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Rivalidad creciente

BALTIMORE -- Los jugadores en la organización de los Orioles de Baltimore disfrutan una rara oportunidad de codearse con la realeza de la franquicia. Cuando pasan por la oficina del mánager Buck Showalter y giran hacia la derecha para entrar al vestuario local en Camden Yards, ellos pueden apreciar una enorme fotografía enmarcada de Jim Palmer en acción, que está colgada en el muro. Luego, darán unos pasos y podrán ver al Jim Palmer real -- todavía muy elegante a los 68 años -- hablando largo y tendido acerca de la belleza de una recta bien colocada con Chris Tillman o Zach Britton antes de que suba al palco de transmisiones para trabajar en otro partido del equipo, como analista de televisión.

En al área de picnic del Jardín de los Grandes detrás del muro del jardín central, las estatuas de bronce de Frank y Brooks Robinson, Cal Ripken Jr., Earl Weaver, Palmer y Eddie Murray evocan memorias del pasado glorioso pero intermitente de la franquicia. Esa no era la principal motivación para que el jardinero Adam Jones firmara una extensión de contrato de $85.5 millones en 2012, pero la vista es un recordatorio constante de mantener sus prioridades en orden.

"Adam y yo bromeábamos al respecto el otro día", dijo Showalter. "Le dije, 'Si ganamos un par de veces, tendrás una estatua ahí'. Así es como obtienes una. No es porque seas un buen tipo. Es porque jugaste en equipos campeones".

A 37 millas de distancia de Camden Yards, los Nacionales de Washington reconocen su historia caótica con el "Anillo del Honor" en el Nationals Park. Los 18 nombres incluidos son una mezcla de integrantes del Salón de la Fama que jugaron en los Senadores de Washington (Harmon Killebrew y Walter Johnson), Expos de Montreal (Andrew Dawson y Gary Carter) y los Homestead Grays de las Ligas Negras (Josh Gibson y James "Cool Papa" Bell). No hay ningún elemento de los Nacionales de Washington en ese grupo.

"Esa es la belleza de ser un Nacional", dijo el campocorto Ian Desmond. "Dentro de 20 años, quizá traigan de vuelta a Jayson Werth, Bryce Harper, Ian Desmond y Ryan Zimmerman para observar a los jóvenes. Somos parte del primer equipo de los Nacionales que ganó un título divisional. Podemos contar esa historia. Fuimos nosotros. Cada logro que se alcanza, lo vivimos plenamente, lo que es grato. Y aquellos aficionados que aguantaron durante las épocas malas, están a punto de cosechar las recompensas".

Cinco años después de perder 100 juegos en temporadas consecutivas, los Nacionales intentan crear una tradición. Cerca de ahí, los Orioles intentan revivir una.

Esas metas altas y ambiciosas se cruzaron la noche del 16 de septiembre, con 18 innings de magia beisbolera en el Beltway. Frente a 35,297 jubilosos aficionados en Camden Yards, los Orioles vencieron 8-2 a Toronto, para ganar su primer título de la División Este de la Liga Americana desde 1997. Mientras tanto, en Atlanta, los Nacionales derrotaron 3-0 a los Bravos para conquistar su segundo título divisional en los últimos tres años.

Ahora que la temporada regular está a punto de finalizar, el área cubierta por las autopistas Interestatales 495 y 695 está llena de expectación. Los Orioles y Nacionales deben lidiar con dos series de playoffs cada uno para llegar a la Serie Mundial, pero una oportunidad diferente los espera. Ellos tienen la oportunidad de lograr que el mercado Baltimore-Washington sea el centro de los deportes estadounidenses a finales de octubre, y brindar un alivio temporal de las relaciones derivadas con el incidente de Ray Rice y el debate acerca del futuro que aguarda al apodo "Redskins".

"Tenemos aficionados extraordinarios, y ellos tienen aficionados increíbles", dijo el primera base de Washington Adam LaRoche. "Creo que probablemente tendríamos unos cuantos pleitos entre ellos durante la serie".

¿En camino a chocar entre ellos?

