Alejandro Caravario 10y

Talento subvalorado

BUENOS AIRES -- El Real Madrid es un poderoso sin pudores. Le gusta acumular y ostentar. Poblar sus vestuarios con lo mejor de cada casa, no importa cuánto haya que gastar. Se trata de la impronta "galáctica", que a pesar de que no siempre dio grandes frutos deportivos, se volvió constitutiva de la personalidad del Madrid.

Si james Rodríguez fue la figura del Mundial de Brasil (aunque la medalla se la haya llevado Messi), no había que pensarlo demasiado: tenía que calzarse la inmaculada camiseta blanca.

Así, el Real, último campeón de Europa, a pesar de las bajas sensibles de Xabi Alonso y Di María, tiene en el campo una alineación superior, al menos por el peso de los nombres, a cualquier seleccionado.
Sin embargo, las cosas no le salen por ahora. ¿Aclimatación a los pocos cambios? ¿Pequeño changüí para los competidores en una liga que tiene dueños repetidos? Lo cierto es que el Atlético del Cholo Simeone, con sus contadas herramientas y su envidiable inteligencia, le ganó el derbi madrileño en el Bernabeu, reduciendo a la intrascendencia –sobre todo en el segundo tiempo– a la constelación de cracks de los locales.

¿Se puede tener a Bale, Benzema y Cristiano y no lograr profundidad? ¿Se puede tener a Kroos y Modric como organizadores y carecer de volumen de juego? El Madrid sí puede.

Hay una tendencia a suponer que la abundancia de talentos, coordinados o no, redundará en superioridad sobre el rival y sucesión de triunfos. Como si se tratara de un proceso irreversible de maduración.

Pero el fútbol no procede como el tomate. Real Madrid es un extraño caso de equipo que, a pesar de su artillería letal, se siente más cómodo con el contraataque. Con espacios para explotar la velocidad de sus grandes delanteros.

Por eso desdeña la elaboración paciente, la posesión necesaria para tramar jugadas eficaces cuando el adversario se coloca masivamente en posición defensiva.

Es indispensable para el Madrid desarrollar ese capítulo de su táctica porque sus rivales, por obvias razones de poderío asimétrico, se dedicarán a esperarlo.

Resulta curioso que, aun con el acervo técnico del que dispone, ante el Atlético haya resuelto todas sus jugadas de ataque con un centro de mala muerte. Eso ocurre por falta de práctica y por lo tanto de ideas en el difícil arte de atravesar filas con precisión y sorpresa. El Madrid, en suma, es un equipo desbordante de jerarquía que toma las decisiones de un cuadro modesto.

No parece muy claro el futuro de la nueva joya, James Rodríguez, en una formación que prefiere las transiciones rápidas, la ofensiva vertiginosa. Aprovechar bien al colombiano (su pegada, su lectura del juego, su capacidad para hacer la pausa o combinar por abajo en velocidad según los requerimientos del partido) significaría para el equipo de Carlo Ancelotti un enorme suplemento de recursos.

Para eso, se le tendría que otorgar a James un protagonismo mayor. Si el Madrid se hace más amigo de la pelota y la pelota circula más por sus pies, empezaremos a hablar de un equipo más peligroso, con mejores y más variados argumentos de ataque.

Pero todos los cambios llevan su tiempo. Esperemos que, mientras tanto, James no se desanime por sentirse subvalorado.

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