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Tristeza sin fin

Thiago Silva intentó consolar a David Luiz EFE

BUENOS AIRES -- ¡Llorar, llorar y llorar! No quedaba otra en las calles de Buenos Aires. Aunque los brasileños piensen que estamos contentos con esa derrota catastrófica que no se la deseamos a nadie. Buenos Aires estaba en silencio, incluso con miedo. ¿Hasta qué punto podían ridiculizarnos los grandes equipos europeos como Alemania, España, Holanda? ¡Son malos!

Alemania vapuleó a Brasil de una manera única en su historia. Y aunque es cierto que de las tristezas, las deportivas son las más duras, no se puede dejar de pensar en lo que puede llegar a pasar después de este partido. 7 a 1 es difícil de soportar para cualquiera.

Fue tanta mi tristeza que no pude soportar el baile de los alemanes y salí a tomar aire. Me sentía muy deprimido. Siempre tuve un profundo aprecio por los brasileños y me parecía una derrota injusta e inmerecida. Más de allá del juego, de los logros, mis queridos brasileños no merecían perder así.

Sentí de golpe esto: si pierde un brasileño, también perdemos los argentinos. Es una lección, un aprendizaje que tenemos que aprender a incorporar.

Alemania había jugado muy bien, pero ese fútbol desconocido, desconcertante, demasiado correcto y sin sentimientos, era acaso el comienzo de una nueva era: la época infame de los metódicos y aburridos tecnicismos. Todo medido al estilo europeo.

Mi corazón estaba hecho un desastre y no tenía fuerzas para analizar esas cosas. Ni me importaba. Caminé un par de cuadras por la ciudad vacía y me encontré con un hommles que leía en la calle, tirado en un colchón.

Me acerqué y vi que lloraba mientras escuchaba el partido a través de una pequeña radio a transistores. La derrota de Brasil había calado hondo en los argentinos.

Aprendí que definitivamente no es bueno que pierda Brasil. Le pregunté al hombre del colchón.

-¿Por qué llora, señor?
-No es para menos, están goleando a Brasil y, de cierta forma, nos golean a todos.
-¿Goleando al mejor superan a todos?
-Así es, me dijo el hombre del colchón. Fui hincha toda mi vida y jamás vi algo así. Esta derrota tiene algo extraño, impensado...
-El fútbol tiene esas cosas, te pueden pintar la cara en cualquier distracción.
-¿Pero sabés que es lo más importante que tiene el fútbol?
-No.
-Tomar nota, aprender de estas derrotas. No regalarse atrás como lo hizo Brasil y nunca jamás perder el orden. Es una enseñanza más que de fútbol, de disciplina y de concentración.
-¿Y esto como sigue a su sano juicio?
-Bueno, quizás si Argentina puede mejorar, tal vez termine vengando a Brasil. Si llega a la final sería importante que los brasileños incorporen otra enseñanza. Unirse en las malas y alentar a sus hermanos argentinos.
-Tiene usted toda la razón.

Me volví a casa pensando en las palabras del hombre del colchón. No era disparatado para nada pensar que éste también puede ser el comienzo de una nueva época entre argentinos y brasileños y latinoamericanos en general.

Un triunfo deportivo puede mejorar el comportamiento de una sociedad. Así lo creo. Si Argentina llega a la final, Brasil es Argentina.