Fuera de que los Orioles buscan albergar el Juego de Estrellas en 2016 y que los Nacionales quieren uno para 2017, los equipos de béisbol en Baltimore y Washington no son rivales por naturaleza. Los Orioles viven para vencer a los Medias Rojas y Yankees en el Este de la Liga Americana, y los aficionados de los Nacionales están más preocupados de derrotar a los Bravos y a los Filis que de dejar las cosas en claro durante las confrontaciones interligas a mitad del verano. Pero mientras ambos equipos experimentan el placer de ganar, el concepto del dominio territorial comienza a adquirir fuerza. Los Orioles ganaron tres de cuatro partidos en la confrontación interligas entre ellos, y promediaron asistencias de 32,996 aficionados en Baltimore y 38,653 en Washington. Eso es bastante más elevado que la asistencia promedio para cualquiera de los clubes.

"Tuvimos un partido de extra innings en julio, y se sentía como un juego de playoffs", señaló el relevista de los Orioles Darren O'Day. "Al menos, eso me pareció a mí, porque estaba lanzando".

El béisbol tiene cinco mercados con dos equipos, cada uno con una dinámica de aficionados distintiva. En Chicago, el odio entre los aficionados del Lado Sur contra los Cachorros y del Lado Norte contra los Medias Blancas tiene muchos años y es palpable. En Nueva York, los aficionados de los Mets envidian la enorme nómina de los Yankees, mientras que los aficionados de los Yankees ven a los Mets con una cierta indiferencia benigna, más allá de las raras ocasiones cuando el equipo de Flushing pone en el campo un producto superior.

El área metropolitana de Baltimore-Washington tiene más espacio para la incertidumbre, aunque cada bando tiene sus fieles seguidores. El nadador olímpico Michael Phelps, la cantante Joan Jett, el conductor de televisión Pat Sajak y los actores Ed Norton, Billy Bob Thornton, Robert Wuhl y Josh Charles han portado con orgullo la gorra de los Orioles en el pasado. Las preferencias beisboleras de la actriz Julia Louis-Dreyfus no han sido confirmadas, pero la insistencia de su personaje Elaine Benes para usar una gorra de los Orioles fue motivo suficiente para que la expulsaran del Yankee Stadium, durante un episodio clásico de la serie "Seinfeld".

El rostro de la afición de los Nacionales tiene a integrantes de mayor edad, más establecidos y definitivamente que no están a la moda. Sí, Kevin Durant, el Jugador Más Valioso vigente de la NBA y que es nativo de Washington, publicó un tuit celebrando que los Nacionales hayan conquistado su división, pero el núcleo de los aficionados acérrimos es mejor representado por Charles Krauthammer, Wolf Blitzer, David Gregory, Mitch McConnell y el líder de la Mayoría en el Senado, Harry Reid, quien rápidamente señala que Matt Williams, el mánager de los Nacionales, y el jardinero izquierdo, Bryce Harper, al igual que él son originarios de Nevada.

Entre los aficionados acérrimos de ambos bandos, no es poco común que existan personas a las que les simpaticen ambos equipos. Es asunto de historia. Los Cafés de San Luis se mudaron a Baltimore en 1954, y los Orioles pasaron los siguientes 18 años acumulando un promedio de victorias de .640 (con récord de 224-126) contra sus desafortunados vecinos, los Senadores de Washington. La principal diversión para los aficionados de los Senadores era observar a Frank Howard, conocido como el "Capital Punisher", que botaba la pelota del parque hacia secciones del RFK Stadium que parecían imposibles de alcanzar. Howard hubiera sido alguien temible, si no fuera por el hecho de que era muy simpático.

"Recuerdo que una vez perdimos un partido porque Frank Howard pegó un jonrón de dos carreras en el séptimo inning", dijo Palmer. "A la mañana siguiente, se podía leer en el periódico que él le había comentado a todos que había bateado un slider. Le dije, 'No solamente nos derrotaste con un jonrón -- llamaste slider a mi recta'. Y de inmediato, comenzó a disculparse".

