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Alegrías de la Calle Corrientes

Durante y después de la victoria con Holanda. La fiesta se desató con la victoria ESPN.com

BUENOS AIRES -- Aquel viejo tango se llama "Tristezas de la calle Corrientes", pero esta fría (¿a quién le interesa?) noche de julio, "la calle que nunca duerme" está más viva que nunca.

Sin embargo, a las cinco de la tarde, cuando comenzó el partido entre Argentina y Holanda, la calle de las pizzerías, librerías y teatros, era un desierto. Solamente algunos transeúntes -venidos de quien sabe qué planeta- y este cronista salieron a caminarla.

¿Librerías? Todas abiertas. Y vacías. ¿Teatros? Bueno, no era la hora, pero nadie se preocupaba por comprar una entrada. Un muchacho, envuelto en una bandera, se detuvo junto a un taxi, en donde el conductor escuchaba los primeros minutos del partido. Compartiendo la ilusión la banderita ocasionalmente baja...

Yendo por Corrientes desde el Obelisco hacia Callao, todo valía para los rezagados. No hablemos de las pizzerías y los bares, repletos de calor argentino, sino de los vendedores de diarios prendidos a la radio, o de un grupo variopinto, reunidos a la puerta de un estacionamiento, sin pensar en el frío.

Ni un artesano, solamente pizzerías y bares llenos. Así fue viviéndose la tarde en una avenida Corrientes –que para los porteños de alma siempre será calle- en donde ni siquiera nadie se sacaba una foto junto a Olmedo y Portales.

El partido fue transcurriendo. Las sombras empezaron a caer y allí, como en un símbolo, quedaron dos hombres, pegados a la vidriera de una pizzería, espiando el partido como podían, olvidados del frío, anhelando por la victoria.

Después, los penales, la alegría, la gente a las calles y una vez más, mágicamente y como es parte de su historia, la calle de Corrientes volvió a vivir, el Obelisco pareció más brillante que nunca y en alguna de sus esquinas, el espíritu de algún viejo tanguero revoloteó en la noche, entonando un: "Corrientes, Calle Corrientes, hay un desfile de luces en Corrientes...".

La alegría de una calle, la alegría de un pueblo futbolero que, en este domingo –justo un 9 de julio- volvió a festejar, volvió a soñar, volvió a reír y que ahora espera, a corazón abierto, que llegue el domingo...