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De nada sirve buscar culpables

Manu Ginobili no jugará la Copa Mundial de Baloncesto y los San Antonio Spurs son nuevamente el villano.

Ese parece ser, al menos, el narrativo que emana desde la prensa argentina y latinoamericana en las últimas horas.

Los texanos, particularmente R.C. Buford y el propietario Peter Holt, son los apuntados por todos, y de repente vuelven los mismos adjetivos que surgen cada vez que el bahiense no pudo enfundarse, por una razón u otra, la camiseta albiceleste.

Egoístas. Desagradecidos. Desconsiderados. Inflexibles. Desconfiados. Despiadados.
Cualquiera de ellas aplica a esta situación, en la que los Spurs le bajaron el pulgar al escolta el lunes, sepultando así sus chances de jugar el que muy posiblemente hubiera sido su último torneo con la Generación Dorada. Para hacerlo, invocaron una cláusula en el contrato que les permitía, en caso de una lesión, tener la palabra final.

A Ginobili se le descubrió los primeros días de julio una fractura por estrés en su pierna derecha. El argentino estuvo haciendo un proceso de rehabilitación, y la expectativa era que los tiempos fueran suficientes para permitir su participación en el seleccionado. Los resultados de los análisis parecían favorables, y con eso creció la esperanza, pero al parecer a los médicos en San Antonio eso no les alcanzó, y esto acabó decantando la decisión anunciada.

Las críticas no tardaron en llegar, pero lo ideal sería no reaccionar "en caliente" y poner en contexto toda la situación.

Los Spurs ya lo han hecho antes, esto de negarle la participación, pero también lo han dejado ir muchas otras veces cuando no era obligatorio. El matrimonio entre ellos y Ginobili, más allá de todo el afecto mutuo y los logros conseguidos, es por conveniencia, como cualquier convenio laboral. Ellos pagan un sueldo, y Ginobili lo justifica en la cancha.
En las semifinales de los Juegos Olímpicos de Beijing, contra el poderosísimo Team USA, el escolta se resintió de una lesión que lo tuvo a maltraer durante los playoffs de 2008. Los Spurs, aún sabiendo eso, le dieron luz verde para jugar, y Ginobili se lastimó de tal manera que requirió una artroscopía para que le reparen un ligamento del tobillo izquierdo. En esa ocasión Gregg Popovich le pidió que no fuera, pero el bahiense iba a ser el abanderado de la delegación argentina, y acabaron resignando sus intereses personales por los del sudamericano.

San Antonio es el que le paga el salario y el que lo cuidó al máximo, casi desde el comienzo. Solo en la temporada 2010-2011 Ginobili jugó 80 partidos y promedió 30 minutos. Esto fue en contra de los deseos del mismo Manu, que una vez me dijo que la restricción de minutos era idea de Popovich y que él, y sus compañeros, lo único que pueden hacer es acatar la orden. Sin embargo, sin esos cuidados, a conciencia, quizás no estaría tan vigente como lo está hoy a los 37 años.

El mismo Ginobili decidió quedarse, renovando una y otra vez en San Antonio, a pesar de haber recibido ofertas mayores. Los contratos tienen firmas de ambas partes, y él lo sabe más que nadie. Los Spurs lo hicieron rico y él les dio la gloria. Pocas veces ha existido un vínculo tan "justo" y satisfactorio para ambos entes. Acá solo hay ganadores, y para ganar siempre hubo sacrificios, de ambos lados.

Tony Parker no juega todos los veranos con Francia. Tampoco lo hace Patty Mills, ni Boris Diaw, ni Tiago Splitter. Las temporadas son largas y en San Antonio siempre hay varias rondas de playoffs. Los contratos son caros, multimillonarios, y los Spurs no juegan en un mercado que les permita brillan sin sus figuras.

En 2009 jugó solo 44 partidos y faltó a la postemporada debido a problemas en el otro tobillo, el derecho. Los Spurs cayeron en primera ronda en cinco partidos ante Dallas Mavericks. Allí comenzó un declive que los vio caer nuevamente en primera ronda en 2011, antes de este último renacimiento de la mano de las apariciones de Kawhi Leonard, Danny Green, Diaw y Splitter. Los Spurs lo extrañaron, y le han tenido paciencia extrema luego de la multitud de lesiones que sufrió en estos 12 años. La decisión fue acertada, vale repetirlo, pero es prudente darles crédito por eso.

Como argentino, la baja duele, y ni hablar si resulta que Manu nunca más volverá a ponerse la celeste y blanca. Ese dolor es personal, pero tan egoísta como el de echarle la culpa a los Spurs.

Cada uno lleva agua para su molino, y defiende sus intereses. San Antonio hizo lo suyo, y se inclinaron por la prudencia, ya que tienen 7 millones de razones para desear que Ginobili esté saludable en noviembre.

Este ejercicio inútil de buscar culpables es precisamente eso, una pérdida de tiempo, ya que la lesión en sí fue un hecho inesperado y perjudicial para todos. Culpar a los Spurs es apresurado, y sinceramente, una óptica apresurada y tendenciosa.