Los Orioles terminaron siete veces en primer lugar y ganaron la Serie Mundial dos veces en un periodo de 14 años con Weaver al mando durante los años 60 y 70, pero jugaban ante entradas escasas en Memorial Stadium, hasta que Edward Bennett Williams, un abogado de Washington, compró al equipo y comenzó con su magia promocional. Ellos impusieron un récord de asistencia con 1.6 millones de aficionados en 1979, antes de caer contra Pittsburgh en la Serie Mundial. Para entonces los aficionados de Washington ya se habían acostumbrado a rachas de mal béisbol que lucían eternas, o a que no tenían nada de béisbol. Los viejos Senadores de Walter Johnson se fueron a Minnesota en 1961 y fueron reemplazados por unos Senadores que le dieron pelea a los Mets como el mayor hazmerreír del béisbol. Mark Lerner, el dueño principal de los Nacionales, creció en el área y vio cómo Dick Bosman derrotaba a los Atléticos de Oakland 8-0 frente a 45,000 aficionados en el Día de Apertura en 1971. Pero, la mayoría de las veces, RFK Stadium era un gran lugar para buscar un poco de soledad y para tener garantizado el poder atrapar un batazo de foul.

Incluso la llegada de Ted Williams como mánager de Washington dio solamente un breve respiro a la sensación de derrotismo y perdición. Esos Senadores se fueron a Texas en 1971, y los Orioles ayudaron a llenar un hueco que se quedó hasta que el béisbol regresó al Distrito de Columbia en 2005.

"Lo que hemos hecho es crear de la nada una base de aficionados", dijo Lerner. "Es por eso que nos hemos enfocado en las familias desde el primer día. Los niños que tenían ocho años cuando vinieron a nuestro primer partido en 2005, ahora manejan su auto y traen a sus amigos al encuentro. Es como construyes una base auténtica de aficionados. Te puedes dar cuenta, año tras año, de que hay más aficionados de los Nacionales y menos del equipo rival que acuden al estadio. Es interesante darte cuenta del progreso".

La disputa de MASN

Desde que Cal Ripken Jr. se retiró en 2001, ocasionalmente ha aparecido como figura secundaria en la batalla por ganar los corazones de los aficionados en el Beltway. La especulación de que Ripken le compraría los Orioles a Peter Angelos nunca se fructificó, y los reportes de que él sería un candidato para ser el mánager de los Nacionales desaparecieron rápidamente en 2013. Los Nacionales contrataron a Matt Williams y Ripken siguió dedicando sus energías a trabajar como analista de televisión, a apoyar el béisbol juvenil y a supervisar una marca de béisbol reportada con un valor de $30 millones.

En 2012, los Orioles reclutaron en el draft al hijo de Carl, Ryan, pero él decidió ir al Indian River Community College en Florida en lugar de convertirse en profesional. Dos años después, los Nacionales firmaron a Ryan Ripken como su selección de la ronda 15 y lo mandaron a la Liga del Golfo, donde bateó para .157 en 16 partidos.

Cualquier tipo de hostilidad entre los Orioles y los Nacionales tiene su raíz en el dinero y no en las victorias y derrotas. Cuando el béisbol buscaba un refugio para los Expos de Montreal hace una década, Angelos se opuso a la idea de que Washington fuera el destino, porque sería una invasión de su territorio. Él finalmente aceptó cuando Grandes Ligas le puso unos términos financieros tan ventajosos que era imposible que dijera que no. Angelos recibió una compensación de $75 millones y el 90 por ciento de las acciones de la cadena televisiva recién creada Mid Atlantic Regional Sports Network (MASN). A cambio, los Nacionales recibieron 10 por ciento de las acciones, que se incrementará 1 por ciento cada año, hasta llegar al tope de 33 por ciento.

El acuerdo también tiene una cláusula que permite reevaluar las cantidades por derechos de televisión cada cinco años, y esto ha producido grandes diferencias de opinión. A finales de junio, un pánel de Grandes Ligas le concedió a los Nacionales un pago anual de $60 millones por derechos de televisión -- muy por debajo de los $118 millones que buscaba el equipo. El pleito está ahora en los tribunales, y parece que se quedará ahí un buen rato.

"MASN ha lidiado bien muchos temas", dijo Lee Berke, directivo de LHB Sports Entertainment & Media, Inc. "Fortaleció la base financiera de lo que eventualmente se convirtió en el equipo de los Nacionales. Lidió con las pérdidas que sufrió el béisbol por tomar a los Expos, y ha ayudado a compensar a los Orioles por los problemas territoriales que sufrieron porque un nuevo equipo de béisbol llegara a Washington. Así que ha hecho muchas cosas.

