Steve McPherson 10y

Rubio y el reto de ser un líder

En el corazón del juego de Ricky Rubio hay, como la palabra lo dice, corazón. Júbilo. Generosidad.

Este es un joven que cuando finalmente llegó a Minnesota en el 2011, dos años después de que fue elegido en el quinto puesto del draft, explicó, en su escaso y encantador inglés, su amor por los pases citando a Magic Johnson: "Una canasta hace feliz a un hombre, una asistencia hace feliz a dos hombres".

Él era justo lo que los Timberwolves necesitaban. A menos de dos años del intercambio de Kevin Garnett —la única piedra angular que había tenido la franquicia— los titulares de los Wolves en 2008-09 eran Sebastian Telfair, Randy Foye, Ryan Gomes, Craig Smith y un novato llamado Kevin Love, quien apareció en escena cuando Al Jefferson sufrió una ruptura del LCA.

Sin embargo, Rubio era una estrella. Al menos, eso es lo que habíamos estado escuchando durante mucho tiempo. En el 2008, la edición NEXT de ESPN the Magazine se refirió a él como "el mejor base jamás visto". Un ejecutivo de la Conferencia Este no se limitó a eso y lo llamó "el LeBron James europeo" y "uno de los tres primeros picks del draft".

"Si está en mis manos hacer un poco de magia", le dijo Rubio, de 17 años de edad, a Chad Nelsen en ese entonces, "la hago".

Sin embargo, para cuando Rubio llegó, Love ya se había convertido en la cara de la franquicia, prácticamente sin hacer nada. Porque, considerando la alineación, ¿qué otra opción había? Era difícil no sentirse cautivado por sus juegos de 31 puntos y 31 rebotes en medio de 132 derrotas (cifra récord de la NBA) en las dos temporadas que el equipo había pasado esperando a Rubio. Para el 2010-11, la primera temporada de Rubio, Love se había convertido en una máquina de hacer doble-dobles y se enfilaba hacia su primera aparición como All-Star. Era una superestrella. Era la superestrella de Minnesota, y todos lo sabían.

Todos, excepto David Kahn. En lugar de ofrecerle a Love la única máxima extensión de contrato de cinco años, el gerente general de los Wolves le ofreció al ala-pívot un acuerdo de tres años con opción del jugador a cuatro. Las consecuencias de dicha acción son bien conocidas: Love se fue a Cleveland el verano pasado a cambio de un paquete ciertamente atractivo que incluía a Andrew Wiggins y Anthony Bennett.

Sin embargo, es mucho más difícil medir el impacto que esto tuvo en Rubio. En esa época, la percepción común era que Kahn quería guardar el acuerdo de cinco años por el máximo para Rubio, su propio pick en el draft, en lugar de para Love, quien había sido elegido por el ex director general, Kevin McHale. Las lesiones y el paro limitaron a Rubio a solo 89 partidos en sus primeras dos temporadas; y, la campaña pasada, con los Wolves encorsetados por la situación contractual de Love, ante el inminente fin de carrera de Rick Adelman como entrenador y con una plantilla de grandes egos y una dudosa banca, el base de 23 años de edad y pelo alborotado, nuevamente tuvo que luchar para cumplir con las grandes expectativas depositadas en él.

Ahora, dos años después y con Love en Cleveland, Rubio es quien desea que el gerente general, que no lo reclutó, le ofrezca el contrato máximo de cinco años. Para ganarse dicho contrato en una liga repleta de bases, no puede conformarse con ser solamente el mejor jugador del equipo, sino que tiene que ser también el líder.

