Carlos Irusta 9y

El dolor de ya no ser

BUENOS AIRES -- Sergio Maravilla Martínez hizo una presentación de stand up para algunos pocos amigos. Eso fue en Buenos Aires. Y luego viajó a Córdoba, para un festival de boxeo con cena incluida que se llamó "Una noche de Maravilla". Estuvo envuelto en el mismo, ya que es una de las cabezas visibles de su empresa promotora de boxeo.

Y lo poco que habló fue previsible. O casi. Su rodilla derecha no está bien. Hay que esperar los próximos resultados (recordar que su última pelea fue en junio, cuando perdió con Miguel Cotto en el Madison de Nueva York, o sea hace cinco meses). Y adelantó que, si tiene que someterse a una nueva operación, prefiere dejar el boxeo. Pero no dejó de mencionar que, por lo menos, quiere hacer una pelea más, de despedida, en la Argentina. "Claro que con un buen rival, como debe ser", aclaró.

Hace una semana, en Atlantic City, Bernard Hopkins perdió por puntos –tras haber visitado la lona en el primer round- ante Sergey Kovalev.

Como respuesta al resultado, a los dos días "The Alien" volvió al gimnasio. Una clara alusión que, aunque esté por cumplir 50, no piensa irse.

El tema pasa, como bien lo definió Maravilla, por El Gran Ego. No hay que pensar solamente en un tema económico –y que, muchas veces condiciona a grandes boxeadores a seguir en la lucha, para recuperar lo que se perdió ayudando a familiares, amigos y allegados de ocasión.

En el caso del Gran Ego, es peor. Es negarse a aceptar, les guste o no, que el tiempo ha pasado y que nada es igual que antes. Especialmente ese físico que, años atrás, les dio tantas satisfacciones.

Los boxeadores no quieren retirarse perdedores. Es una lucha contra sí mismos y, muchas veces, contra los amigos de verdad que se lo insinúan –porque a veces no aceptan que se lo digan cara a cara, descarnadamente.

Cada uno elige su Destino y en el caso de Maravilla Martínez, que siempre tuvo sueños de grandeza, no puede quejarse, al contrario. Llegó al máximo, incluyendo la corona mundial de los medianos. Ahora se debe enfrentar con el peor de los enemigos: la falta de vigencia.

Tal vez en el futuro extrañará los reportajes, las conferencias de prensa, las limusinas y las habitaciones especiales de los grandes hoteles. Quizás hoy mismo, tras la derrota frente a Cotto, los reclamos periodísticos no sean tan insistentes como antes. Después de todo, bien se dice que la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana...

"Todo esto es una mentira y yo sé que un día se va a terminar", nos dijo más de una vez, hablando del tema. Y ojalá que sea así, que sepa que todo se termina y que la vida sigue.

Mientras tanto, y al igual que Hopkins (y que Leonard, y Robinson y que tantos más) seguirá dilatando la decisión, porque como guerrero que es, no se resigna a que, en algún momento, habrá llegado el tiempo del adiós.

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