Carlos Irusta 10y

Una noche soñada

SAN ANTONIO, TEXAS -- ¿Cuántos eran? Cien, tal vez más. Estaban esperando en la puerta del Marriot, contentos, felices, exaltados. Eran, en su mayoría, argentinos, pero también había muchos mexicanos. Así que, cuando llegó Marcos René Maidana, El Chino de Margarita, estallaron en gritos, en aplausos. Un desborde emocional que se elevó a la fría noche de San Antonio con un "Ole, ole, olé, olá... Chino, Chinoooo". Y vino el clásico "Ar-gen-ti-na", un estallido de felicidad que, durante muchos minutos, se convirtió en un caos de emoción y festejo. Y él, avanzando como pudo entre la multitud, agradeciendo a todos, escoriado el rostro feliz, terminó perdiéndose en el pasillo de los ascensores.

Apenas un par de horas antes, Marcos Maidana comenzó a desatar en el ring del Alamodome una orgía de violencia. Con un frenesí que se apoderó del público, arrancó frente a Adrien Broner –hasta ese momento, campeón mundial welter e invicto como profesional- con una solidez tan grande que paralizó a todos. Se avecinaba una tremenda tormenta, era innegable. Solamente que en el ring, había un protagonista (Maidana) ante un rival empequeñecido (Broner) cuando la mayoría pensaba que iba a ser el revés.

Así salió Maidana, dispuesto a dominar el territorio, a marcar sus espacios y a imponer su voluntad desde la primera campanada, subordinando a un Broner que, de pronto, dejó de ser el vanidoso dueño de la situación: había subido al ring cantando y bailando, como si fuera a un baile de barrio, pero todo su show se terminó cuando le sacaron el banquito.

Si ese fue el comienzo, en el segundo la cosa se puso peor, porque el santafecino no solamente se lo llevó por delante durante los tres minutos del asalto, sino que –además- lo tuvo por el suelo con una izquierda en cross a la cabeza. Cayó mal Broner, cayó, le costó levantarse y por en su rostro se dibujó una mueca de impotencia y extrañeza: ¿Qué está ocurriendo? Parecía preguntar.

A lo largo de la semana, insistimos en un tema que nos parecía importante y que, en efecto, fue una de las claves fundamentales de la pelea: cuál sería la reacción del norteamericano frente a la adversidad. Se sabía –y él mismo lo reconoció, entre tanta fanfarronada- que el santafecino iba a ser el rival más importante y peligroso de su carrera. ¿Qué iba a pasar por su mente frente al peligro? ¿Qué resortes se tocarían frente a la adversidad? En ese segundo asalto tuvimos la respuesta, puesto que Broner se vio obligado no solamente a retroceder, sino a luchar por su vertical, porque parecía que la pelea se acababa para él.

El estadio, a que asistieron 11.312 espectadores, había recibido con abucheos a "The Problem". Y, a partir del segundo asalto, cuando comenzó a vislumbrarse lo que para la mayoría era una posibilidad algo remota –el domino total del Chino- se volcó por el argentino. La pelease iba convirtiendo en una hoguera.

Luego de semejante despliegue, Maidana se quedó un poco durante los asaltos tercero y cuarto, pero tampoco Broner creció demasiado, alertado ya del poder de su rival. De hecho, logró una ventaja parcial en nuestra tarjeta en el quinto asalto, pero fue breve y efímera, porque a partir del sexto, Marcos retomó el nivel de castigo y de presión.

Apelando por sistema al amarre, al empujón y a las palancas, se tomaba Broner de Maidana, pero este, fiel a su libreto, pegaba por cualquier resquicio que tuviera, castigando a los flancos, haciendo daño, porque ya quedó dicho que Maidana era quien ponía toda la potencia en la pelea: ahora suma 35 victorias con 31 KO y 3 derrotas. Y todos –o la mayoría- afirmábamos que era su arma de triunfo.

Pero Maidana en ningún momento se jugó solamente a una mano. No buscó, como suelen hacer los noqueadores, un golpe de nocaut, sino que se decidió, como le pedíamos todos, a tener paciencia y apostar a una pelea larga, pero también de desgaste. Broner, que ahora tiene 27 ganadas con 22 nocauts y esta primera derrota, se encontró, quizás por primera vez en su carrera profesional, con un rival dispuesto a todo.

El referí, el local Laurence Cole –hijo del comisionado local, y con unos cuantos pésimos antecedentes-, le permitió hacer de todo a Broner: empujar, amarrar, hacer palancas con los brazos... signos de impotencia ante un hombre que, lleno de vigor, seguía yendo hacia adelante. Con una lesión en el ojo izquierdo –un raspón que no creció, afortunadamente-, Maidana siguió buscando la pelea con su jab, torturando con la izquierda en cross, y repetidas veces, amenazando con una derecha larga y en swing, que no siempre llegó perfecta a destino pero cumplió con el cometido de hacer daño. Es que cada golpe del argentino parecía estremecer al campeón, que no encontraba fórmulas para frentarlo.