"El problema no necesariamente es de los Nacionales contra los Orioles desde un punto de vista competitivo. Es el modelo de negocios. Los derechos de televisión han adquirido un valor enorme. Si tomaras a cada equipo de forma separada, y los pusieras en subasta en el mercado abierto, ellos generarían sus propias cantidades considerables de ingresos, participaciones de acciones y desarrollo de canales televisivos. Bajo esa circunstancia, es difícil colocarlos a ambos en una cadena televisiva regional".

Aunque los jugadores de Baltimore y Washington son generalmente ajenos a las cuestiones de negocios, ellos pueden reconocer cuando se incrementa la base de aficionados. LaRoche, quien vive en los suburbios de Virginia, ve que año tras año hay más aficionados que visten ropa de los Nacionales. Cuando los Nacionales saltaron al campo del RFK Stadium por primera vez en 2005, era rutinario escuchar que los aficionados de los Orioles expresaran su grito de guerra durante el himno. Ahora, esos intrusos se han reducido a unos cuantos, excepto cuando ambos equipos se enfrentan en los juegos interligas.

"La mayoría de nuestros aficionados comprende este deporte y son apasionados con los Nacionales", dijo Desmond. "También tenemos a una nueva generación que viene. Son los niños que han pasado los últimos seis o siete años aprendiendo el deporte y echando raíces con esa 'W' curveada. También es un grupo mixto de peloteros. Tenemos jóvenes de 21 años y veteranos de 35, 37 años, así que tenemos peloteros en este equipo con los que la gente se puede identificar. Todos vamos juntos hacia terrenos no explorados".

Escogiendo un bando

Phil Wood, un rostro prominente en las transmisiones deportivas del área de Baltimore-Washington desde principios de los años 70 puede sentirse identificado con la evolución emocional de los aficionados al béisbol en el Beltway. Nació en el Distrito de Columbia, se mudó al norte de Virginia con su familia cuando era niño y ahora vive en los suburbios de Baltimore. Wood bromea que algunos nativos de Baltimore manejaron hacia Washington hace muchos años, no pudieron encontrar un sitio dónde estacionarse, se fueron a casa y nunca volvieron. Él también recuerda lo que le decía un director de programación en la estación WTEM de Washington que predijo que los Nacionales nunca captarían la atención del mercado deportivo en el Distrito de Columbia.

"Él me dijo que un juego de pretemporada de los Redskins sería algo mucho mayor que un encuentro de Serie Mundial que involucrara a un equipo de béisbol de Washington", dijo Wood. "Cabe mencionar que él ya no es el director de programación en esa estación".

En un ambiente con esa enorme carga beisbolera, las exclamaciones descuidadas y la ambivalencia son consecuencias inevitables. Cada vez resulta más complicado encontrar al aficionado magnánime y diplomático que aparece en Nationals Park o Camden Yards vistiendo una camisa de Nick Markakis y una gorra con la "W" curveada. Incluso en Columbia, Maryland -- un poblado prácticamente en el punto medio entre Baltimore y Washington, y que es lo más parecido a Suiza en este mercado-la neutralidad se está convirtiendo en una especie en peligro de extinción.

"La gente me pregunta todo el tiempo, '¿Qué ocurrirá si los Orioles y los Nacionales llegan a la Serie Mundial?'", dijo Wood. "Sospecho que correrá la sangre. A esas alturas, comenzará la guerra, y la gente básicamente elegirá un bando. Será una gran prueba de mercado contra mercado".

El próximo mes, los Orioles y Nacionales, Dodgers y Angelinos, y Gigantes y Atléticos (si estos últimos pueden despertarse de la peor pesadilla de Billy Beane y amarrar un boleto a postemporada) intentarán crear la primera confrontación de traslado corto en el Clásico de Otoño desde la Serie del Subterráneo en el año 2000, con los Yankees y los Mets. Fuera de esa, tenemos que remontarnos hasta 1989, con los Atléticos contra los Gigantes.

"Yo trabajé esa Serie de la Bahía para ABC", recordó Palmer. "Espero que en esta ocasión, al menos no tengamos un terremoto".

La tierra debajo del Beltway todavía no tiembla producto del fervor beisbolero, pero el panorama está cambiando. Y es momento para que los aficionados en Baltimore y Washington vigilen sus territorios.