Elizabeth Merrill 10y

La Triple Corona, de nuevo al alcance

ARCADIA, California -- Víctor Espinoza acerca el saco de su traje a dos ganchos llenos de corbatas. Está de pie en el vestidor de su desordenado condominio de soltero cerca de Santa Anita Park, haciendo las maletas para el Belmont Stakes y no puede equivocarse, pues un hombre de 1.57 metros de estatura difícilmente puede entrar en un centro comercial y comprar un traje. Saca una chaqueta gris del closet, la mejor que tiene. "¿Me veo bien?", pregunta Espinoza. Ésta, según dice, es la que usará el sábado, el día de la carrera.

Su primera maleta está medio empacada con shorts para el gimnasio, ropa interior, el boleto de avión para la carrera Preakness de hace un par de semanas y el reloj que ganó en el Kentucky Derby, el cual planea regalar a su hermano José. Sus chaquetillas están colocadas sobre el sillón. Su fusta está en un vuelo de FedEX con destino a Nueva York.

Espinoza nunca imaginó que se le presentaría una segunda oportunidad de ganar la Triple Corona. Tiene 42 años de edad y hace más de una década, en 2002, no logró ganar con War Emblem, y hasta hace uno o dos meses, muchos consideraban que su carrera iba en descenso.

Él había dejado de pensar en la Triple Corona --incluso en el Kentucky Derby--, ya que no lograba ganar cuando se presionaba demasiado. Un año o dos después de War Emblem, Espinoza montó cuatro caballos muy buenos que podrían haber sido "el ganador". Pero ninguno llegó siquiera al Kentucky Derby. Y luego aparece este caballo, California Chrome, en el momento más inesperado y con muy bajas probabilidades de ganar en un principio.

Espinoza entra de nuevo en el vestidor y saca un par de zapatos de cuero Salvatore Ferragamo. Ya no queda ninguno de los trajes que usó en 2002, todos fueron donados a instituciones de caridad, olvidados.

Es miércoles, 10 días antes de la carrera más importante de su vida y cada vez que intenta hacer algo, el teléfono suena. Hace dos semanas, después del triunfo de California Chrome en el Preakness Stakes, lo configuró para que vibrara, pero incluso el tono más pasivo le molesta y simplemente debe contestar.

La gente de David Letterman le llamó, así como un hombre de Relaciones Públicas que lo invitó a hacer el primer lanzamiento en un juego de los Yankees. Espinoza es cortés y gracioso, incluso con la gente que le habla a las seis de la mañana, pues olvida que vive en la costa oeste porque se da cuenta de la magnitud del momento y es consciente de que no durará.

El trabajo de Espinoza se muestra en pequeñas televisiones en los sitios de apuestas afuera del hipódromo durante 362 días del año. Ahora está a un triunfo de lograr algo que no se ha hecho desde 1978, algo que inyectaría una dosis importante de vida a las carreras de caballos.

Doce caballos han estado es esta misma situación desde 1978, en la antesala de la historia, pero fracasaron debido a variables incontrolables, la suerte, la maldita suerte, y la presión de lo que está en juego. El entrenador y dueño Bob Baffert, integrante del Salón de la Fama y quien ha perdido tres Triples Coronas, dice que se puede ver el peso de la presión en el rostro de los jinetes en los días previos a Belmont.

Pero no en el de Espinoza, al menos todavía no. En este soleado día en California, sólo tiene dos temores: no encontrar por lo menos cinco opciones de trajes que le combinen para vestir en todos los actos a los que asistirá y para atender a los medios de comunicación en Nueva York, y subirse al avión.

Reservó un lugar en el vuelo de media noche a Nueva York para poder dormir el mayor tiempo posible. Puede resultar extraño que un hombre de 54 kilos que no teme montar a un pura sangre de 635 kilogramos, tenga miedo a ocupar un asiento de primera clase en un avión comercial, pero los jockeys son personajes poco comunes. Pero no es más extraño que el caballo mecánico alfombrado que se encuentra cerca de la cama de Espinoza y que monta para practicar en los días previos a las carreras.

En un avión, como dice, él no tiene el control. Pero esta es la realidad: siendo sinceros, Espinoza sabe bien que una vez que el caballo y él llegan a la gatera en una carrera como Belmont, muchas cosas están fuera de su control. Incluyendo el día siguiente.

"Experimentamos altibajos que nos hacen pensar mucho", dijo Espinoza. "En 2002 tenía un caballo en el Kentucky Derby y gané. Eres toda una celebridad y estás en la cima del mundo. En Belmont, cuando no ganas, nadie te reconoce al día siguiente. Se olvidan".

EL PURA SANGRE QUE ENAMORÓ A ESPINOZA
La madre de California Chrome costó ocho mil dólares y sus dueños poco conocidos, Steve Colburn y Perry Martin, fueron objeto de burlas por comprar la yegua y depositar sus esperanzas es un potro con un pedigrí discordante.

Los caballos no usan etiquetas de identificación, pero incluso antes de que ganara el Derby, Chrome era conocido en los hipódromos del sur de California por sus marcas. En la mañana, cuando el sol ilumina su pelaje castaño y cernejas blancas (en la jerga de la industria equina el blanco se conoce como "chrome"), el pura sangre es impactante.

Pero Espinoza se sintió atraído a algo distinto.

"Es difícil de explicar", dijo Espinoza. "Simplemente lo vi y pensé que lo podía mejorar".

Chrome tuvo problemas a sus dos años de edad, al perder dos de sus primeras tres salidas y terminó en el quinto lugar de nueve en una de esas carreras. Sin embargo, Espinoza siguió de cerca el progreso del caballo y le dijo a su agente, Brian Beach, que, si se pudiera, le gustaría montar el caballo.

Albert Delgado lo montaba en ese momento y Colburn y Martin, quienes pensaban que el caballo era aún joven y sólo intentaba encontrar su camino, no tenían prisa alguna por hacer un cambio.

De cualquier manera, Beach llamó a los entrenadores del caballo, Art y Alan Sherman, para decirles que Espinoza estaba interesado. Pasaron algunos meses y el caballo continuaba maravillando en ciertos momentos y decepcionando en otros. Espinoza seguía su rutina haciendo cientos de montas anónimas.

En las carreras de caballos todo es cuestión de elegir el momento oportuno, tener suerte y buenas relaciones. Espinoza había trabajado anteriormente con los Sherman y Beach había cenado y platicado con ellos en varias ocasiones, y en diciembre de 2013, los entrenadores finalmente decidieron hacer un cambio y llamaron a… Mike Smith.

Smith era un jockey veterano que había ganado el Belmont Stakes el verano anterior. Trabajó con California Chrome, pero no pudo montarlo en el King Glorious Stakes en Hollywood Park, el 22 de diciembre, porque Mike estaba siendo introducido en el Salón de la Fama de los Deportes de Nuevo México.

Así que Alan Sherman llamó al agente de Espinoza. "¿Recuerdas el caballo por el que has estado preguntado?", dijo Sherman. "¿Todavía quieres montarlo?"

Espinoza estaba sumamente emocionado. Ganó con California Chrome en el King Glorious Stakes por 6 ¼ cuerpos. Desde entonces el caballo no ha perdido.

Espinoza, quien hace entre 600 y 800 montas al año, se ríe ante la idea de que existe química entre un caballo y el jockey. Son sólo negocios, dijo. Ama a los caballos, pero insiste en que su interés en ellos reside completamente en lo que pueden hacer.

No lo crea. Alan Sherman lo ha visto. Víctor y Chrome se complementan, dice. Ni Espinoza ni el caballo entran en pánico ni se inquietan demasiado cuando atraviesan por momentos difíciles. Parecen escucharse mutuamente en la pista, tomando decisiones conjuntamente durante las carreras. Hay un ritmo tranquilo entre los dos y bien podría ser la diferencia entre ganar y perder.

Espinoza es uno de los mejores jockeys del medio. Corre en la sierra de San Gabriel, cerca de Santa Anita Park, como parte de su entrenamiento y hace ejercicio con tal constancia que no tiene que preocuparse mucho por eliminar calorías como lo hace la mayoría de los jockeys.