Visto de manera generosa, Love dejó que su juego hablara por él, asumiendo la responsabilidad de encestar y sumando una cantidad de rebotes que ningún otro jugador de los Timberwolves podía igualar, con lo que marcó una pauta sólida y categórica. Trabajaba duro, mucho más de lo que muchos piensan, e hizo mucho por la organización fuera de la cancha, como, por ejemplo, una campaña para la donación de abrigos y otras actividades al servicio de la comunidad. Visto de manera menos generosa, Love estaba más preocupado por sus propios números que por los del equipo en su conjunto y cuando dirigió, lo hizo de forma irregular: después de semanas de desánimo, tomó la decisión repentina de ventilar en público el descontento del vestidor. Haciendo a un lado sus palabras, en la cancha se percibía un sabor a inmerecido derecho adquirido, se quejaba de las decisiones y se rezagaba en la defensa, especialmente durante la transición. Por su lado, Rubio a menudo subordinaba su juicio a la antigüedad de Love y a su posición como mejor jugador del equipo. Sin embargo, cuando la relación del equipo con Love se desgastó durante el verano, todo cambió.

En una entrevista ampliamente difundida por la estación francesa Canal+ en mayo, Rubio habló con toda sinceridad sobre algunas de las fallas de Love como líder; además señaló algunos problemas que se presentan desde el cuerpo de entrenadores hacia abajo. "Él lidera en anotaciones... en otras cosas" dijo Rubio. "Pero, para ser sinceros, no es el tipo de jugador que quiera o que pueda ser [líder], ¿no? Aun así, no debió haber sido él... incluso yo puedo ir más allá y empezar a ser el líder definitivo".

Uno de los jugadores más nuevos (pero también más veteranos) de los Timberwolves, Mo Williams, cree que Rubio ha dado sus primeros pasos en ese sentido.

"Desde que llegué, él ha adoptado ese papel", comentó Williams el primer día del campamento de entrenamientos de los Wolves. "Ayer, en el camino hacia acá, él venía leyendo un libro en un idioma que no entiendo; le pregunté: '¿qué tipo de libro es ese?' Me respondió: 'es un libro sobre cómo ser más agresivo y un líder, cosas así'. Con esto nos dio a entender que lo está sopesando. Quiere ser el líder, y ahora está bien posicionado para dar el siguiente paso. No es: '¿De quién es el equipo?' Es su equipo".

Los defectos flagrantes de Rubio --inconsistencia en los tiros y en las canastas de media distancia-- tal vez nunca desaparezcan. Posiblemente eso no importe ni siquiera un poco a la hora de asumir el papel de liderazgo con los Timberwolves. Las cosas que hace bien bastaron para que Minnesota mejorara 11.3 puntos por cada centena de posesiones cuando estuvo en la cancha la temporada pasada. Como el nuevo entrenador Flip Saunders observó recientemente: si Rubio anota cero puntos y el equipo gana, nadie se alegra más que él; si anota 20 y pierden, nadie se siente peor.

Definitivamente está haciendo un esfuerzo. El libro sobre el liderazgo, la forma en la que se ha negado a responder a las preguntas sobre su próximo contrato, los cientos de tiros que hace en las prácticas, su compromiso con la selección de España: todo ello apunta a alguien que tiene serias intenciones de perfeccionarse. Pero igualmente importante es que vuelva a sentir el mismo júbilo que caracterizó sus inicios en Minnesota.

Fuimos testigos de aquel pase entre las piernas de Dirk Nowitzki, el actual JMV de las Finales de la NBA, hacia Anthony Tolliver cuando los Wolves sellaron un triunfo ante los campeones defensores de Dallas Mavericks, ya en el cuarto partido de Rubio en la NBA. Es cierto, jugadas como esta no ganan campeonatos, pero es imposible olvidar la enorme sonrisa que se dibujó en la cara de Tolliver mientras corría por la banda después de anotar un triple. Los tiros mecánicos realizados correctamente son fundamentales, pero la base del basquetbol --de cualquier deporte-- son las jugadas.

Hay cosas que Rubio debe mejorar para ser un jugador más productivo, pero hay otras cosas que ya hace y que pocos basquetbolistas pueden emular. Pero darle el nombre de "un nuevo comienzo para Rubio" a la próxima temporada, es descontar todo lo que ya ha logrado en sus primeros tres años en la liga. Sin embargo, contando con compañeros tan atléticos como Wiggins y Zach LaVine, tiene la oportunidad de seguir su propio consejo y cambiar su rostro. No solo para que le entreguen un equipo, sino para hacerlo suyo. Para hacer un poco de magia.

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