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Río, la Torre de Babel moderna

RÍO DE JANEIRO -- El primer paso que das en esta "Torre de Babel" es como entrar en otra dimensión. A un Universo paralelo que sólo entiende aquel que sabe su idioma. En este mundo surreal una sola palabra hace vibrar a millones.

Aquí no se distingue raza, nivel social, orientación sexual o religión alguna; aquí sólo se distinguen los colores que llevas puestos en el corazón. Aquí se hablan mil idiomas, pero todos reconocen uno, el que incita las discusiones más apasionadas, el que saca los gritos más fuertes, el que inspira los canticos más poéticos y el que provoca las tristezas más grandes.

Entre más te adentras te das cuenta que aquí la vida puede ser maravillosa --siempre y cuando gane tu selección-- o puede ser la peor de las desgracias, si tu equipo pierde. Pero siempre hay un momento para convivir y olvidar tu realidad, envolverte en los colores que llevas puestos y cantar, llorar o gritar de alegría sin saber quién está a tu lado, de dónde es, cuál es su pasado o si tiene los mismos problemas que tú allá en el lejano planeta donde está tu hogar, donde está tu realidad.

Aquí sólo se entiende cuando hablas de futbol. Todas las conversaciones giran alrededor de un balón redondo y todos hablan de los protagonistas que se juegan la vida cada vez que entran al rectángulo verde.

Río de Janeiro es, al menos hasta el 13 de julio, la Torre de Babel moderna. Donde convergen todo tipo de nacionalidades, donde la fiesta no para y donde los excesos se ven todos los días.

Sus calles se inundan de gente extraña a estas tierras amazónicas, personas que pisan por primera vez el suelo donde se vive y se respira el futbol como estos "invasores" que se sienten como en casa. Donde el grito de guerra es el mismo, aunque parezca diferente por la mezcla de idiomas y culturas.

Los bares se llenan cada noche y adentro se cuenta una historia diferente cada día. La gente sólo habla de futbol, de las polémicas arbitrales, de la nueva tecnología en la línea de gol, de las grandes jugadas y de las expectativas futuras. Las "luchas amistosas" por defender a tu selección son comunes y regulares, gritos encontrados donde los más opacan a los menos, pero siempre se deja espacio para todos como si fuera una coreografía bien ensayada.

Río es la sede perfecta, por su imperfección. Porque entre su corrupción y desorden ha encontrado en el futbol el ambiente perfecto para que miles de aficionados gocen de la fiesta del Mundial.

Aún falta mucho para que la fiesta termine, pero hasta ahora la Torre de Babel ha pasado una de las prueba más difíciles: Su génesis, porque una vez que comenzó a rodar el balón, todo es felicidad, los problemas se olvidan y la vida es más sencilla.

Río vive su fiesta 24 horas al día los 7 días de la semana. Al menos hasta el 13 de julio.