Sus manos son fuertes, lo cual ayuda cuando está tratando de frenar un caballo rápido y poderoso como Chrome. Espinoza es un jinete veterano que sabe de lo que es capaz, es ecuánime y seguro de sí mismo, el macho alfa que se nutre de la competición. Al igual que el caballo.

Justo antes del Kentucky Derby, California Chrome estaba pavoneándose en el paddock, cuando Espinoza se dio cuenta de que el caballo tenía una erección. Ahora, en la mayoría de los casos, un apostador se preocuparía mucho por ello, cambiaría su elección y asumiría que el caballo estaba demasiado distraído para correr bien. Pero Espinoza lo interpretó como una buena señal. Era como si el caballo entendiera que era una carrera importante --nunca antes lo había hecho-- y quería demostrarles a los demás caballos en el paddock quién mandaba.

El caballo parece disfrutar la atención. Un día, cuando Chrome estaba recibiendo un baño en Churchill Downs, al menos 100 fotógrafos le estaban tomando fotografías de cerca. Ni se inmutó. Examinó al público y les pagó con la misma moneda.

Dos semanas más tarde, estaban en el Preakness cuando Chrome se --ejem-- excitó de nuevo en el paddock.

"Art", le dijo Espinoza al hermano mayor de los Sherman, "creo que estamos listos".

Si el Derby había sido una tarea fácil, el Preakness era un vaso gigante lleno de antiácidos. Todos los tenían en la mira. Dos caballos saltaron justo delante de Chrome y este quería aumentar el ritmo de su marcha, quería rebasarlos a toda velocidad, pero era demasiado pronto y Espinoza lo frenó un poco y se colocó en el tercer puesto.

No sabe explicar cómo, con este caballo, nunca llega con un plan y por qué basa todas sus decisiones en el instinto. Fue una decisión instintiva y el caballo aceptó, acomodándose. Al acercarse a la última vuelta, hicieron su movida, alcanzando a Pablo del Monte, pero después Social Inclusion salió en persecución. Chrome se escapó del caballo, pero luego Ride On Curlin comenzó a cerrar con fuerza. Espinoza pidió un cambio de velocidad. Chrome obedeció y resistió el ataque, colocándolos en una posición para hacer historia.

Al final, el cerebro de Espinoza estaba frito. Para hacer los movimientos correctos había tenido que colaborar con el caballo. Era un acto de confianza mutua. California Chrome tiene dos personalidades, según Espinoza. Le gusta jugar, saltar y estar feliz. Corre porque es divertido. Pero, cuando las anteojeras están puestas, el caballo tiene un solo objetivo: ganar.

"Víctor no se interpone en la forma de actuar del caballo", dice Alan Sherman. "No lo obliga a hacer algo que no quiere".

UNA NIÑEZ SIN AMIGOS Y ENTRE ANIMALES
La primera vez que Víctor intentó meterse en la cabeza de un animal, terminó en el suelo. Tenía 6, tal vez 7 años de edad, y vivía en una granja con 11 hermanos a las afueras de la Ciudad de México. La familia Espinoza criaba caballos, vacas, gallinas y cabras en la granja, pero los burros eran los que irritaban a Víctor. Un burro pendenciero derribaba continuamente al pequeño niño y Espinoza permanecía despierto en las noches, preguntándose cómo podía permanecer sobre el animal. Nunca lo resolvió. Hay algunos animales que no puedes llegar a comprender del todo, dice.

No tenía muchos amigos cuando era niño y, según dice, fue por elección personal. Se impacientaba con los niños de su misma edad porque de lo único que querían hablar era de "cosas locas".

"No pensaban en el futuro", dijo. "Yo crecí pensando en mi futuro. Quería descubrir qué podía hacer con mi vida y a ellos sólo les preocupaban los juegos y las películas.

"Sentía curiosidad por ver de qué se trataba la vida. Y quería saber qué hacen las personas mayores en la vida, qué podía aprender".

Un hombre mayor alguna vez le preguntó qué quería ser de grande. Espinoza debe haber tenido ocho años en aquel entonces, dijo que no sabía, pero independientemente de su profesión, quería ser el mejor. Y quería estar sano.

