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Gracias a River

BUENOS AIRES -- Nada mejor le podía pasar a la Copa Sudamericana que tener el superclásico argentino en una semifinal. Los antecedentes coperos, en los que Boca ha dibujado una apreciable ventaja, hacen pensar que se avecinan dos partidos históricos (el 20 y el 27 de noviembre), porque además ambos equipos están en una curva ascendente y, para decirlo en forma elegante, bendecidos por los astros.

En efecto, los de Arruabarrena vienen de una inesperadamente holgada victoria en una plaza reputada como difícil, Asunción, frente a Cerro Porteño. Un rival al que, en Buenos Aires, Boca superó en forma apretada. El equipo encontró la contundencia que se espera por el calibre de sus atacantes, animales de área que atravesaban un estado de inhibición.

Mientras Boca se mostró potente y certero, River, aun cuando su mejor versión despuntó sólo por momentos, dio señales evidentes de que está por encima del resto.

Cuando no le sale el juego coordinado, el toque vertiginoso y en todo el ancho del terreno (la participación de los laterales es vital), tiene otros recursos. Por caso, la precisión de Pisculichi con la pelota quieta para sacar provecho de dos ejecuciones y así, en un par de minutos, dar vuelta un juego que pintaba más que complicado.

River posee espesor futbolístico de sobra. Pero cuando lo pierde o, como sucedió ante Estudiantes, se reduce por el buen trabajo del rival, aparece su efectividad para ganar de alto en el área rival. Para ganar con centros.

Y aparece la voluntad rotunda, que no se deteriora por un marcador provisoriamente adverso, y que deben sacar a relucir los grandes equipos. La fortaleza mental que se consigue con un proyecto sólido y un líder confiable como parece ser Marcelo Gallardo.

Y si no están a su altura las estrellas más fulgurantes –digamos, Teo Gutiérrez, Mora o Vangioni–, surge el relieve del laborioso y hábil Rojas (de enorme actuación frente a Estudiantes) y de Funes Mori, un defensor en constante progreso, casi infranqueable, al que se le haría justicia con una oportunidad en la Selección.

No hay tapados ni segundones. Falta Carlos Sánchez y Solari lo cubre con absoluta dignidad, el equipo no insinúa grietas. No existen las ausencias irreparables, la dependencia de un artífice irremplazable. La fortaleza se encuentra en el funcionamiento y en la apuesta irrestricta a un estilo agresivo y eficaz. Suena a utopía deportiva pero es verdad.

Quizá lo más trascendente de este esplendor de River sea que ha forzado el crecimiento de los demás equipos. En el campeonato argentino se juega mejor gracias a River. Claro: el éxito favorece el contagio.

Una prueba reciente. Estudiantes jugó a lo River. Ejerciendo la misma presión en la salida, tocando con velocidad y justeza, utilizando las bandas. Y así logró equiparar fuerzas. Y casi le gana. Ojalá cundan las imitaciones. Se darían todo el tiempo partidazos como el de este jueves en el Monumental.