Tlatoani Carrera 10y

Orígenes de la pasión: El balón, industria número uno de Brasil

MÉXICO -- Esta es la historia de una de las industrias más productivas de Brasil. No es la del café; tampoco la del petróleo o la del gas natural. Se trata de las exportaciones del balón. Cuando se habla de Brasil se debe pensar en el segundo exportador mundial de futbolistas, sólo después de Argentina. Es una maquinaria cuyos engranes se han ido aceitando durante un largo tiempo.

En su libro Futebol Nation, el historiador David Goldblatt liga la exportación de los primeros jugadores brasileños con el amateurismo que prevalecía en el país. La mayoría de los equipos fundadores de las ligas brasileñas fueron formados por estudiantes de las clases acomodadas que regresaron con un diploma extranjero; es decir, representantes de la burguesía del enorme país, que apelaban al futbol sin cobro para dejar fuera a los aspirantes de raza negra y los menos favorecidos.

Después de algunas décadas este hecho creó una inconformidad. El futbol todavía no era uno de los oficios mejor pagados del mundo, pero sus practicantes empezaban a entender su potencial. Los mejores jugadores querían ganar lo suficiente para mantener a su familia. Si no era posible en casa, había que buscar en otras puertas del vecindario.

El éxodo, documenta el mismo Goldblatt, comenzó en 1928: "Jugadores brasileños de ascendencia italiana fueron particularmente bienvenidos por los clubes y por las autoridades fascistas para representar a la Madre Patria".

Los primeros fichajes se dieron en 1930. Amilcar, delantero del Palestra Italia, dejó Sao Paulo con duras palabras en contra del amateurismo que reinaba en Brasil y se unió al Lazio italiano. Exactamente el mismo camino siguieron los hermanos Fantoni, otros grandes jugadores que revolucionaban el pasto brasileño.

En aquel mismo 1930, el Vasco de Gama visitó España y Fausto y Jaguaré se quedaron en Barcelona.

Europa fue la primera escala, pero las reglas del fascismo cerraron la puerta a los jugadores negros para jugar en Italia, pero había muchos otros destinos y buscaron acomodo en tierras vecinas. En 1932, Leónidas da Silva y Domingos de Guia llegaron a Uruguay para enrolarse en Peñarol y Nacional, respectivamente.

Esas son sólo anécdotas; letras iniciales de lo que se convirtió en una industria multimillonaria.

Han pasado 85 años y las reglas de la economía mundial cambiaron. Brasil se convirtió en uno de los principales exportadores de futbolistas en el mundo. Cifras de la consultoría Euroaméricas Sport Marketing revelan que en 2013 Brasil vendió al resto del mundo 944 futbolistas. La cifra impresiona no sólo por la cantidad. Simon Kuper sostiene en Soccernomics, una de las investigaciones económicas más profundas del futbol, que los jugadores brasileños son los que más dólares encuentran en el mercado.

Hay muchos ejemplos que lo ilustran. El 6 de julio de 1993, el Barcelona ofreció 10 millones de dólares al PSV por hacerse de los servicios de Romario, el "baixinho" que se sentía más cómodo en el área, que en la cocina de su casa, según describía Jorge Valdano. Años después, el Real Madrid pagó 63 millones de dólares por ese pura sangre llamado Ronaldo. Y esos son sólo ejemplos de un mercado que ingresa millones de dólares anuales. El ejemplo más reciente es el de Neymar, el número 10 en el que todo Brasil fija sus esperanzas para dar a Brasil su sexta Copa Mundial. Pero eso no es lo único que lo ha mantenido en las primeras planas. Los últimos reflectores los ha dado su fichaje, cuyas cifras han crecido hasta más de 100 millones de dólares, un récord económico que pone a Brasil como la Meca del mercado mundial de piernas.

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