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Al Mundial en moto

El único objetivo de todos es quedarse con la Copa EFE

BUENOS AIRES -- Hoy me llamó mi amigo Jim, un estadounidense hincha de San Lorenzo. Además tiene una moto y recorre Latinoamérica en ella. Hace un par de semanas me lo encontré en México y ahora está en Buenos Aires.

--Cucu, querido, vine a llevarte a Brasil, en mi moto.

Fue lo primero que me dijo. Jimy estaba de paso rumbo a Río de Janeiro. Descansaría dos días y partiría. Necesitaba un copiloto para su nave.

--¿Adivinas de donde te estoy llamando querido amigo? ¡Desde el bar La Cubana!

Se oía un ruido infernal y La Cubana era el bar más solicitado de Buenos Aires. Ubicado en el pasaje O'Brien, en el barrio de Constitución, se llenaba de taxistas, travestis, estudiantes de la Universidad de Sociales, vendedores ambulantes, bailarines profesionales de cumbia y extranjeros como Jimy. Todos amantes de la excentricidad.

--Vamos a traer la Copa del Mundo en moto, ¡y desde las playas de Río, Cucu!

La idea me entusiasmó y preparé mis ropas y una mochila de mochilero de tamaño pequeño. Me tomé el subte y me fui para la 9 de Julio.

Me di cuenta que soy un adicto a las chocolinas, así que pasé por un Día y me compré cuatro paquetes. En Brasil no hay. Hay otra clase de chocolinas… Jimy me esperaba haciendo ruido, levantando humo en la esquina de Belgrano y Cerrito, frente al edificio de Evita.

"¿¡Pero, cómo?! Había una mujer impactante en la moto con Jimy?!". No entramos tres en una moto, le traté de explicar a Jimy. Pero mi amigo no quería saber nada de abandonar a su novia que había conocido en sus viajes por Colombia, en el Quindío.

A todo esto: la muchacha era preciosa, tenía la piel con un color marrón clarito y los ojos y el pelo del mismo color y los dientes blancos. ¡Bellísima!

Jimy, me dio sus razones y me tapó la boca:
--Cucu, cuatro representantes de la FIFA van a cruzar la Copa por el Río Paraguay, allá arriba en las cataratas, hacia Foz de Iguazú.
--No entiendo, ¿Por qué no lo hacen en avión?
--Imposible, Cucu, nadie se responsabiliza en caso de extravío o caída del avión, no hay seguro.

Jimy me dijo que teníamos que partir ya rumbo a Misiones para interceptar a los dueños de la Copa y robársela.
--Va a ser el robo del Siglo, Cucu. Los brasileños se van a querer matar. Solo comparable con el robo de La Gioconda en el 1800. ¿Te das cuenta?
--¿Y para qué queremos la Copa?
--Para ponerla en las vitrinas de la AFA.
--¿¡Eh?!

Busqué en internet y me sorprendí. ¡La Copa valía la estrambótica suma de 150.000 dólares! Pero yo no quiero robar nada, solo quiero ir a Río en moto, junto a mi amigo y su novia. Y disfrutar de los cuatro o cinco partidos que pueda disputar Argentina en el comienzo. Pero eso, sería difícil de hacer.

Me subí a la moto detrás de su novia y fuimos apretaditos, como sándwiches o panqueques. Teníamos un sueño, un objetivo, algo distinto para hacer en nuestras vidas. Sin embargo, nos convertiríamos en los héroes del Mundial de fútbol.
Jimy cantaba loco de felicidad, el viento me daba en la cara y yo me aferraba a la cintura de Hermelinda, la novia colombiana de Jimy y cerré los ojos, soñando con la Copa del Mundo.