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Dos que conservan la ilusión

BUENOS AIRES -- A pesar del buen paso de River y de su rendimiento de vuelo infrecuente, algunos equipos conservan de manera fundada la ilusión de diputarle el campeonato en la recta final.

Uno de ellos es Independiente, que luego de su victoria ante Tigre confirmó tal pretensión, respaldado por un público que, luego de la gran decepción del descenso, empieza a recuperar la confianza.

En cambio Racing, el otro club de Avellaneda, ha cedido un terreno precioso en la discusión al dejar dos puntos en Bahía Blanca. Si bien sus posibilidades se mantienen, ahora están más vinculadas al accidente, a la desgracia en serie de todos los competidores que al mérito propio.

No obstante, con la mira un poco más abierta, quizá Racing haya avanzado más que su vecino en la ardua consolidación de un plantel.

Al compás de la espléndida temporada de Mancuello –gran e inesperado fetiche de la tribuna–, Independiente se propuso una campaña compensatoria. Es decir, de un efecto poderoso, instantáneo, que depositara lo antes posible en el olvido sus días pasados en el Ascenso.

Apuesta al éxito en el plazo breve, con lo improbable de la tarea. De hecho, su entrenador Jorge Almirón convirtió el equipo en un banco de pruebas donde, salvo algunos consagrados (el arquero Rodríguez, el Rolfi Montenegro, Mancuello), nadie tiene asegurado un lugar duradero.

Ninguna eventualidad como los resultados adversos o las rachas individuales negativas ameritan un plus de paciencia en aras de un plan, que es lo que se supone que barajan los entrenadores.

Hasta ahora, a Independiente le va bien. Pero se hace difícil confiar en un equipo basado en la urgencia, en la necesidad imperiosa de cosechar puntos y remendar la grandeza dañada.

Racing, con todas las fluctuaciones a las que está sometido un equipo con tantas caras nuevas, logró armarse en torno a una idea más o menos definida y a los hombres más aptos para llevarla a cabo.

Una defensa zonal, pero no por eso menos celosa en la marca, una transición de buen pie, un ataque de velocidad y precisión, un equipo solidario y que aprecia la pelota.

El protagonismo titánico de Videla, la claridad y el liderazgo de Milito, el despunte de Bou como delantero letal, el recambio de lujo de Hauche (figura clave en Bahía Blanca), los atisbos de madurez de Centurión (un talento que hay que encarrilar) son algunos de los indicios de un equipo que funciona, que tiene un propósito y una manera fluida de buscarlo. Que ha desarrollado virtudes, más allá de los puntos obtenidos.

Claro que este proceso, con sus señales alentadoras, corre peligro de reducirse a la nada sin la indispensable decisión política de darle el oxígeno que la tribuna suele mezquinar cuando los resultados no acompañan.

Sólo el tiempo de rodaje dirá qué tan bien (o no) está haciendo las cosas Diego Cocca.