<
>

Nada de paso a paso

BUENOS AIRES --
Partido a partido, paso a paso, son todas finales... Hay un surtido de expresiones para referirse a la progresión inalterable que dicta la agenda.

En el fútbol, donde se hace un culto de ciertos lugares comunes, pensar más allá del siguiente rival es un pecado que no debe permitirse. Se trata de una distracción que puede arruinar una campaña brillante.
Así, una actitud sensata (conviene vivir el presente, no acelerar los tiempos ni desatar la ansiedad) se convirtió en un principio sagrado cuya violación es tabú.

Ajeno a estas convenciones, Marcelo Gallardo decidió jugar el partido del jueves frente a Boca antes que el del domingo con Racing.

Pensó en la Copa Sudamericana, pero en especial en el costo de perder con los primos, y alineó un equipo débil para disputar el juego en el que se definía el campeonato.

No se reservó titulares (salvo Barovero y Funes Mori) como recambio en la emergencia. Y, gesto sorprendente, incluyó a Cavenaghi durante buena parte del segundo tiempo, simplemente para que se fogueara luego de un largo tiempo ausente por lesión.

"A Fernando queríamos darle media hora porque vamos a recurrir a su experiencia y jerarquía para lo que viene", dijo el DT, como si la fecha clave del torneo, en la que River cedió la punta, fuera un banco de pruebas. ¿Qué futuro imagina el DT cuando se refiere a "lo que viene"?

Tal vez entre los once que salieron a la cancha en Avellaneda exista un promisorio potencial. Pero los antecedentes inmediatos de este equipo mayoritariamente juvenil indican que no marca goles.

El partido con Racing fue una dura confirmación. Los de Gallardo, salvo en los primeros diez minutos, no hilvanaron una sola acción riesgosa para Saja.

Tanto Boyé como Driussi tienen porte y dominio sugerentes, pero poca eficacia en el área. Por supuesto que Cavenaghi no podía compensar este déficit.

"Había que tomar decisiones, y opté por la posibilidad de mostrar un equipo fresco, una apuesta fuerte", se justificó Gallardo. Lo llamativo es que tal determinación la haya adoptado a tres fechas del cierre de un torneo en el que River arriesgaba su liderazgo.

¿Desde el domingo a la noche hasta el jueves (cuatro días completos) no hay un plazo considerable en el que los titulares podrían haberse recuperado sin problemas?

Si lo que evaluó Gallardo es la acumulación de trajín, ¿no cabía extender ese exceso apenas quince días, lo que falta para la definición de las competencias? ¿Justo en el trance crucial, cuando se necesitaba como nunca el rodaje de un equipo experto, se le ocurre tirar la toalla?

No sólo alteró la progresión del calendario deportivo. El técnico de River reaccionó como un hincha. Y en esa escala de valores, cualquier sacrificio es válido con tal de no perder con Boca. Se acepta incluso entregar mansamente un torneo, como acaba de hacerse.

El mote de profesional debería impedirle a Gallardo subordinar su estrategia a los sentimientos primarios de la tribuna.