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Fritz y Franz y los nazis

EFE

BUENOS AIRES -- El multitudinario festejo de los campeones del mundo en Berlín levantó más polvareda que el mismísimo penal que el árbitro Rizzoli no le cobró al temerario Neuer.

Quizá demasiado alegres por las burbujas del tercer tiempo, algunos futbolistas recorrieron la pasarela interpretando la Danza del Gaucho. La imagen se expandió por todo el planeta y despertó enojos dignos de mejor causa.

Ya saben: en el breve show (cantito y coreografía), Klose, Götze y compañía contrastan el modo de caminar de "los gauchos" y el de "los alemanes". Unos lo hacen inclinados, encogidos; los otros, con la frente en alto y el pecho inflado.

Creo entender -sin demasiado esfuerzo intelectual- que estas posiciones corporales aluden al estado de ánimo (y acaso a la estatura deportiva) de vencedores y vencidos en la reciente final. El mismo estribillo fue usado otras veces por los alemanes, destinado a otras nacionalidades, con el mismo sentido.

Sin embargo, la maquinaria interpretativa internacional, apoyada en el lejano pasado nazi, observó en el desfile de los jugadores una actitud racista. La arrogancia del ario.

Sin importar que buena parte del plantel dirigido por Joachim Löw, por su sangre espuria para el canon de la pureza étnica (hasta hay un negro que juega de titular, ¡qué horror!), habría sido perseguida por el régimen genocida que trepó al poder en Alemania en la década de 1930.

No parece que estos muchachos, sepan mucho o poco de historia, estuvieran reivindicando a sus hipotéticos verdugos. Ni que el paso del derrotado mimara los gestos de los monos, como escuché por ahí.

Leo, en cambio, cierta lógica infantil en la representación del ganador y el perdedor. Por no incurrir en prejuicios y resumirlo como un verdadero chiste alemán. Uno de esos cuentos bobos cuyos protagonistas son Fritz y Franz.

Los medios alemanes, aunque tibiamente, también se han quejado de la polémica puesta en escena. Reflejan una necesidad nacional de recomponer su imagen frente al mundo y despejar cualquier sospecha de racismo.

Para el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, que no es precisamente de izquierda, la celebración en Berlín fue "un gol en contra" con el que el equipo campeón "destruyó la imagen de una nación abierta y tolerante."

Es cierto que la derecha etnocéntrica resurge en Europa, y no por la fuerza sino por las simpatías del electorado. Resulta difícil, de todas maneras, aceptar que el desliz de los futbolistas se inscribe en esa tendencia.

Así y todo, el presidente de la Federación Alemana, Wolfgang Niersbach, prometió escribirle a su par argentino, don Julio Grondona, para ofrecerle las disculpas del caso.

Al capo de la AFA le va a sonar a remilgo, a insufrible corrección política. Él está acostumbrado, como todos los que siguen el fútbol en la Argentina, a que, por ejemplo, el término "boliviano" se utilice como insulto.

Y a que los árbitros paren los partidos por cantitos antisemitas. Y a que se grite al unísono, en el estadio repleto, que los brasileños "son todos negros, son todos putos".