Gustavo Goitía 10y

Las claves de la final del US Open

NUEVA YORK (Enviado especial) -- Con autoridad, tomando la iniciativa y dominando con su potencia, Serena Williams volvió a ganarle a Caroline Wozniacki y logró su 18° título de Grand Slam. Aquí repasamos las claves de un partido en el que la local se impuso de principio a fin y así consiguió su sexta corona en el US Open y la tercera consecutiva en Nueva York.

Repasemos las razones por las que la menor de las Williams le ganó sin problemas a su amiga Wozniacki:

La determinación fue clave para este triunfo de Serena, porque fiel a su estilo de juego fue agresiva en todo momento. La anfitriona no tuvo dudas desde el mismo inicio: ya en la posada foto tradicional previa casi ni miró a su querida Caroline, sabiendo que era una final y no una más, porque se jugaba muchísimo. Después seguro compartirán comidas y salidas, pero en la cancha la amistad queda al margen. Esa es una clara diferencia entre una supercampeona y una gran jugadora como Wozniacki, que fue inclusive N° 1 del mundo y volvió a quedarse con las manos vacías, sin poder ganar su primer 'Major'. Por el contrario, la ganadora se llevó nada menos que su esperado 18° Grand Slam, con una convicción propia de los elegidos, de los que son diferentes.

En el juego, la menor de las Williams trituró todas las esperanzas de la europea. Veamos: Serena logró 29 tiros ganadores contra sólo cuatro de su rival, cometió ocho errores no forzados más (23 frente a 15) pero la diferencia fue letal. Además, se llevó el 77% de los puntos jugados con su primer saque ante 56%. Resultó imparable con su fuerza física y casi siempre impactó bien afirmada, con balance en sus piernas y cuerpo, lo que fue clave para dominar y llevar a Wozniacki de un lado al otro. La abrió con su derecha cruzada muy seguido y la exigió al máximo por ese lado, para luego definir sobre el revés y muchas veces ni necesitó ir a cerrar la jugada en la red. La perdedora careció de profundidad en sus disparos y eso también lo aprovechó la estadounidense para pegar siempre primero, viéndose muy poco exigida. Y el problema más grave de la europea fue que en general jugó al centro, sin sorpresa ni provocando desajustes en la local, que hizo casi lo que quiso.

Como se conocen mucho, la paternidad deportiva de la local sobre la danesa volvió a pesar. El rubro mental, se sabe, es fundamental en el tenis. Le había ganado ocho de los nueve duelos anteriores y, pese a que la danesa le quitó el primer set en los dos más recientes, en Montreal y Cincinnati, esta vez le pesó. En Nueva York, Serena derrotó por sexta vez consecutiva a su amiga y por quinta ocasión sin ceder un parcial. Estas cuestiones, antes y durante un encuentro, y ni qué hablar durante una gran final, tienen un gran valor. La que está abajo en el historial personal, en especial cuando es tan abismal, tiene recuerdos de lo vivido otras veces y sabe, como plus, que su rival lo puede aprovechar. Está claro que esto se potencia frente a una jugadora del calibre de Serena, que no presenta dudas y sí se las genera a su adversaria.

Las posibilidades de quiebre concretadas, el siempre valorado oportunismo, no jugó en este partido un papel preponderante. De hecho, ambas definieron la mitad de sus chances: cinco de 10 ganó Serena y dos de cuatro remató Wozniacki. Pero aprovechó la ganadora cada ventaja en el marcador para no claudicar. Se adelantó 2-0 en el primer set, luego se sucedieron cinco quiebres consecutivos, pero siempre la sensación era que la líder del ranking de la WTA estaba un paso al frente, con ese punch que hace la diferencia. Dio la impresión de que la anfitriona dominó a voluntad, acelerando y desorientando a la danesa. En el segundo capítulo logró una rotura en el primer game y administró la ventaja, para sellar la historia con otro rompimiento en el noveno y último juego de la tarde. Y la historia, justamente, la tuvo otra vez a Serena como protagonista.

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