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Futbol en el Sol Naciente

MÉXICO -- Tierra de samuráis, jardines, cerezos, hojas de otoño. De santuarios sintoístas custodiados por el Torii, del Kabuki, la ancestral ceremonia del té, de Murakami y Kenzaburo Oe. De las multinacionales y la tecnología. Del manga y el animé. Tierra milenaria. Tierra de futbol pujante, donde recalará Javier Aguirre. La tierra de los samuráis azules.

El futbol en Japón tiene una historia dilatada aunque de éxito reciente, solventado, en gran medida, por la influencia de los medios de comunicación (el manga y la televisión) y la exportación de futbolistas y entrenadores extranjeros. Todo se remonta a 1921, año de fundación de la Asociación Japonesa de Futbol.

El primer partido oficial de un combinado japonés fue una derrota de 1-2 ante Filipinas. En 1929, la Asociación fue afiliada a FIFA. Desde entonces, disputó 12 partidos bajo el amparo del máximo organismo del futbol mundial, entre ellos, una desafortunada presentación en los Juegos Olímpicos de Berlín: fue demolido por Italia, 8-0, su peor derrota de por vida. Abandonó su membresía en FIFA a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Superado el conflicto y sus consecuencias, en 1951 la Federación Japonesa de Futbol volvió a ser admitida por la FIFA. Entonces, comenzaría el andar, melancólico y agónico, como una puesta en escena Kabuki.

En 1954, Japón se sumó a la naciente AFC (Confederación Asiática de Futbol). Ese año contendió en su primera eliminatoria mundialista; fracasó en su intento de llegar a Suiza '54; fue Corea del Sur quien les arrebató el único pasaje disponible para la zona, en una eliminatoria a doble partido (1-5 y 2-2). El futbol se volvió un frente más en la añeja rivalidad entre coreanos y japoneses, acrecentada por el recuerdo de la Ocupación Japonesa a la península durante 35 años, desde 1910 hasta la rendición nipona en la Segunda Guerra.

En la década de los 60, el fútbol japonés experimentó su primer gran paso evolutivo, el primer aletazo del yatagarasu, el cuervo de tres patas que anuncia las injerencias divinas en el mundo terrenal. En 1964, Tokio albergó los Juegos Olímpicos. El equipo del Sol Naciente no ocupó el podio, no obstante, venció en fase de grupos a Argentina (3-2). Los augurios germinaron en México '68. Sembrada en un grupo que comprendía a España (0-0), Brasil (1-1) y Nigeria (3-1), los nipones avanzaron a cuartos de final, donde atendieron 3-1 a Francia. En semifinales cayeron 5-0 ante Hungría. El duelo por el bronce, contra el anfitrión, en el Estadio Azteca. Las crónicas mexicanas escribieron con dolor el nombre de Kunishige Kamamoto, autor de los dos goles con los que Japón logró la medalla de bronce. Kamamoto fue el primer ícono del fútbol japonés, a menudo citado como el mejor futbolista en la historia del país. México '68 fue su consagración.

El bronce del Azteca no impulsó lo suficiente al futbol japonés. Falló para clasificar a México '70 (Israel), Alemania '74 (sin asiáticos), Argentina '78 (Irán), España '82 (Kuwait), México '86 (Irak y Corea del Sur), e Italia '90 (Corea del Sur y los Emiratos Árabes Unidos). Había que trastocar los cimientos del fútbol japonés.

Se abolió la Japan Soccer League, impuesta desde 1965, semi-amateur y conformada por equipos de fábricas y empresas; fue sustituida por la J.League, estrictamente profesional, que largó en 1993, con la participación de 10 equipos, entre ellos el Gamba Osaka y los Urawa Red Diamonds. La Copa del Emperador reformó a sus competidores, entrarían los nuevos clubes profesionales a disputarla. Todo ello, aunado al auge del manga de temática futbolística, un proyecto apoyado por la Federación, y a la contratación del holandés Hans Ooft, maquinaron el primer éxito rutilante del fútbol japonés: la Copa de Asia de 1992, venció en la final 1-0 a Arabia Saudita. Figuraban jugadores como Kazuyoshi Miura y Ruy Ramos, brasileño nacionalizado japonés, de cabellera abultada, desgarbado, desaliñado, hipnótico ante el balón. La máxima estrella.

Y llegó la noche. El 28 de octubre de 1993, Japón se encontraba a las puertas de su primera Copa del Mundo. Debía ganar a Irak en Doha para sellar su pase a Estados Unidos '94. Marcó Miura, empató Radhi, un derechazo de Nakayama devolvió a Japón al Mundial, y vino la debacle. Minuto 90. Un cabezazo de Salman, con parábola lenta, dramática, como detenido por el tiempo, cayó dentro del arco nipón. Un gol como un harakiri. Con el resultado, Japón pasó del primer puesto en una liguilla de cinco al tercero, sólo por diferencia de goles, y quedó excluido del Mundial; Arabia Saudita y Corea del Sur se quedaron con los cupos.

El episodio se conoce como la "Agonía en Doha". "Recuerden Doha", se volvió el grito de guerra de aficionados y prensa, que convirtieron la catástrofe en fortaleza.

La noche negra de Doha terminó con la carrera de Ruy Ramos y la destitución de Ooft. Al quite entró Falcao, el fino mediocampista brasileño, quien duró un año en el cargo. Recayó en Shu Kamo la responsabilidad de reconstruir a la selección japonesa. A la par, la liga crecía exponencialmente: arribaron futbolistas de prosapia como Dragan Stojkovic, Ramon Ángel Díaz, Pierre Littbarski, Julio Salinas, Zico, Jorginho, Dunga, Gary Lineker, entre otros. A destacar la contribución del fútbol brasileño en el desarrollo del japonés: la finura y la visión de Zico en el Kashima Antlers revolucionó la forma de entender el juego en el país; Müller, Careca y Leonardo también formaron parte del éxodo de futbolistas brasileños. La amalgama concibió el éxito: Japón se clasificó a Francia '98, finalmente. Dirigidos por Takeshi Okada, con Wagner Lopes (otro brasileño nacionalizado) y un jovencísimo Hidetoshi Nakata como estandartes, Japón se presentó con dignidad, aunque perdió sus tres partidos, ante Croacia (1-0), Argentina (1-0) y Jamaica (2-1).

Desde entonces, el futbol japonés ha proseguido su evolución. Copas América disputadas (Paraguay '99), un subcampeonato de Copa Confederaciones en 2001, bajo el mando del francés Philippe Troussier, infaltable en Mundiales desde Francia '98; alcanzó los octavos cuando fue anfitrión, en 2002, y en Sudáfrica 2010; cayó ante Turquía y Paraguay respectivamente. Y, sobre todo, tres Copas de Asia más: en 2000 (1-0 en la final a Arabia Saudita), 2003 (1-3 en la final a China), y 2011, (1-0 en la final a Australia). Tras la partida de Zaccheroni, el siguiente vuelo del mítico yatagarasu será comandado por Javier Aguirre.

Por Eduardo López

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