<
>

La soledad de Iker Casillas

LOS ÁNGELES -- La soledad de Iker Casillas es comprensible. El arquero del Real Madrid está viviendo un momento desconocido para él. Se encuentra inmerso en una tesitura muy poco recomendable después de haber pasado del Olimpo de los Dioses salvadores a un ostracismo inevitable.

Su primera jornada de prácticas ha mostrado a un Casillas preocupado, inmerso en un mundo interior que ha compartido con muy pocos. Su rostro de cara a la galería es de absoluta normalidad. Brilló su sonrisa de 'aquí no pasa nada' cuando se acercó a firmar autógrafos a los aficionados agolpados tras la vallas. Sin embargo, todo cambió una vez que sobrepasó la puerta que separa el bullicioso mundo real del oasis futbolístico del terreno de juego.

El jueves hubo doble sesión de entrenamiento. Tanto por la mañana como por la tarde, Casillas fue el primero en llegar a las instalaciones. Su soledad iba en el carrito motorizado que lo transportó de la zona de vestuarios al pasto. En ambos casos, su sonrisa se borró al entrar en el campo. Ahí apareció el Casillas real, el preocupado, el bombardeado por unos pensamientos imposibles de controlar.

Su situación pende de un hilo, al igual que la de Diego López, cuyo rostro no es mucho más sosegado que el de su compañero. La decisión salomónica de Carlo Ancelotti de alternar a ambos porteros durante la temporada pasada no ha beneficiado a ninguno de los dos. La obviedad es incuestionable y López siempre fue el favorito del entrenador. Estuvo en mejor forma durante la pretemporada pasada y le ganó el puesto a Casillas, así de claro.

Había que tener muchas agallas para seguir la estela de José Mourinho en el tramo final de la campaña 2012/13 y sentar al buque insignia del arco merengue una vez que se recuperó de su lesión. Ancelotti tiene sus razones bien puestas, pero no era el momento de tomar una decisión tan radical en su primera campaña en el equipo.

López en Liga y Casillas en Copa y Liga de Campeones. Listo. Problema solucionado. Debate nacional, mundial, críticas por doquier; pero todos contentos, o semi-contentos. El internacional español le vio la boca al lobo y su tristeza incrementó irremediablemente. No estaba contento. Se sentía menospreciado y el sentimiento de inseguridad, imposible de frenar, acabó por hacer acto de presencia. Entonces el santo dejó de serlo.

Falló en citas clave que sus compañeros solventaron y los errores fueron más que los aciertos. Entonces llegó el Mundial de Brasil para lapidar a la leyenda viva. Casillas ya veía la campanilla al lobo.

Ahora volvió a la palestra en medio de una tormenta perfecta. Ancelotti comentó este jueves que no ha tomado una decisión sobre quién será el protector de la portería, aseguró que no sabe siquiera si llegará a rotar a ambos como hizo el año pasado. Dejó una sentencia imposible de refutar, al menos de momento: "Casillas es jugador del Real Madrid".

Keylor Navas no lo es. Todavía. Quizás nunca, pero la estrategia del club canta por todos lados. El interés en fichar al arquero tico no es otro que solucionar un problema mayúsculo en el arco merengue. La incorporación de un portero joven, más que Casillas y López; de calidad contrastada, que ha brillado durante un Mundial en el que ha destacado sobremanera tiene una razón de ser estratégica insuperable: acelerar la salida tanto de López como de Casillas.

Fin del problema. No más rotaciones. Adiós a las caras largas, a la calma tensa, a la negativa de colocar juntos a los dos arqueros durante los ejercicios de entrenamiento. A hacerles suplentes. Punto y final a una historia que ha superado todas las previsiones y que lleva revoloteando las ruedas de prensa y las zonas mixtas demasiado tiempo.

Todo está en el aire y, como dijo Ancelotti, Casillas es jugador del Madrid y Navas, no. El poderío del italiano ha subido escaños gracias a su gran temporada de debut. Él mismo podría cerrar el caso de la portería madridista con una decisión más firme que la del año pasado. Le sobran galones para ello. Otra historia sería las consecuencias que la decisión tuviera en el que quedara como segunda opción.

Sin embargo, todo podría aclararse si finalmente Navas llega al equipo. Sería entonces el momento de pasar página y cada buque por su ruta.

Hasta que no merme la tormenta, la soledad de Casillas seguirá siendo la tónica marcada por una preocupación crónica que seguirá frunciendo el rostro del jugador cuando nadie le ve.