De niño tenía miedo a acercarse a los caballos. Los respetaba por su tamaño, fuerza y por lo lejos que un pequeño niño podía caer. Pero mientras más tiempo pasaba cerca de los caballos, se volvía más automático.

Su hermano mayor, José, abandonó su hogar cuando era aún adolescente, y unos años más tarde, cuando consiguió un trabajo como entrenador, le pidió ayuda a Víctor. Espinoza, de 15 años en aquella época, se fue a trabajar con él y aprendió sobre el cuerpo y la mente de los caballos. Los hermanos se convirtieron con el tiempo en jockeys. El verano pasado, José se cayó de un caballo y sufrió una lesión cerebral traumática. Lo más probable es que nunca vuelva a montar de nuevo.

Siempre antes de montar, Víctor reza por su seguridad y la de los demás jockeys. Lo hizo antes del accidente de José. Lo hará la mañana del sábado antes de Belmont.

UN EXTRAÑO EN LOS GRANDES ESCENARIOS
Los rostros en las carreras de caballos no cambian mucho, sólo envejecen. Es un negocio de intensa competencia, especialmente en el sur de California, donde los jockeys no pueden ir de una pista a otra, así que, por lo general se encuentran con las mismas personas, personas que compiten entre sí múltiples veces al día.

"Somos como gente de circo con buenos sueldos", dijo Gary Stute, entrenador del sur de California desde hace muchos años y amigo de Espinoza. "Trabajas siete días a la semana y, como la gente de las ferias, esta es nuestra vida entera".

Pero no todos los días son iguales. No todas las carreras se parecen.

En la primavera de 2002, la vida de Espinoza estaba a punto de sufrir un gran cambio. Tres semanas antes del Kentucky Derby, Ahmed bin Salman compró el 90 por ciento de los intereses de War Emblem, un caballo talentoso y temperamental que acababa de ganar el Illinois Derby.

Espinoza, quien había dedicado toda su vida a esta profesión y era relativamente desconocido en el escenario grande, estaba a punto de iniciar la aventura más extraordinaria de su vida.

2012, CERCA DE LA GLORIA
Fue hasta la mañana del Kentucky Derby que vio por primera vez a War Emblem.

Baffert, el entrenador de ese caballo, le mostró a Espinoza un video de War Emblem ganando una carrera en Illinois y luego le dio instrucciones al jockey sobre cómo debía desarrollarse el Derby. Le dijo que montaría un caballo verdaderamente bueno y bromeó diciendo que Espinoza no debería saltar de gusto si se dirigía a la meta con una gran ventaja.

War Emblem tomó la iniciativa durante gran parte de la carrera, aumentó el ritmo de su marcha en el tiro derecho final y dejó atrás a la competencia.

"Durante siete segundos supe que iba a ganar el Kentucky Derby", dijo Baffert. "Es un sentimiento distinto. Es como si alguien jugara a la lotería y ganara millones y la primera vez que leyera los números pensara: '¿madre mía, esos son los números?' Es exactamente así. No sabes qué sentirás hasta que sucede.

"Pensaba en todo lo que había superado en la vida para llegar hasta ese momento. Comencé en pistas pequeñas, todos comenzamos en las pistas pequeñas. Piensas: 'vaya, yo solía ver esto en la televisión cuando era niño y no tenía ni idea de que estaría en esta situación'. No sueñas con esas cosas. Nunca he tenido un sueño en el que gano una carrera de caballos. He tenido muchos sueños en los que pierdo".

Baffert eligió a Espinoza, en parte, porque está fuerte y puede frenar un caballo. Pero también porque War Emblem es un caballo que disfruta correr por sí solo y si hubiera elegido a un jockey más conocido, hubieran respetado más al caballo, lo hubieran cazado tras abandonar la gatera. Así que ganaron el Derby y el Preakness. Pero, cuando llegó el Belmont, Baffert sabía que el caballo tenía problemas. Estaba perdiendo peso y vitalidad, y ya no estaban sorprendiendo a nadie.

