Washington Cucurto 10y

¡Viva México! (2)

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, es un placer ver jugar a México en Buenos Aires. Otra vez, me encuentro por cábala en el bar Tacos chango, de la calle Balcarce al 900. Un lugar espectacular, ya lo dije. Pero para aquellos ingratos que ya no me leen, lo vuelvo a decir: es un barcito mexicano, ideal para el encuentro, para el cruce de culturas, para conocer a una linda preciosura caribeña.

Hoy estoy rodeado de importantes poetas mexicanos, especialistas en la obra de Octavio Paz. No sé quién de todos ellos comentó que Paz había sido un gran futbolista y jugaba de número 8. Mientras nos traían la famosa cerveza mexicana Pilsenberguer, mirábamos atentos el partido en la pantalla gigante.

Estamos ansiosos, explotábamos de alegría y nos parábamos a cada jugada del equipo Azteca. No era para menos, Brasil era su rival y México le jugaba de igual a igual. Los minutos pasaban, pasaban las cervezas y nadie convertía un gol.
A medida que pasa el tiempo todo es más complicado para Brasil. El partido transcurría en un ida y vuelta, fabuloso, emocionante, y la gran figura del partido era el arquero Ochoa. Yo alentaba para México, jugaba para mis amigos mexicanos, aunque es cierto que tranquilamente podía alentar para Brasil, en honor a alguna lejana novia carioca.

En un momento pensé que México podía ganar el partido, que Brasil no era gran cosa. Pensé en mis queridos amigos mexicalis. X-Pollo, Carola, Hernán Bravo Varela, Luigi Amara, Nicole y tantos seres preciosos que tiene este mundo. Grité para mis adentros más fuerte que todos: ¡Viva México, carajo!

Los poetas mexicanos y los parroquianos me miraron como diciendo ¿qué le pasa a este carnal? No me pasaba nada, solo homenajeaba mi amistad a través del gran partido que jugaba México. Ida y vuelta fatal. De pronto el partido se puso para cualquiera y en el segundo tiempo directamente México lo peloteaba a un Brasil apático, sin ganas, aburrido del éxito, cansado de tanto dinero, tanto oro y tantas vedettes.

Por esas cosas de la vida, recordé mis viajes a México y me vinieron a la cabeza los comentarios de un taxista experto: "Mira, muchacho, aquí no le tenemos mucha fe a esta selección. Ha hecho verdaderos papelones, pero yo creo que en el Mundial jugarán muy bien. Es más que nada para llevarle la contra a la mayoría. Este equipo está golpeado en su hombría".

Esa frase me quedó dando vueltas en la cabeza y la detenía como una pelotita entre mis dedos, mientras miraba el partido en el bar. ¡Cuánto bien le haría a varios jugadores internacionales sentirse heridos en su orgullo! ¿No les parece, queridos lectores? Messi, Neymar, Iniesta y tantos otros jugarían mejor. Y ni hablar del gran Ronaldo...

Pero el fútbol es así, Cucu, me dijo la voz de mi conciencia. En el fútbol, ganan los equipos. Brasil sufre de individualidades y eso se nota. Todo lo contrario al equipo mexicano que es un plantel peleador, sufridor, corredor, un gran equipo, en pocas palabras. Algo que, en este mundial parece escasear.

México nos está dando una lección de amor a todos. ¡Viva México, siempre!

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