En el octavo asalto, Maidana volvió a tirarlo a Broner y una vez más fue con una izquierda en Cross a la cabeza. La pelea se convirtió en una riña, entre el apetito de nocaut del santafecino y la necesidad de sobrevivir de cualquier manera de su adversario. Se produjo entonces una cinrcunstancia polémica: Broner le puso el mentón sobre la cabeza al argentino, y éste, la alzó para sacárselo de encima. Pareció que había tirado un cabezazo (cuando vimos la situación en las pantallas del estadio se notó que no fue tan así) pero ello le permitió a Broner derrumbarse como herido de bala.

Por un momento temimos que Cole pudiera descalificar a Maidana –era, por cierto, una enorme excusa para ayudar al campeón- pero no lo hizo. Eso sí, le descontó un punto, mientras el médico de turno revisaba a Broner. "Creo que eso fue muy malo –nos diría luego Paul Malignaggi, que comento la pelea para Showtime- porque a mí, como boxador que soy, me dejo la imagen de que Broner quería irse a su casa de cualquier manera, incluyendo la búsqueda de una descalificación".

Era evidente que, a esta altura de la pelea, tras sufrir dos caídas, Broner iba a tener que apelar a todo su boxeo y coraje para darle un vuelco al combate. Fue realmente impactante el décimo, en el que Maidana persiguió a su rival, apenas caminando, mientras éste giraba en su derredor, bien de lejos: era muy claro que estaba tratando de sobrevivir, mientras que el peleador bajaba los brazos, siguiéndolo en dominador. Faltaban apenas dos asaltos. La suerte de Broner parecía echada.

Y, mientras todo el estadio cantaba un "Chi-no, Chi-no" como si estuviéramos en el Luna Park, comenzó el 11ro. No lo ganó Broner, lo perdió Maidana, por escaso margen, producto de su cansancio de tirar tantos golpes. No era, pues, que dominara el hasta entonces campeón, sino que era el quedo de su rival el que le permitía crecer. Aunque era evidente que no le alcanzaba. Así llegaron al último asalto, entre el delirio de la gente, porque la pelea era forcejeada, dura, caliente, salvaje por momentos, con un referí demasiado pasivo –Broner apeló a todas las infracciones posibles- y un retador que se aguantaba todo sin quejarse.

En el último round, Broner sacó todo lo que tenía, y logró meter una derecha larga que pareció estremecer a Maidana. ¿Podría, acaso, darse vuelta una pelea ya ganada? La respuesta de Maidana fue: apretar los dientes, aguantarse todo y terminar pegando, con rabia, desesperación, coraje y orgullo, como un peleador de raza que –como se dice en términos taurinos- se crece al castigo: recibió el impacto y se agrandó como pudo, apelando a su corazón, para cerrar un round con un punto menos, pero con todo el orgullo intacto.

Luego vino el fallo, tras alguna espera. Levi Martínez, de Nuevo México, le dio 117-109; Nelson Vázquez, de Puerto Rico, votó 116-109 y Stanley Christoudoulou, de Sudáfrica, votó 115-110. Así que cuando Jimmy Lennon gritó el "The winner...and new champion..." (El ganador...y nuevo campeón") estalló el estadio, estallaron más que nunca los argentinos una corriente de ensordecedor frenesí recorrió el estadio.

El perdedor se bajó muy rápido y se fue directo al hospital, puesto que se mencionaba una posible fractura de mandíbula. El ganador declaró que en ningún momento temió por una derrota, que no le habían dolido los golpes de su rival, que le dolía todo el cuerpo y que no sabía de lo enorme que podía haber sido su actuación.

Luego, el hotel, su habitación, el descanso. No lo volvimos a ver. Cenamos con colegas y amigos. Todos coincidimos en que habíamos vivido una noche histórica, aunque todavía no sabíamos, ni sabremos, las repercusiones de semejante triunfo. Eso sí, habría que remontarse a Monzón-Benvenuti, Coggi-Oliva o Baldomir-Judah como ejemplo de conquistas mundiales frente a rivales encumbrados.

Y ha sido por cierto, una noche única, una noche soñada. Maidana peleó contra un gran rival, al que muchos sindicaban como la nueva gran estrella del boxeo mundial. Peleó con decisión, con coraje, pero con inteligencia; con el corazón, pero también pensando. Peleó como un guerrero de estirpe, peleó con alma y vida y seguramente, el día que se escriba la historia del boxeo argentino, habrá una página dorada dedicada a la noche del Alamodome, cuando en un duelo en Texas, un argentino bravío y corajudo, se convirtió en digno heredero de esa tradición santafecina de los Coggi, Vásquez, Baldomir, Cuello...

Y, por supuesto, Carlos Monzón.

El mismo Monzón que seguramente desde el cielo, sonrió ante este boxeador amasado en sangre y coraje, hijo del pueblo, humilde y callado, determinado y feroz, que a fuerza de corazón le hizo vivir una noche inolvidable al boxeo argentino. Una noche soñada, una noche que, con los años y los años entrará en la leyenda.

La noche en que El Chino Maidana se recibió de Campeón del Pueblo.

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