Fabio Dana 9y

Boca y una paternidad histórica

BUENOS AIRES -- "La historia en estos casos no cuenta", dijo Rodolfo Arruabarrena, entrenador de Boca, en la previa a la semifinal contra River por la Copa Sudamericana. Es cierto, cada partido es diferente y con los colores de la camiseta nadie tiene el triunfo asegurado. De todos modos, y más allá del análisis "racional" de los técnicos, las estadísticas están y son sin dudas una parte especial del folclore futbolero.

Simples números, un puñado de partidos más o menos en el historial, se convierten en "paternidad" y alimentan las cargadas que en la Argentina nutren las canchas, las oficinas y las reuniones de amigos. Hay algo inobjetable: en el plano nacional e internacional Boca le saca diferencias a River. Pero en las Copas es donde más notoria se hizo esa diferencia: los Xeneizes mandan en el historial de partidos entre sí, y también en las eliminaciones directas por torneos internacionales.

La primera fue por la Supercopa de 1994: empate 0 a 0 en el Monumental, 1 a 1 en La Bombonera y definición por penales, donde los de la Ribera se impusieron por 5 a 4. Luego y tras vencer a San Pablo llegaron a la final, donde perdieron en dos partidos cerrados ante Independiente.

Sin dudas, uno de los choques más recordados fue el del año 2000, cuando se midieron por cuartos de final de la Copa Libertadores. La ida fue con victoria de River por 2 a 1; en la vuelta, Boca se impuso por 3 a 0, con aquel recordado gol de Palermo que marcó un antes y un después en la historia de los superclásicos.

Esa definición estuvo marcada por frases y momentos inolvidables. Américo Gallego, DT de River, había declarado en conferencia de prensa que si Boca ponía a Palermo (venía de seis meses sin jugar por rotura de ligamentos), él mandaría a la cancha a Enzo (por Francescoli), en ese entonces ya retirado del fútbol profesional.

El goleador de Boca entró a poco del final y marcó el 3 a 0 sobre la hora; sus movimientos, muy lentos y pesados producto de la larga inactividad, alimentaron (y aún hoy lo siguen haciendo) las cargadas ante el clásico rival. En ese encuentro, también, se produjo el gran "caño" de Riquelme al colombiano Yepes, una obra maestra del talento.

Tanto Román como Martín, se ganaron en esa definición apasionante buena parte del enorme cariño y de la idolatría que la gente de Boca les tiene por estos días. Una idolatría que a pesar del paso del tiempo y de las idas y vueltas del fútbol, no se mancha. Más tarde, Boca cerraría con broche de oro ese torneo, tras consagrarse campeón de América luego de 22 años.

En 2004 llegaría otra definición directa por Libertadores, en este caso por las semifinales. En dos partidos con presencia exclusiva de público local, una rareza por esos tiempos, algo habitual, por desgracia, a esta altura, Boca ganó 1 a 0 en La Bombonera, y perdió 2 a 1 en el Monumental.

Otro duelo recordado por el "arañazo" de Gallardo a Abbondanzieri, por el cruce entre el Mellizo y Hernán Díaz ("ese señor que no sé quién es me está insultando", le dijo Guillermo al juez, generando la expulsión del ayudante de campo de Astrada), por la "gallinita" de Tevez en el festejo del empate en Núñez, y por el gol de Nasuti sobre la hora que llevó el match a la definición desde los 12 pasos. Allí, el Pato se vistió de héroe: le atajó el último penal a Maxi López, y luego fue Javier Villarreal quien puso a los Xeneizes en otra final copera. Esa vez, los de Carlos Bianchi no pudieron levantar la Copa y cayeron ante Once Caldas por penales.

Sumando a las eliminaciones directas los partidos por Copas en fase de grupos y semifinales (donde jugaban tres o cuatro equipos), el historial dice que Boca ganó 10 veces, River seis y empataron en ocho ocasiones.

Hoy, 10 años después del último cruce mano a mano en el plano internacional, Boca y River volverán a verse las caras. ¿Pesará la historia?

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