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Brasil tiene que enfrentar la realidad

El 0-3 ante Holanda profundizó la crisis de Brasil AP

La última vez que Brasil terminó en cuarto lugar, en 1974, la derrota por 1-0 pareció ser aún más desmoralizadora que la goleada 3-0 que sufrió el sábado ante Holanda -- sobre todo porque el equipo había ganado en 1970. Sin embargo, ese equipo tenía la excusa de haber jugado en Alemania Occidental.

La Seleção volvió a despedirse del torneo como el gran perdedor entre los semifinalistas, al menos en términos de posicionamiento final.

Los efectos de la debacle de Brasil 2014 serán de larga duración.

El equipo nunca logró brillar en el torneo, terminó con la peor derrota de su historia en un partido (7-1 contra Alemania) y permitió la mayor cantidad de goles entre los países anfitriones en la historia del mundial. Y para echarle un poco más de sal a la herida, ésta ha sido la peor defensa brasileña de todos los tiempos. La floja actuación de la Seleção contra Holanda no ha hecho nada para ayudar a su causa.

El público de Brasilia esperaba una presentación valiente, pero todo lo que vio fueron 45 minutos de horror, que durante algunos momentos parecieron emular la actitud patética de Brasil durante la paliza contra Alemania.

Una vez más, se vieron completamente desordenados y los nervios que algunos de los jugadores mostraron durante el segundo tiempo hicieron que pareciera que los estaban controlando como en un juego de PlayStation. Su Copa Mundial terminó en burlas y abucheos en el Mané Garrincha, estadio que lleva el nombre de una de las grandes leyendas de la Seleção.

Pocas personas podrían haber imaginado un final más melancólico y el estado de confusión en el fútbol brasileño sólo puede compararse a la desesperanza de 1974, cuando Brasil irónicamente no consiguió anotar en sus últimos dos partidos de la competencia (2-0 ante Holanda y 1-0 ante Polonia en el partido por el tercer puesto).

Se podría argumentar que la debacle de 1950 arrojó a Brasil en años de luto que ni siquiera su transformación en campeones mundiales logró sanar adecuadamente. Sin embargo, esta vez han caído terriblemente en desgracia, y el escenario competitivo se ve mucho más feroz que hace 64 años.

La escalada de vuelta a la cima no será un proceso sencillo y es preocupante que los jugadores no se dieran cuenta de que el tercer lugar no era lo más importante que estaba en juego en Brasilia el sábado. Podrían haberse ahorrado un poco de vergüenza, mostrado cierta resistencia. En cambio, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) tendrá que construir un gran sofá para dar cabida a todos los que necesitarán asesoramiento.

"Nos gustaría pedir disculpas al pueblo brasileño por lo sucedido. Será muy difícil para todos nosotros volver a casa esta noche y explicarles a nuestras familias que hemos fracasado", dijo entre lágrimas Thiago Silva al final de la derrota por 3-0 ante los hombres de Louis van Gaal.

Es cierto que la ausencia de Neymar fue un golpe duro, aunque es discutible que él habría marcado la diferencia en la terrible paliza que les propinaron Thomas Müller y sus compañeros en Belo Horizonte.

No es excusa para que un equipo se desmorone como lo hicieron ellos. Lo que resultará aún más preocupante son las señales de que la CBF podría ofrecerle a Luiz Felipe Scolari una extensión de contrato.

Sí, el gran perdedor en esta campaña caótica podría conservar su trabajo. Superado ampliamente por sus colegas dentro y fuera del campo de juego, Big Phil podrá tener un hermoso CV que incluye un trofeo que algunos de ellos probablemente nunca ganarán -- el más grande de todos, en 2002. Además, es el único técnico que ha dirigido a un equipo en todos los partidos posibles en tres mundiales. Pero su reputación recibió un golpe masivo en el momento más importante de su carrera de 32 años como entrenador.

La forma en que Brasil capituló en casa probablemente habría resultado en exilio para los jugadores en 1950, y la forma despectiva en la que hasta ahora el director técnico ha lidiado con la ruina que deja el 2014 ha sido insultante. Los cantos de "ole" que siguieron cada pase completado por Arjen Robben y compañía en el Mané Garrincha durante los minutos finales de la agonía en Brasilia mostraron hasta qué punto el público ha dejado de compadecerse con la difícil situación de la Seleção.

Esta semana, el portal de noticias brasileño UOL informó que los patrocinadores de la Seleção ya han decidido enfriar su asociación con el equipo para evitar ser arrastrados por el torbellino. Esas mismas compañías, el año pasado metieron 125 millones de dólares en las arcas de la CBF. Brasil se ha convertido en un pasivo que debe manejarse con urgencia.

Es más fácil decirlo que hacerlo, dadas las particularidades de la estructura deportiva en Brasil, donde los órganos de gobierno y los clubes operan en áreas jurídicas grises y la CBF tiene suficiente influencia como para amortiguar cualquier tipo de control adecuado por parte del sistema jurídico brasileño -- los intentos anteriores del Congreso fracasaron gracias a un interminable tira y afloje. Esto va más allá del nivel de la Seleção. Ya es hora de dejar de lado el discurso de "hemos ganado cinco campeonatos" y de concentrarse en el hecho de que el fútbol brasileño ha quedado plenamente expuesto en este Mundial.

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El problema no fue simplemente que no pudieron ganar, sino que cada partido quedó marcado por actuaciones que en nada se parecieron a lo que los brasileños y el mundo reconocen como su juego. La excusa de que los márgenes son más estrechos que nunca ya no sirve y cuanto antes los brasileños reconozcan que están en serios problemas, mejor será para el debate.

La introspección profunda será necesaria y antes de que alguien le señale a este escritor que el fútbol no lo es todo, permítanme recordarles que sigue siendo una parte fundamente de la identidad y de la cultura brasileña. Es por eso que un escenario muy posible de que Brasil pierda relevancia en este deporte no es algo menor. Y es por eso que duele tanto ver a la Seleção como un equipo tan mediocre.