Alejandro Caravario 10y

Los tapó el agua

BUENOS AIRES -- Avanzado el segundo tiempo, el partido ya era cómico. Los jugadores no podían mantenerse en pie, la pelota se detenía en medio de los charcos y no había ninguna posibilidad de observar no sólo una jugada organizada, sino un pase. El pasto, en apariencia bien cuidado, era una pileta.

Pero si habían llegado hasta allí, todo hacía pensar que seguirían. Sin embargo, el árbitro Beligoy, luego de que Videla se desplomara al intentar un rechazo, paró el juego. Sometió la decisión a un breve conciliábulo con los entrenadores y dio por concluido el encuentro entre Boca y Racing cuando restaban 33 minutos, con el marcador 1 a 0 a favor del local.

Luego se suspendería el compromiso entre Arsenal y River. Sobre la hora, así que los futbolistas no salieron del vestuario, pero el público ya estaba en las tribunas.

A las idas y vueltas organizativas y de programación que los ortodoxos atribuyen a la ausencia irreparable del Gran Jefe, la AFA debe sumar un injerto. Es decir, colar esta fecha postergada de improviso en una agenda saturada. Tanto a Boca como a River les esperan ahora cuatro partidos en 10 días.

De todas maneras, no habría que achacarles a la AFA y a Beligoy el total de las desprolijidades. Y tampoco a la lluvia, claro. Sino al calamitoso estado de la cancha de Boca.

El reducto vip en que la dirigencia ha transformado a La Bombonera desde que Mauricio Macri aterrizó en el club, allá por los dorados 90, tiene un sistema de drenaje propio de un potrero.

El modesto estadio de Sarandí, donde por precaución tardía se resolvió no hacer rodar la pelota, presentaba un aspecto muy superior. El agua se había concentrado solo en los laterales.

Si bien la lluvia no paró en todo el día, con una capacidad de absorción regular, el pasto podría haber soportado el partido. Pero fue como si lloviera sobre un piso impermeable. Todo el líquido se acumuló en la superficie.

El cambio sustancial que emprendió la dirigencia y que tiene por cometido resignificar la marca Boca, incluyó un maquillaje severo a La Bombonera, donde abundan los palcos exclusivos y falta el hincha de a pie.

Tal política, que hace imposible el acceso a la cancha para la mayoría y que concuerda poco con el perfil histórico del club, tiene una creciente resistencia que, si los campeonatos se siguen negando como durante la conducción de Bianchi, se escuchará aún más fuerte.

La semana pasada, una organización de hinchas dio a conocer con disgusto una tabla comparativa sobre el valor de los abonos. Según el informe, Boca está a la vanguardia, por mucho, del resto de los equipos. Es probable –y saludable– que estas manifestaciones se repitan. El club debería ser de los socios. Y el equipo, de todos los hinchas.

Pues bien, entre las glamorosas transformaciones, a la dirigencia de Boca se le olvidó que un club top está obligado a estándares de calidad altos. En todos los rubros. Y que, por lo tanto, es indispensable un campo de juego en óptimas condiciones. Llueve o truene.

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