Antes de la carrera, Baffer le dijo a Espinoza lo que le dice a todos sus jockeys que han llegado al tercer sábado de la Triple Corona: ganes, pierdas o empates, estás haciendo algo especial.

War Emblem tuvo un comienzo lento y nunca se recuperó. El momento de Espinoza había llegado a su fin.

"Si pierdes en Belmont", dijo Baffert, "es como si hubieras olvidado por completo la sensación de triunfo de las primeras dos victorias. Al final pensé: 'sabes, me gustaría ganar el Derby y simplemente irme a casa y disfrutarlo'. Pierdes esa gran emoción".

Justo antes del Kentucky Derby del mes pasado, Baffert se encontró a Espinoza, le deseó suerte y le dijo que le iría bien. El caballo de Baffert, Hoppertunity, había sido tachado unos días antes, así que tuvo tiempo de observar a su viejo amigo montar.

Detectó cierta paz en Espinoza, tal vez porque sabía que tenía el mejor caballo o porque acababa de comprender que se encontraba inesperadamente en la misma posición de hace unos años.

Un caballo conoce a su jinete simplemente por la forma en la que toma las riendas, según Baffert. Y esta vez, Espinoza está relajado. Está montando a Chrome con gran delicadeza. No es como en 2002, cuando apenas si conocía a War Emblem.

Esta vez, parecen estar conectados.

DISFRUTA SU SEGUNDA OPORTUNIDAD
La niebla sobre la sierra de San Gabriel se ha elevado y el hipódromo de Santa Anita se llena de vida los jueves por la mañana. La canción "California Dreaming" suena mientras los asiduos a las carreras toman el desayuno cerca de las tribunas, en el café Clocker's Corner.

Prácticamente todas las mañanas, Espinoza se sienta en una mesa acompañado de hombres mayores para desayunar. Algunos de ellos son entrenadores, otros son dueños y uno es simplemente un fan que pasa por ahí después de llevar a su esposa al trabajo.

Todos cuentan historias sobre Espinoza. Cuando era un hombre joven, de unos veinte años, le gustaban las cosas materiales. Deseaba tenerlo todo. Un día, Espinoza estaba en su Lamborghini cargando gasolina, cuando un extraño lo detuvo y le preguntó que si le gustaba manejar el automóvil de su jefe, sin saber que era de él. Víctor le sonrió y no lo corrigió, ni tampoco le mencionó que en realidad tenía otro Lamborghini en casa. Si estaba molesto, no lo demostró. Si estaba molesto, llevó toda esa energía a la pista.

"Nunca lo veo de malas y lo veo todos los días", dijo Gary Stute. "Es difícil ser amable todos los días en este ambiente. Es una profesión de muchos altibajos. Si estás ganando estás haciendo dinero y si no estás ganando, no estás haciendo dinero. Algunos días no te va tan bien como habías previsto".

Desde hace un par de semanas, los chicos en la tribuna se han burlado de Espinoza por su recién ganada fama. Le preguntan si irá a Diseyworld si gana. Él únicamente se ríe. Lo más probable es que, independientemente de lo que suceda, encontrará su lugar en la mesa de Clocker's Corner para desayunar con sus viejos amigos.

Sabe que esta vez es mucho más importante que en 2002. Espinoza supone que es por el caballo, su belleza y sus orígenes. Asimismo, parte de la expectación la atribuye a la tecnología y a Twitter, al que llama "Tweeter".

La tarde del martes, Espinoza publicó fotos de él acompañado del entrenador de los Yankees, Joe Girardi, junto con una foto de él mismo vistiendo el uniforme de los New York Rangers. Al igual que su caballo, Víctor parece disfrutar la atención. Pero cuando llegue el fin de semana, sus apariciones como estrella invitada terminarán y se encerrará con Chrome.

"Está disfrutando la vida al máximo otra vez", dijo Baffert. "Es casi como si se le hubiera presentado una segunda oportunidad en la vida".

El próximo sábado, Espinoza descansará en la zona de los jockeys, estirará, y le frotará el cuello al caballo.

En la gatera, sujetará las riendas. Chrome y él esperarán listos.

Sabrá cómo irse al frente.

Su intuición, su pasado y su caballo se lo indicarán.

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