miedo: aplastó al combinado de la FABB, que contaba con José Biggi, la gran figura del básquetbol argentino del momento, por 67-24.

El entrenador visitante, Louis Rinaldi, fue claro con el nivel de los argentinos: "Tienen buenos jugadores, con una técnica lucida, pero les falta elaborar acciones en conjunto, moverse como un bloque".

Atraídos por el suceso de la primera presentación y sin importarle la posibilidad de presenciar una nueva paliza visitante, el público porteño colmó el Luna Park.

Pero esta vez todo fue distinto, porque el equipo de la Asociación Buenos Aires plantó de arranque una defensa zonal para cuidarse del grandote Chapman (2,02), lo que desconcertó al rival y le permitió, con buenos contraataques, sacar rápido una ventaja importante.

Los argentinos estuvieron muy sólidos en defensa, sobre todo por el lado de Orlando. Este era un potente defensor de 1,86 de altura, el más alto de ese equipo, que casi nunca lanzaba al canasto. Cuando le preguntaban cómo se adaptaba a este nuevo sistema de atacar y defender con 5 hombres, solía decir: "No me vengan con esas cosas. No me interesa tirar. Lo mío es la defensa y nada mas".

Pero el hombre desequilibrante fue el patagónico Paco Del Río, quien jugó un partido memorable. Su poder ofensivo nunca pudo ser controlado por los norteamericanos. Los locales llegaron a tener una insospechada ventaja de 34-13, que más allá de alguna reacción pasajera, terminó por provocar la resignación del rival, ante semejante superioridad.

Esa amplia ventaja, la magnitud del adversario, la tarea sin fisuras de los jugadores argentinos y el público exultante revoleando pañuelos y sombreros fueron la conjunción para una noche perfecta, que inolvidablemente quedará en la historia.

Al día siguiente, el propio Rinaldi elogió el nivel de juego de los argentinos y reconoció que Del Río podría jugar en alguna de las incipientes ligas profesionales que comenzaban a aparecer. "Podría cobrar un contrato de 10 mil dólares", se animó a graficar. El norteamericano no se quedó en palabras y habló con el jugador de Sportivo Barracas, explicándole las posibilidades que tenía y se ofreció para conseguirle un equipo.

Sin embargo, síntoma fiel de que corrían otros tiempos, Del Río rechazó la alternativa de emigrar para convertirse en jugador profesional en Estados Unidos, aunque para el historial quedó como el primer argentino en recibir una oferta para jugar en la meca del básquetbol mundial.

Pocos días después del gran triunfo de la Buenos Aires los norteamericanos enfrentaron a la selección argentina, que contaba con Biggi y el propio Del Río como figuras. Tocados en su amor propio, los visitantes ratificaron su fortaleza con una clara victoria por 44-28.

Esta fue la síntesis de aquella victoria histórica, que se ganó un lugar de privilegio hace 75 años:

A. Buenos Aires (46): Orlando 1, Barbaglia 4, Gandolfo 8, Del Río 22, Contini 9 (fi) Aizcorbe 2.

U.A.A. (33): Rosenbloom 0, Rabin 8, Glickman 8, Chapman 2, Probst 3 (FI) Youngblood 0, Shore 6, Schneider 6.

Parcial: Asoc. Bs.As. 26-11. Arbitros: David Neikmark (EE.UU.) y Fortunato Casas (Argentina). Estadio: Luna Park

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