Washington Cucurto 10y

Independiente también existe

BUENOS AIRES -- Ya sé que el Mundial de Brasil es todo. Que comienza justo hoy, ja. Pero Independiente también existe. Ya sé que todos los editores están con muchísimo trabajo, atentos a los partidos del Mundial. Pero, ¡editores: Independiente también existe!

Anoche el club Atlético Independiente, en medio de la lluvia, volvió a su hogar, a la primera división del fútbol argentino. En un partido vibrante, emotivo, al borde del síncope, mi querido Rojo de Avellaneda, le ganó por 1 a 0 a Huracán, otro club muy querido por la parcialidad.

Merecieron ascender los dos. Huracán sorprendió porque jugó fiel a su estilo, con un juego prolijo, elegante, ¡es el Barcelona de la B! Pivoteado por un crack, como es Toranzo...

Pero el Rojo de Avellaneda es grande, es inmortal y ascendió gracias al amor infinito de su gente que, bajo la lluvia, lo bancó en cada segundo. Sí, hubo sufrimiento, lágrimas, deseos de ver, uñas comidas hasta el metatarso. Pero Independiente que jamás debió haber descendido, le queda muy grande a la segunda división del fútbol argentino.

Mis primos son todos hinchas de Independiente, viven en Avellaneda, cerca de la plaza y me invitaron ver el partido. Llovía, la tarde estaba horrible y todos los canales hablaban de El Mundial. A nadie, pero a nadie parecía importarle este momento histórico de un grande de América.

Me entristecí, pero al final me desahogué, salí a gritar a la calle, bajo la lluvia, mientras todo el mundo me miraba como diciéndome, ¿te volviste loco, pibe? Muchos ni sabían siquiera que el Rojo ascendía en una tarde de tango.

Y lloré bajo la lluvia de alegría, de bronca, de impotencia. Lloré porque al fin, dejamos atrás este infierno. No me importa si Argentina sale campeón, la felicidad de ver al Rojo en Primera es lo más importante.

De pronto, a las nueve de la noche, la Avenida Mitre se llenó de hinchas del Rojo con banderas, banderines, cornetas, era el gran comienzo de una fiesta que nos impulsaba a reflexionar. Una fiesta que nos enseña, no hagan más cagadas, por favor, que ésta sea la última vez. Por eso es fundamental votar bien.

Salté de mi mesa luego de haberme tomado cinco Cocas colas dietéticas y corrí hacia la sede del club. Lloraba mientras miraba el quilombo de autos atascados, de bocinazos y miles de hinchas. En una esquina, encontré a una rubia envuelta en una bandera, llorando sin consuelo. ¡No sabés lo que sufrí, lo que tuve que soportar para que el Rojo estuviera en la A nuevamente!

Me quedé callado junto a ella, inmóvil, sin saber qué hacer. Ella era de la Villa Rodrigo Bueno y había venido a festejar, se llama Marisa. ¡Abrazame, qué esperás pavote! Me dijo y nos abramos y lloramos en medio de la calle, como en la película El Gitano, de Sandro.

En fin, en los brazos de ella, me acordé de todos los hinchas que aman al Rojo, recordé los versos de Rodolfo Edwards dedicados a Ricardo Bochini; me acordé del incondiconal de Ariel Bermani que aguantó a Independiente, junto a su hijo, en cada cancha; lloré como un hiño por Ricardo Bochini, por Diego Maradona y tantos otros. Ustedes seguramente, tendrán un amigo del Diablo de Avellaneda. Esta crónica también es para ellos, por haber aguantado desde sus casas, llorando frente al televisor, este momento de alegría infinito, hoy nos consagramos Campeones del Mundo. Somos Brasil. Queridos editores: el Mundial es importante, hay que informar a cada minuto sobre él, pero Independiente somos todos.

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