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Un primer tiempo para la historia

SAO PAULO -- Los primeros 45 minutos más trascendentes de todos los tiempos. Lo que sucedió en Belo Horizonte entre Brasil y Alemania no tiene antecedentes, no se puede comparar con nada y ya forma parte de la historia del fútbol. Esta afirmación no es una vaguedad, una exageración. Es rigurosamente cierta. Insoportablemente cierta para los 200 millones de brasileños que estaban seguros de ganar el hexacampeonato en casa.

La gran mayoría de las veces en las que se utiliza el término "histórico" se exagera. Es histórica una atajada en una competencia de liga, un gol en Eliminatorias, un penal en la primera ronda de un Mundial. Sin embargo, lo que sucedió hoy eleva la vara para siempre. Es historia pura, esto es lo que uno le contará a sus hijos y a sus nietos. Este primer tiempo será recordado como algo único.

Es difícil describir lo que sucedió en el Mineirao, pero se intentará. Semifinal de la Copa del Mundo. Brasil, el local y principal favorito, recibe a Alemania. Toda la nación espera este partido con ansiedad, por todo lo que significa una semi y también porque saben que será la penúltima puerta hacia el título más deseado. Nadie piensa en otro resultado que la victoria. El estadio está repleto y las calles del país desiertas. Cada brasileño tiene sólo una cosa en su cabeza: "el jogo".

El Scratch comienza bien el partido, con la pelota en su poder e intentando atacar al conjunto alemán. Falta Neymar, la gran figura, pero hay un Seleccionado capaz de superar su ausencia. La torcida alienta y no hay nada que haga pensar en una mala tarde. Hasta que Thomas Müller se escapa de su marca y abre el marcador a los 11 minutos. Ese fue el preciso instante en el que la historia dio un giro.

Dicen que todo pasa en un segundo. Hoy todo sucedió en 18 minutos. A los 23, Miroslav Klose anotó el segundo y, de paso se convirtió en el máximo goleador de los Mundiales. Como para darle aún más relevancia histórica al asunto. Un minuto más tarde, Toni Kroos marca el tercero y repite 120 segundos después. A los 29, Sami Khedira hace posible lo imposible. Alemania golea 5-0 a Brasil como visitante.

Los rostros en las tribunas son elocuentes: no hay tristeza todavía, hay incredulidad. La angustia llegará cuando finalice el partido, cuando el anfitrión deba ir a Brasilia en busca del tercer puesto. Cuando pasen los años, los lustros y las décadas. Cuando al fantasma de Moacyr Barbosa se le sumen nuevos fantasmas, en colores. Cuando el Maracanazo sea un lindo recuerdo en comparación.

¿Las razones de este batacazo? Nadie las conoce. Se puede decir que Alemania es mejor equipo, que tiene una generación de lujo. O que Brasil perdió a Neymar y no pudo reponerse de eso. Muchos querrán ponerle motivos a un encuentro absurdo. Porque esa es la palabra que mejor describe lo que ocurrió en Belo Horizonte. Nadie puede saber por qué pasó lo que pasó. El fútbol a veces es inexplicable.

Intentar poner en contexto este resultado es chocar contra una pared, porque no hay comparación posible. El Maracanazo fue un partido mucho más "normal". Brasil ganaba 1-0, Uruguay logró el empate y luego, con voluntad y decisión, consiguió el triunfo. Lo mismo pasó con Alemania Federal en 1954 y 1974, o con Camerún ante Argentina en 1990. Son todos encuentros cuyo desenlace pueden explicarse desde la racionalidad. Este no. Pasó y punto.

Ahora, el fútbol brasileño deberá reacomodarse. Será muy difícil. Se vienen momentos muy duros. Sufrir cinco goles en una semifinal de Copa del Mundo y como local es algo que nunca nadie sufrió. Es historia pura. Esta vez sí.