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Algieri nos calló la boca con boxeo

Floyd Mayweather es por unanimidad el mejor Libra por Libra del planeta y Andre Ward le sigue con el número dos de la lista. Ambos tienen en común su excelencia técnica para dominar en el reconocimiento general. Y es cierto que muchas veces cuestionamos su boxeo y aunque no dudamos en aplaudirlos, nos preguntamos porque ganan siendo tan aburridos. La batalla en que el pasado sábado Chris Algieri despojó de su cinturón Junior Welter de la OMB al ruso Ruslan Provodnikov, sirve para explicarlo.

El extremo de la calidad técnica siempre será superior al extremo de la agresividad. Aunque no nos guste, aunque no me guste, aunque nos aburra y nos motive a cambiar el canal de TV. Honor a quien honor merece. Para cada estrategia basada puramente en el acoso, el premio de la insistencia y el poder en el golpeo, habrá una contra estrategia, un plan basado en las herramientas que también permite este deporte. Herramientas que Algieri utilizó a la perfección para llevarse una batalla en la que tan temprano como en el primer asalto, había visitado la lona por dos veces.

«El hombre empieza cuando empieza la técnica»; y «no hay hombre sin técnica» son frases de Ortega y Gasset en su libro "Meditación de la Técnica" "La técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica" es una pintoresca frase atribuida al cubano Félix Savón.

Tal vez, el tricampeón olímpico y seis veces campeón mundial amateur, ingenuamente, se haya querido referir a la primera definición y el juego de palabras terminó en una de las más repetidas frases asociadas con el humor deportivo. Pero, más allá de ese humor, algo está claro: Savón estaba defendiendo la técnica como forma de vencer en un combate, algo que la escuela cubana de boxeo cultiva y que le da sentido a su forma de practicar y dominar en este deporte.

Guillermo Rigondeaux, en el presente, es la máxima expresión de ese estilo y sus dos cinturones mundiales no son una casualidad. Son producto de esa "sin técnica no hay técnica" que nos hace bostezar, pero que aniquila rivales o los hace parecer novatos vagando sin sentido por todo el cuadrilátero.

Algieri el sábado les dio otro aliciente a quienes defienden hasta el insulto al boxeo estilista, elusivo, de sabios movimientos, como si se tratara de un choque de esgrimistas. Al mismo tiempo, nos aplicó una dura cachetada a quienes preferimos el boxeo de emociones, de intercambios, de más de cien golpes por asalto, de la guerra sin cuartel. Con rivales que dejan el alma sobre el ring, hasta que uno prevalece y se lleva la victoria.

Algieri nos dio una cachetada, porque también dejó el alma en el cuadrilátero, fue elusivo, fue condenadamente técnico y su promedio de golpes nada debe envidiar a cualquiera de los fajadores que admiramos y nos gusta aplaudir cada fin de semana. Algieri nos calló la boca a quienes creíamos que a Ruslan Provodnikov le alcanzaba con su presión casi cavernícola, su machaqueo salvaje que amedrenta rivales y los vence por sus golpes, pero también por el temor que ese estilo provoca.

Algieri vaticinó en lo previo que tenía el antídoto. "El poder no siempre lo es todo" dijo y fueron sabias palabras. Yo las recordaba durante el primer asalto, cuando aturdido y abrumado buscaba sobrevivir al acoso implacable del ruso. Que primero lo mandó a la lona con un gancho terrible, que le provocó una terrible lesión en el ojo derecho y después, lo volvió a castigar, optando Algieri por pedir la protección colocando su rodilla sobre la lona.

Solo esperábamos el final de la destrucción, para que nos diera la razón a todos los que esperábamos la obviedad del KOT como desenlace lógico, previsible. Y fue sobre las cenizas de esas dos caídas que Algieri comenzó a edificar su magnífica exhibición. Se ajustó a su plan, lo controló con el jab, encontró la distancia y logró manejar el ritmo de sus piernas. Se movió en el sentido inverso a la mano poderosa del ruso, utilizó sabiamente los movimientos de torso para quitarse golpes, no dudó en amarrar cuando fue necesario y empezó a soltarse con rápidas combinaciones.

Es verdad que no hizo daño, pero sumaba puntos y llenaba el ojo de los jueces ante un campeón que se quedó sin herramientas para mudar el curso del combate. Y si bien su entrenador Freddie Roach le pidió que apurara y golpeara también al cuerpo, Provodnikov demostró que solo ante otro fajador su boxeo logra protagonismo.

Con el aliento de la platea, Algieri fue ganando asaltos, descontó lo perdido en las dos caídas y le dio tanta incertidumbre a la definición, que ya en el décimo asalto Roach le pidió a su pupilo que tratara de noquear. "La pelea está cerrada" le dijo.

Era verdad, estaba tan cerrada, que en esos asaltos finales, Algieri se despegó en dos de las tarjetas, ganó de manera dividida y a mi juicio, lo hizo merecidamente. En la decisión, dos jueces (Don Trella y Tom Schreck) dieron ganador a Algieri 114-112, mientras que el restante (Max DeLuca) vio ganador a Provodnikov 117-109.

Provodnik aceptó con cierta pesadumbre la derrota y reconoció que siempre pasa problemas ante hombres técnicos como Algieri o como en su primera derrota, contra Mauricio Herrera. "Prefiero los fajadores, que se paran a dar y recibir" dijo el ruso.

La victoria de Algieri no solo fue una sorpresa, también fue un duro mensaje a Freddie Roach al cual la derrota de Provodnikov sirve para cuestionarlo sobre sus métodos y su falta de trabajo encima de las condiciones naturales del ruso. El debió tomar nota de sus debilidades a la hora de mudar el estilo, la necesidad de esgrimir otros argumentos para complementar la presión sobre el oponente y prepararlo para el desafío técnico. No a todos los rivales se los puede vencer apenas con un solo golpe. Y ese pareció ser el único plan del laureado entrenador: acabarlo con un único trallazo.

Algieri cumplió un sueño que veremos ahora como consigue mantenerlo. No tiene poder en la pegada, pero demostró ser un atleta con una gran preparación, consistente, determinado, aplicado a su plan de pelea, con atributos físicos superiores para su división y por si fuera poco, un invicto dispuesto a seguir prevaleciendo mediante su capacidad técnica.

Provodnikov, deberá entrar a un período de aprendizaje. A su golpeo alucinante, a su agresividad, a su capacidad de asimilar castigo, deberá agregarle alternativas técnicas de las que carece. Tendrá que aprender a variar sobre la marcha y utilizar combinaciones de dos y tres golpes. El ruso demostró no tener condiciones, siquiera, de castigar en la zona media ni moverse para lanzar golpes desde los ángulos. En resumen, debe ir a la escuelita por un buen tiempo.

Fue un combate de emociones, pero al contrario de otros duelos similares, esta vez el choque de estilos se disfrutó hasta el último segundo del combate. Por si fuera poco, sirvió para reivindicar la supremacía de la técnica, les dio razón a sus defensores y aunque la frase suene a filosofía cantinflesca, también le dio razón a lo que seguramente quiso decir Félix Savón. "La técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica".